En 2000 publicó José Mateos (Jerez de la Frontera, 1963), en su editorial de siempre, Canciones. Ahora, y de nuevo en Pre-Textos, ve la luz Otras canciones un libro que tiene mucho que ver con otro, de prosas, que ya comentamos en este rincón, Un año en la otra vida. Lo explica Mateos en "Antes, unas palabras", la nota que abre el volumen que nos ocupa. "Un poema -escribe- es siempre inevitable" y eso parece cuando leemos los que aquí reúne. Con aires de apunte. Con esa serena y delicada fragilidad, siquiera aparente, que caracteriza la manera de proceder del gaditano. Como en aquel otro libro, no faltan en éste "el sufrimiento, las pérdidas, las decepciones". Están, eso sí, "por una razón de amor", aclara.
Gratitud es un sentimiento inseparable de esta poética que pretende abrir, en los "muros del idioma", "agujeritos por donde entra un hilo de claridad, un filillo de una luz que no parece de este mundo". Y concluye: "quise soñar con la posibilidad de escribir unos poemas tan sencillos, tan desnudos, que parecieran invisibles". Y en efecto, por entre la niebla -ese fenómeno, al tiempo que una suerte de metáfora, que a Mateos tanto le gusta-, surgen esas canciones con un pie en la palabra y otro en el silencio, al que rozan.
Versos esenciales, por su simple verdad. En "Llueve" leemos: "Y por fin / todo está bien: // no saber nada, / saber / que no hay nada que saber".
"Lecturas" titula la segunda parte. Y ahí, un viejo romance, la Odisea, Dickinson, Nietzsche, Sófocles (y Edipo), Weil (y Dios), Chéjov, Holan (y la nieve), Pasolini y Corintios: "El amor es un ciego / descenso hacia lo alto".
Aunque otra de las secciones lleve por título "Apuntes del natural", todos lo son. Se fija en plantas, flores, árboles, pájaros, insectos... El girasol, el jilguero, la luciérnaga, el pino...
Tampoco falta la pintura (él es pintor). En "Paseo por el Museo del Prado": Murillo, Zurbarán, Tiziano, Velázquez, Goya...
Ni la música, los atardeceres, Trafalgar, las ruinas de Bolonia, el gallo de Grazalema...
Ni palabras clave como Dios o fuego. Y todo en un tono que se acerca al de la acción de gracias (ya se anotó) y, en consecuencia, a la oración, en sentido lato.
Otra metáfora define bien a esta poesía y a quien la escribe: la de la hoja de la caña: "deja que el aire te venza, / despídete de este mundo / con esa delicadeza".
Cierra el libro otra canción: "Después, de muchas formas / y en muchas ocasiones / te he esperado, Palabra / aún por decir, que dice / y no dice, que sabe / lo que nunca se sabe".