Ya informó El Cultural de que el poeta y dramaturgo Pablo Fidalgo ha estrenado en Lisboa, en el Teatro Nacional de Portugal, Daniel Faria, una obra sobre la vida del malogrado poeta y monje portugués, un nombre capital de la literatura lusa.
Ya comentamos aquí sus dos primeros libros, Explicación de los árboles y de otros animales y Hombres que son como lugares mal situados. Pues bien, Ediciones Sígueme acaba de publicar una tercera entrega de su poesía, De los líquidos, que ya fue por desgracia un libro póstumo, publicado dos años después de su mortal accidente. La traducción, como en los dos anteriores, es del extremeño Luis María Marina.
En la nota editorial leemos: "En algún momento, mientras el joven novicio ponía por escrito los poemas que verían la luz tras su inesperada muerte, pasó por su cabeza titular el libro De las cosas que sé del cielo. Aquella frase encerraba una profunda certeza: que las poesías agrupadas en el nuevo volumen ya no procedían de lo sabido y experimentado, sino de un sencillo misterio que se abría paso en el interior de aquel aprendiz de contemplativo".
Al final, ya se ve, el libro adoptó otro rótulo, el de "la materia que más abunda en un ser vivo y que hace posible que viva". El ideal, acaso, para una obra que pertenece, aun sin quererlo, a esta sociedad líquida que percibió Bauman.
Cuando lo lea, ya está encima de la mesa, diré en este rincón algo de él. Lo que importa, como reclamaba Irazoki, es que tenemos traducidos sus tres libros mayores al español, un hecho que debemos agradecer a su traductor, Marina, sin duda, pero también a esta modesta editorial religiosa con sede en Salamanca que, me consta, está muy satisfecha de su primera incursión poética, a pesar de que la repercusión y la acogida no hayan sido las esperadas. Es poesía, amigos. Pero tranquilos, como dejó dicho Hipócrates, el arte es largo. Más éste. Faria de nuevo, grande notícia!
En la nota editorial leemos: "En algún momento, mientras el joven novicio ponía por escrito los poemas que verían la luz tras su inesperada muerte, pasó por su cabeza titular el libro De las cosas que sé del cielo. Aquella frase encerraba una profunda certeza: que las poesías agrupadas en el nuevo volumen ya no procedían de lo sabido y experimentado, sino de un sencillo misterio que se abría paso en el interior de aquel aprendiz de contemplativo".
Al final, ya se ve, el libro adoptó otro rótulo, el de "la materia que más abunda en un ser vivo y que hace posible que viva". El ideal, acaso, para una obra que pertenece, aun sin quererlo, a esta sociedad líquida que percibió Bauman.
Cuando lo lea, ya está encima de la mesa, diré en este rincón algo de él. Lo que importa, como reclamaba Irazoki, es que tenemos traducidos sus tres libros mayores al español, un hecho que debemos agradecer a su traductor, Marina, sin duda, pero también a esta modesta editorial religiosa con sede en Salamanca que, me consta, está muy satisfecha de su primera incursión poética, a pesar de que la repercusión y la acogida no hayan sido las esperadas. Es poesía, amigos. Pero tranquilos, como dejó dicho Hipócrates, el arte es largo. Más éste. Faria de nuevo, grande notícia!