Como en el reciente caso de Mario Vega, de nuevo llega a este rincón otra poeta asturiana con su primer libro publicado por Valparaíso. Se trata de Rocío Acebal (Oviedo, 1997), estudiante de Doble Grado de Derecho y Ciencias Políticas en la Carlos III, y la obra se titula Memorias del mar. Acebal ha colaborado en las revistas habituales del grupo de asturianos que con tanta frecuencia mencionamos últimamente y ha participado en las lecturas que tienen lugar en Valdediós. Precisamente José Luis García Martín firma la nota de la contracubierta donde leemos: "Rocío Acebal entra con pie firme en el país de la literatura". "Ha aprendido a escuchar antes de pretender ser escuchada, a leer antes de aspirar a ser leída. Por eso -continúa- Memorias del mar, al contrario que tantos primeros libros, es algo más que un esperanzado borrador". Javier Egea y Emily Dickinson, con sendas citas, abren un listado de epígrafes que se multiplican a lo largo del libro. Con los nombres de quienes han guiado esta primera entrega: Yeats, Pessoa, Donne, Gil de Biedma, Auden, Eliot, Brines, su paisano Ángel González, Felipe Benítez, Marzal... En efecto, esta mujer ha leído. Y ha vivido, aunque por obvias razones de edad no sea mucho. No lo parece, cabe precisar. Por la madurez de sus versos, sí, pero también porque juega con una memoria de largo recorrido, tal vez porque cuenta historias de las que no es en rigor protagonista, o lo es en diferido, gracias a la ficción literaria. No en vano el penúltimo poema está dedicado, con sorna, a "los poetas sinceros"; "versificadores" los llama Martín.
Lo cierto es que estamos ante una historia de amor y, por más que sea innecesario adjetivarlo, de un amor lésbico, lo que nos retrotrae al origen de la poesía, o casi, a la misma tierra que habitó Safo y, siglos después, Cavafis, otro poeta de cabecera de Acebal. Así, en "La poeta, tras leer el poema que su amada le dedica", dice: "Más vale el sincretismo / certero de tus ojos / que todas las imágenes / de la manida rosa". Y todo porque, leemos en otro sitio, "Aquello concebido en el amor / no temerá jamás la rabia humana".
Lo que más me ha llamado la atención, con todo, es el tono que logra trasladar al lector: algo entre lo furtivo y lo delicado, entre la fragilidad y la vergüenza (palabra que usa con frecuencia), entre la timidez y el titubeo. Ese ámbito sutil que se expresa con un lenguaje efectivo, sí, pero en penumbra.
Dije amor y, claro, quise decir también desamor y pérdida: "El amor juvenil / es artificio / temprano de un complejo". O: "Todo el pasado es dicha fraudulenta". Allí, sin embrago, sigue perdurando la memoria de una playa, en Calafell, cuando "el mundo era un poema de Barral / leído únicamente por nosotras".
Si bien la brevedad es norma (esta poética lo exige), hay poemas extensos, como "La mujer baldía", que no deja de abundar en lo femenino como asunto de vital importancia en torno a lo cual gira aquí casi todo. En "Imagen de los siglos", otra mujer: la madre: "Lo comprendo: conozco este lugar, / estuve aquí / en ojos de mi madre; / ha llegado mi turno, / es la hora / del llanto y la afonía".
Por encima de "la emoción / vacía de unos versos predecibles", Rocío Acebal consigue convencernos. Asentimos con ella en la cita final, de Borges: "Ya no será feliz. Tal vez no importa".
EL CÍRCULO
Lo cierto es que estamos ante una historia de amor y, por más que sea innecesario adjetivarlo, de un amor lésbico, lo que nos retrotrae al origen de la poesía, o casi, a la misma tierra que habitó Safo y, siglos después, Cavafis, otro poeta de cabecera de Acebal. Así, en "La poeta, tras leer el poema que su amada le dedica", dice: "Más vale el sincretismo / certero de tus ojos / que todas las imágenes / de la manida rosa". Y todo porque, leemos en otro sitio, "Aquello concebido en el amor / no temerá jamás la rabia humana".
Lo que más me ha llamado la atención, con todo, es el tono que logra trasladar al lector: algo entre lo furtivo y lo delicado, entre la fragilidad y la vergüenza (palabra que usa con frecuencia), entre la timidez y el titubeo. Ese ámbito sutil que se expresa con un lenguaje efectivo, sí, pero en penumbra.
Dije amor y, claro, quise decir también desamor y pérdida: "El amor juvenil / es artificio / temprano de un complejo". O: "Todo el pasado es dicha fraudulenta". Allí, sin embrago, sigue perdurando la memoria de una playa, en Calafell, cuando "el mundo era un poema de Barral / leído únicamente por nosotras".
Si bien la brevedad es norma (esta poética lo exige), hay poemas extensos, como "La mujer baldía", que no deja de abundar en lo femenino como asunto de vital importancia en torno a lo cual gira aquí casi todo. En "Imagen de los siglos", otra mujer: la madre: "Lo comprendo: conozco este lugar, / estuve aquí / en ojos de mi madre; / ha llegado mi turno, / es la hora / del llanto y la afonía".
Por encima de "la emoción / vacía de unos versos predecibles", Rocío Acebal consigue convencernos. Asentimos con ella en la cita final, de Borges: "Ya no será feliz. Tal vez no importa".
EL CÍRCULO
La sábana escarchada de la arena
en tu mirar refleja el desgastado
recuerdo de otra aurora: el verde prado
testigo de pasión, la luna llena,
un cigarro, los gritos, tu melena,
su aliento de caballo desbocado;
de pronto, la tormenta del pasado
y tu rostro teñido por la pena.
Entonces, -sin ti- al paso de los años
un venturoso idilio en otra orilla,
una radio de fondo, el mismo tema;
el antiguo deseo, un gesto huraño,
los restos de salitre en mi mejilla,
la memoria del mar y este poema.
en tu mirar refleja el desgastado
recuerdo de otra aurora: el verde prado
testigo de pasión, la luna llena,
un cigarro, los gritos, tu melena,
su aliento de caballo desbocado;
de pronto, la tormenta del pasado
y tu rostro teñido por la pena.
Entonces, -sin ti- al paso de los años
un venturoso idilio en otra orilla,
una radio de fondo, el mismo tema;
el antiguo deseo, un gesto huraño,
los restos de salitre en mi mejilla,
la memoria del mar y este poema.