La veterana revista Cuadernos del matemático, vinculada al IES 'Matemático Puig Adam' de Getafe, lanza su número 54. En él, además de relatos, poemas, ensayos, reseñas, traducciones y otros artículos de interés, se incluye un encarte que no es sino un justo y necesario homenaje al poeta Luis Javier Moreno, que murió en su ciudad natal, Segovia (que todavía no le ha hecho justicia), el pasado mes de diciembre como él mismo había vaticinado: "Como para nacer, también diciembre / es un discreto mes para morirse". Tenía casi 70 años.
No puedo citar a todos los amigos que escriben, en prosa o verso, sobre el autor de Rápida plata, pero me han gustado especialmente los textos de El Quías (Ezequías Blanco, director de la publicación y coordinador, según creo, de la muestra), José Antonio Abella (que se centra en su provincial fidelidad segoviana; nunca reconocida, ya se dijo), Ignacio Sanz (autor de la necrológica de El País) y Óscar Esquivias (que enumera lass fobias y sus filias del traductor de Lowell y de Horacio). Son los que dan un testimonio más cercano y fiable acerca del hombre que fue: apasionado, depresivo, risueño, muy suyo. El insaciable bebedor de jarras de cerveza. El lector compulsivo. El fotógrafo. El viajero. El escritor de cartas. El conversador perfecto (a eso dedica otro de sus íntimos, Fernando R. de la Flor, su sentido testimonio). Destacaría también las palabras de Ángel Luis Prieto de Paula (otro de sus compañeros de estudios en Salamanca, que evoca al inevitable Aníbal Núñez) y las de Gustavo Martín Garzo, preciosas sin paliativos. Emocionantes: "La poesía sólo era para él una casa donde vivir". "Reunir en el poema todo lo que separamos al vivir, eso fue la poesía para él".
Entre los poemas, los de Antonio Carvajal, los de Fernández Palacios y Ripoll (sus viejos amigos gaditanos), José Luis Puerto, Tomás Sánchez Santiago, Olvido García Valdés y Miguel Casado... María Ángeles Pérez López (que acaba de publicar un nuevo libro en Vaso Roto) se atreve con unos estupendos haikus, aunque, según Esquivias, a Luis Javier no le gustaban esas "estrofa-fraude", como él decía. Moga, Mudrovic, Castrillón, Maringómez, Rodríguez Tobal, sus amigas Angélica Tanarro y Esperanza Ortega...
Le queda a uno la pena, y pido perdón por el desahogo, de no haber sido invitado a manifestar mi admiración por una de las mejores personas con las que me he encontrado en la vida. Alguien que, por añadidura, o precisamente por eso, era y es un excelente traductor y poeta. Dicho queda.