Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 1941)
tiene una extensa bibliografía a sus espaldas. Destaca como narradora y poeta.
Desde 1972, cuando tuvo que exiliarse, reside en España, en la ciudad de Barcelona.
Dejó en su país natal una prometedora carrera docente y varios libros
publicados, entre ellos su ópera prima poética, Evohé
(1971).
Ahora, la editorial Visor, cada vez más atenta a la poesía femenina, publica
una oportuna y amplia antología de su obra, La barca del tiempo, donde
encontramos poemas de sus libros Descripción de un naufragio (1974), Diáspora
(1976), Estado de exilio (2003), Lingüística general (1979), Europa
después de la lluvia (1987), Babel bárbara (1990), Otra vez Eros (1994),
Aquella noche (1996), Inmovilidad de los barcos (1997), Las
musas inquietantes (1999), Estrategias del deseo (2004), Habitación de hotel (2007), Playstation (2009) y La noche y
su artificio (2015). Sólo faltan muestras de su última entrega, Las
replicantes (2016). Son 44 años de poesía.
La selección
de los poemas y el prólogo corresponden a Lil Castagnet, especialista en la
obra de la uruguaya. En su informada y pertinente introducción subraya la
importancia de la intensidad y la emoción en su poesía, “en cualquiera de sus
registros”. También resalta su musicalidad y su ritmo, dotado de una “gran
sonoridad”. Alude también a lo que uno denominaría su sensualidad. “Leerla,
dijo Elena Poniatowska, es una invitación al placer”.
Según Castagnet,
ya Evohé “encierra la clave de casi toda su poesía”. Destaca su
capacidad transgresora, gracias a esa relación entre las mujeres y las palabras,
que ocasionó un llamativo escándalo (el libro llevaba por subtítulo “Poemas
eróticos”) en la sociedad uruguaya de su tiempo. “Las mujeres son todas
pronunciadas / y las palabras, son todas amadas”, escribió allí. “El erotismo
es el camino que lleva a la eternidad, a la trascendencia”, dijo después en el
prólogo a su Poesía reunida que publicó Lumen en 2005.
El exilio
marca no sólo un punto y aparte en la vida de Peri Rossi, sino que se convierte
en un tema central de su poesía. Una poesía, cabe añadir, muy apegada a la
existencia de su autora y, en consecuencia de tono autobiográfico. Descripción
del naugrafio, escrito en Montevideo en 1972, el año de su destierro, marca
el punto de inflexión. A éste le seguirán dos títulos que tienen esa
circunstancia como núcleo: Diáspora y Estado de exilio, que, si
bien fue publicado en 2003, se escribió entre 1973 y 1975. “Tengo un dolor aquí
/ del lado de la patria”, leemos. Y: “El exilio es comer moral, compañero”. Exilio que significó supervivencia, claro, pero
también “desgarramiento”. Nos salva, dice ella, el “impulso libidinal”, la
libido, lo que no deja de ser un argumento de peso para justificar la importancia
que el sexo tiene en la poética de quien se califica como “mujer deseante”. En
su poesía y en su vida que, como dijimos, son una y la misma cosa. Por eso su
lenguaje –que nunca descuida, que es tanto o más importante que todo lo demás
ya que los poemas se construyen con palabras, no con ideas– es directo,
sencillo, de sesgo conversacional y hasta prosaico. De una narratividad
evidente. Un lenguaje que no rehúye la metapoesía, la reflexión sobre sí misma,
tal en Lingüística general. Peri
Rossi, desde la paradoja, dice: “El poeta no escribe sobre las cosas / sino
sobre el nombre de las cosas”, pero también: “Las palabras no pueden decir la
verdad”. Y concluye: “la única compañía que no falla: / las palabras”. Un lenguaje, ya se dijo,
indefectiblemente unido a ese concepto, digamos, de mujer. Escribe (y habla, merced
a la oralidad) desde ahí. Siempre con
melancolía. De su lugar natal (“una ciudad triste”), por ejemplo: “¿Existió
alguna vez una ciudad llamada Montevideo?” “Para recordar / tuve que partir”
Porque los exiliados “sueñan con volver a un país que ya no existe”. Viajera
sucesiva (“Mi casa es la escritura”, “siempre en tránsito”), ha escrito: “Mi
primer viaje / fue el del exilio”. Ostracismo y lenguaje se unen en uno de sus
títulos más arriesgados: Babel bárbara,
donde se impone el juego verbal.
Dije
mujer y en ella, en ellas, las mujeres, “antepasadas mías”, se centra Otra vez Eros, un libro donde aparecen
temas como el SIDA y donde el amor, que va más allá del erotismo y del deseo
(léase “Fetiche” y “El amor existe”), otro de los asuntos sustanciales de esta
poesía, aflora con toda su intensidad. De Aquella
noche selecciona Castagnet “Historia de un amor”, con su estribillo: “Para
que yo pudiera amarte…”
Y
de nuevo la tristeza: “Sobrevivir también es una nostalgia / de no haber muerto
todavía”. Más adelante, en Inmovilidad de
los barcos, escribe: “Con la felicidad no se puede hacer nada”. El título
del poema: “Alegría de vivir”.
En
Las musas inquietantes, obra
consagrada a la pintura, encontramos: “Aquello que los hombres matan con
violencia / las mujeres domestican con dulzura”.
Aunque
en sus versos apenas si hay referencias espaciales, Barcelona (“Barnanit”) es
el sitio desde donde mira, podríamos decir. Por eso su poesía es urbana, un
rasgo muy significativo de su manera de proceder. Y nocturna, de ahí lo de
“nit”: “Amo la noche y su artificio”.
Aludimos
antes a lo autobiográfico pero no por eso podemos olvidar, forma parte de su
carácter narrativo, que “las vidas son siempre noveladas, novelerías”. Ficción,
por tanto. «”Todo lo conviertes en literatura”, / me reprochas llorando»,
escribe.
Internet
y la vida actual están muy presentes en sus versos, en especial en el libro con
el que ganó (era la primera mujer que lo conseguía) el premio Fundación Loewe: Playstation; a mi modo de leer, acaso el
menos logrado de los suyos.
El
psicoanálisis es otro asunto recurrente, muy propicio para destacar otro aspecto
de la poesía perirrossiana, la ironía (cuando no el sarcasmo) que usa con
soltura.
No
creo que sea casual que el último poema de la antología se titule “Condición de
mujer”, ni que la última palabra sea (por las mártires de Ciudad Juárez)
“JESUSCRISTAS”.
Nota: Esta reseña ha sido publicada en el número 123 de la revista Turia.
Nota: Esta reseña ha sido publicada en el número 123 de la revista Turia.