Como explica Miguel Ángel Lama en su esclarecedor prólogo, que lleva por título "Un motivo poético", la gestación de esta antología: Cementerio Alemán. Yuste, ha sido bastante larga. Precisa el profesor de la Universidad de Extremadura que anoté en este mismo blog el dos de mayo de 2005: «Un año de estos, me gustaría reunir en una antología todos los poemas que se le han dedicado a ese lugar». Diez años después, ve por fin la luz. Publicada con la sobria elegancia que la caracteriza y con el lujo de las cosas bien hechas por Ediciones La Rosa Blanca, reúne poemas -en este orden- de Juan Lamillar, José Carlos Llop, José María Micó, Santos Domínguez Ramos, Santiago Castelo, Daniel Casado, José Antonio Ramírez Lozano, Carlos Medrano, Mario Lourtau, Alfredo J. Ramos, Elías Moro, Cristián Gómez Olivares, Antonio del Camino, José Manuel Díez, Antonio Reseco y José María Muñoz Quirós. Abre la selección "Cementerio alemán, Yuste" (Una oculta razón, 1991) y la cierra "Regreso al cementerio alemán" (Desde fuera, 2008), dos poemas propios. Además, se incluye Atlas, que se abre con "Ráfaga": "Con cada disparo la fotografía recoge una pequeña prueba. La ráfaga constituye una totalidad más que un fragmento". Se trata de un documento único con casi dos centenares de fotografías y cuatro dibujos del editor, Salvador Retana, organizador de un encuentro en abril de 1995 (como ven el número cinco se repite en esta historia) en torno a la instalación La rosa blanca, donde participamos, entre otros, Julián Rodríguez, Emilio Gañán, Andrés Talavero y Javier Rodríguez Marcos. Sus imágenes, no me cabe duda, componen un extenso poema sobre ese sitio escondido en las cercanías del Monasterio de Yuste.
Otra sorpresa es el encarte que incluye: "Errata", con una cita de Gonzalo Hidalgo Bayal: "¿Qué oscuridad se esconde, o qué luz, qué juego, tras el azar de las erratas?"
Otra sorpresa es el encarte que incluye: "Errata", con una cita de Gonzalo Hidalgo Bayal: "¿Qué oscuridad se esconde, o qué luz, qué juego, tras el azar de las erratas?"
Ese lugar, un cementerio donde descansan veintiocho soldados de la Primera Guerra Mundial y ciento cincuenta y cuatro de la Segunda que "pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, submarinos y otros navíos de la armada hundidos", según reza en la placa colocada en su entrada, ha dado mucho de sí poéticamente hablando. Y más que dará. Al tiempo. Sí, le sobrecoge a uno leer estas palabras del prologuista, las que abren su texto: "Tiene la muerte una medida exacta. En el principio fue el verso. Así. Aquel endecasílabo enfático, que medía con sus once sílabas un territorio exacto, ha propiciado esto: un libro de poemas sobre un lugar que para algunos no existiría como ahora existe si no hubiese sido nombrado en un poema de Álvaro Valverde. Cabría decirlo de este modo disparatado: fue primero el texto y luego el lugar. Un lugar convertido en motivo poético".