De Juan Marqués (Zaragoza,
1980), crítico literario, ensayista, estudioso
de Luys Santa Marina (al que dedicó su tesis doctoral, dirigida por José-Carlos
Mainer, y del que editó una antología: En el alba no hay dudas),
sus lectores llevábamos tiempo esperando una nueva entrega poética, aunque lo
suyo, ya se ve, no es la velocidad, sino la lentitud, algo lógico si tenemos en
cuenta lo que escribe y cómo lo escribe. De ahí la sorpresa al recibir Blanco roto en la siempre
preciosa edición de La Cruz del Sur de
Pre-Textos, con viñeta en la cubierta de Guillermo Trapiello. Este
es su tercer libro de poemas, tras Un
tiempo libre (2008) y Abierto (2010).
Me
llamó hace años la atención el nombre de Juan Marqués porque su ópera prima (que
publicó la granadina Comares) estuvo mucho tiempo en una de las poco fiables listas
de libros de poesía más vendidos. Eso era antes de que llegaran Frida, sastres y marwanes. No obstante, no recordaba haberme encontrado con ninguna
reseña sobre aquella obra. Leí la segunda, Abierto (ya en
Pre-Textos), y me sorprendió gratamente. La suya era y es una poesía sobria,
escueta, clara, serena, delicada, que dice más por lo que sugiere que por lo
que expresa. También de una frescura destacable. De las tradiciones, sí, pero,
precisamente por eso, de su tiempo, que es el nuestro.
Blanco
roto se lee, como quien
dice, en un periquete. Tiene pocos poemas y son breves. Y además su claridad es
manifiesta. Sin embargo, cuántos libros de muchas más páginas y cuántos poemas verborreicos le han dicho a uno infinitamente menos
que este puñado de versos. Además, apenas lo cierras ya estás con ganas de
abrirlo de nuevo, porque, entre otras razones, esta poética esconde un misterio
que a la primera puede pasar desapercibido.
La delicadeza, sutil forma de la
elegancia, caracteriza una poesía, ya se dijo, más sugerente que
afirmativa.
"Nada sobra. Todo está en
equilibrio", leemos, con guiño guilleniano, en el primer poema, "Principios".
Termina cuando alguien le dice que hablen "de otra cosa", que es como
se titula la segunda parte. Se abre con "Canción": "Cree en mí,
realidad, / igual que yo te acepto como eres. // Sé que te tengo, alma, /
pero por fuera. // Cuida de mí, canción. / Di lo que yo no pude
/ cuando puedas." Y luego, en "No hablo de mí": "Nunca
quise sorpresas. / Me basta con estar, saberme aquí / sentirme limitado y
adoptar la costumbre / de existir sin disfraces / y sin sobreactuaciones".
Se escribe como se es, dijo alguien, lo que aquí se pone de manifiesto.
En "Postal de
Pontevedra" escucha uno en sordina -parece un sutil homenaje- la voz de
otro poeta, Juan Manuel Bonet, al que Marqués ha editado recientemente, nada menos que su poesía completa.
A veces el poema se adelgaza hasta casi
desaparecer: "En el Vips de la calle Velázquez": "Una chica
metiendo hielo y flores / en una bolsa roja".
"El cielo de Madrid" cierra
esta serie y su último verso es: "el cielo de mis hijos". A ellos
dedica la parte siguiente. A Bruno y a Vera ("niña totalitaria" la
denominó en cierta ocasión irónicamente), con sendos poemas que llevan sus
nombres por título. No es fácil escribir sobre los hijos. Para "volver a
recorrer toda la infancia / desde la perspectiva del amor". Las emociones
pueden traicionar al más curtido. No es el caso. Además, siempre puede
salvarnos la mencionada ironía, como en "El día en que Bruno destrozó mis
Valentes", o la ternura, con una nana.
"Perspectivas" contiene poemas
excelentes: "Epitafio", "Plaza de pueblo",
"Reencuentro", "Acuario"...
"Blanco roto", con cita previa
de Emily Dickinson, poeta de cabecera de Marqués (o eso parece), cierra un
libro sencillo, conciso y logrado del que copio un poema, que es también una
poética:
EPITAFIO
Sólo le interesó la poesía
y en ella obtuvo todo lo que importa:
el amor, el orgullo, la alegría.
Convicciones y dudas. Movimiento.
No le compadezcáis:
prefirió estar tranquilo a ser feliz
y eso lo convirtió en literatura.
Nota: Esta reseña ha aprecido publicada en el primer número de la revista Crátera.
Nota: Esta reseña ha aprecido publicada en el primer número de la revista Crátera.