Josep M. Rodríguez
Hiperión, Madrid, 2017. 76 páginas.
El filólogo Josep M. Rodríguez (Súria, 1976) es
autor de Las deudas del viajero, Frío, La caja negra, Raíz, Arquitectura yo y Ecosistema, varios de ellos premiados en distintos concursos.
También del ensayo Hana o la flor del cerezo, de la
antología Yo es otro. Autorretratos de la
nueva poesía, así como de la traducción de Poemas de madurez, de Kobayashi Issa.
Con Sangre seca consiguió el Ciudad de Córdoba. Presidía el jurado,
veinticuatro ediciones después, García Baena.
El primer poema del libro
termina: “Poesía, / sangre seca”. Un adjetivo que bien podría aplicarse al tono
de aquélla: sintético, entrecortado, fragmentario, elíptico: “Me reconozco en
lo que está incompleto”. Ajustado, sobre todo, a un modo de decir que se mueve
entre la descripción y el aserto, el aforismo y la epifanía. Propio de un
admirador de la poesía japonesa. “Anoto cuanto veo”, escribe. El lenguaje de
alguien que, según su epiloguista, Joan Margarit, “piensa sus poemas desde la
propia poesía”, logra hacer de estos “un brillante ejercicio de realismo” y cuyo
método consiste en “buscar la propia voz precisamente en la tradición”. Tal vez
porque “conoce a fondo su oficio”. Hay mucho de intertextualidad en estos poemas
que lo mismo citan (Joyce, Dickinson y Aleixandre), parafrasean (a Eliot, Lope,
Gil de Biedma, Dostoyevski) o dialogan (con Bishop, Lowell, Lorca, Huidobro o Rich).
Imágenes sorprendentes,
comparaciones imaginativas, filtran, en medio de una atmósfera urbana, las
ideas que Rodríguez muestra. Nel mezzo
del cammin, que diría Dante, cuando la memoria de lo que uno fue empieza a
pesar sustancialmente sobre lo que uno en realidad es. Realidad y deseo.
Desengaño. “El pasado se exilia”, escribe. También: “Los recuerdos son olas, /
siempre vuelven”. Y: “los instantes que no recuerdas / ¿han sido tu vida?”. No
por nada cita al pintor Degas: “dibujar lo que no se ve sino en la memoria”.
¿Ideas? Sentimientos y
pensamientos, a veces paradójicos, en torno al amor, la muerte o la identidad:
“Llegué a la vida para decir yo”. “No dejo de ser yo / en todo lo que veo”.
“No hay tema más extenso que la
infancia”, leemos, a la que dedica poemas como “Material infancia” o
“Educación”.
Un poema en catalán (que él mismo
traduce) incorpora al discurso “la llengua de la mare / i la llengua del pare”.
Un verso resume su poética: “oscuro el corazón, el verso claro”. Una imagen la
respalda: “La vida es una casa donde solo hay jardín”. Pura “intemperie”.
Nota: La reseña del libro de Josep M. Rodríguez se publicó en El Cultural el pasado viernes, 5 de mayo.