La editorial Polibea ha creado la colección Orlando Versiones y en ella ya han aparecido tres títulos. Dos de autores portugueses contemporáneos y otro de un clásico ingles. Uno ha disfrutado de la lectura de dos de ellos, los que traigo aquí; a falta de conocer el tercero: Blancura, de mi admirado Eugénio de Andrade en versión de Miguel Losada.
Odas, de John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), ha sido traducido por el poeta José Cereijo y esa no es poca garantía. Ha puesto delante una presentación que no deja de ser un jugoso ensayo sobre el poeta y su obra (por el que desfilan Eliot, Valverde y Cernuda por aquello del "correlato objetivo" del primero, la "capacidad negativa" del segundo y "asidero plástico" del tercero), donde explicita que este libro no dejan de ser el resultado de años y años de trabajo en torno a las famosas odas. Que son, en español (excelente, por cierto), las que, como lector, quería leer. Es fácil disfrutar con la nuevas versiones de esas viejas composiciones del poeta romántico británico: "Oda a Psique", "Oda a una urna griega", "Oda a un ruiseñor", "Oda a la melancolía", "Oda a la indolencia" y "Al otoño". Un puñado de notas pertinentes cierran el afortunado volumen.
Odas, de John Keats (Londres, 1795-Roma, 1821), ha sido traducido por el poeta José Cereijo y esa no es poca garantía. Ha puesto delante una presentación que no deja de ser un jugoso ensayo sobre el poeta y su obra (por el que desfilan Eliot, Valverde y Cernuda por aquello del "correlato objetivo" del primero, la "capacidad negativa" del segundo y "asidero plástico" del tercero), donde explicita que este libro no dejan de ser el resultado de años y años de trabajo en torno a las famosas odas. Que son, en español (excelente, por cierto), las que, como lector, quería leer. Es fácil disfrutar con la nuevas versiones de esas viejas composiciones del poeta romántico británico: "Oda a Psique", "Oda a una urna griega", "Oda a un ruiseñor", "Oda a la melancolía", "Oda a la indolencia" y "Al otoño". Un puñado de notas pertinentes cierran el afortunado volumen.
Verónica Aranda, poeta también, se atreve con Claros, del portugués António Ramos Rosa (Faro, 1924-Lisboa, 2013), un poeta prolífico y exigente que uno siempre asociará a Ciclo del caballo, libro que tradujo en 1985 Ángel Campos Pámpano para la editorial Pre-Textos.
De obra, ya digo, copiosa, Claros se publicó por vez primera en 1986 y sus textos, rigurosos y nada complacientes, cobran forma de prosa poética. Aranda afirma, y con razón, que "su credo estético es la desnudez" (que a uno le recuerda la poesía del último Valente) y Manuel Frías Martins aludió a una "poesía de la interrogación afirmativa".
"Donde acaba Pessoa, comienza Ramos Rosa", afirmó en su día, con la reconocida autoridad que le caracteriza, Eduardo Lourenço, lo que no es decir poco.
De obra, ya digo, copiosa, Claros se publicó por vez primera en 1986 y sus textos, rigurosos y nada complacientes, cobran forma de prosa poética. Aranda afirma, y con razón, que "su credo estético es la desnudez" (que a uno le recuerda la poesía del último Valente) y Manuel Frías Martins aludió a una "poesía de la interrogación afirmativa".
"Donde acaba Pessoa, comienza Ramos Rosa", afirmó en su día, con la reconocida autoridad que le caracteriza, Eduardo Lourenço, lo que no es decir poco.