Antonio Cáceres (Madrid, 1960) es sin duda un poeta secreto. Los hay, excelentes, que lo son a pesar de haber publicado varios o incluso muchos libros y otros, como él, que sólo es autor de tres, lo que acentúa esa condición. Ni siquiera he logrado un retrato suyo en Internet cuando buscaba una ilustración para esta nota.
Tras Vuelta de hoja (que ganó el premio Esquío), de 1992, y Lagar de San Antonio (que publicó en La Veleta, y no es casualidad, Trapiello), llega Tono menor. Aparece, y tampoco por accidente, en la colección de poesía que dirige José Mateos para Libros Canto y Cuento, patrocinada por la empresa DKW.
Se podría decir que lleva uno toda la vida detrás de la poesía de este autor y que sólo ahora, a la tercera, ha ido la vencida. Y no me ha defraudado. Al revés. Si hay algo en este libro es verdad, desde el título. Un verso dice: "una música antigua que es humilde". Podría resumir su poética. La propia de una poesía en sordina. De línea clara: Cuando el poema se oscurece / pomposamente, o sobran las palabras, / me recuerdan la máxima de claridad, limpieza. Donde la naturaleza civilizada -la del jardín de una casa de campo, por ejemplo- se puebla de flores, árboles y pájaros. Nada nuevo, sin duda, pero en poesía la novedad cuenta poco. Basta con ver algunas moderneces. Y digo ver, porque leer...
La melancolía tiñe estos poemas y no en vano uno se titula "Al cumplir cincuenta y tantos". Con todo, no es la tristeza lo que predomina, sino la celebración mesurada de la existencia, esa horaciana aurea mediocritas, el tópico de la "dorada medianía" que tan bien se inserta en el clasicismo de esto versos.
Sin ser Stevens, se pregunta no pocas veces el poeta por la poesía, uno de sus temas fundamentales. En "Primeros poemas", por ejemplo.
Hay también mucho de memoria. De recuerdos: "Ahora, como entonces", "Una casa a beira do mar", "La galería", "Del laurel de Trujillo", "Volver"...
Lo autobiográfico, digamos, está en el origen de estos versos. En "Despecho del tiempo", pongo por caso, un "autorretrato". Uno, el otro, el mismo.
Me ha gustado mucho el poema "En el Café Calisaya". O "Escondite en el reino". Y los de la segunda parte, muy breves, a los que se unen otros de la primera tan escuetos y certeros como esos. Uno dedicado a Gaya, otro al levante. Entre ellos, un par de canciones (de invierno y de agosto) que nos devuelven el gusto por lo popular y genuino.
Vaya como muestra del quehacer de Cáceres este soneto.
AL CUMPLIR CINCUENTA Y TANTOS
Sin darme cuenta, llega este cansancio
que no produce angustia. Estoy tranquilo
frente al fracaso más profundo y mío
que, si no es dulce, no es tampoco amargo.
Ya no protesta el corazón cansado,
pero sigue doliendo su latido.
Constante su ebriedad, fiel a sí mismo,
aunque sin esperanza ni cuidado.
Pasa en vano la edad, los sueños ceden
a su visión que no refleja el mundo.
Y ahora sé que es justo que así sea.
Y sé que esto es la vida: un brillo breve,
luz de un paisaje que se vuelve oscuro.
Que mis años se pierdan en la niebla.
Se podría decir que lleva uno toda la vida detrás de la poesía de este autor y que sólo ahora, a la tercera, ha ido la vencida. Y no me ha defraudado. Al revés. Si hay algo en este libro es verdad, desde el título. Un verso dice: "una música antigua que es humilde". Podría resumir su poética. La propia de una poesía en sordina. De línea clara: Cuando el poema se oscurece / pomposamente, o sobran las palabras, / me recuerdan la máxima de claridad, limpieza. Donde la naturaleza civilizada -la del jardín de una casa de campo, por ejemplo- se puebla de flores, árboles y pájaros. Nada nuevo, sin duda, pero en poesía la novedad cuenta poco. Basta con ver algunas moderneces. Y digo ver, porque leer...
La melancolía tiñe estos poemas y no en vano uno se titula "Al cumplir cincuenta y tantos". Con todo, no es la tristeza lo que predomina, sino la celebración mesurada de la existencia, esa horaciana aurea mediocritas, el tópico de la "dorada medianía" que tan bien se inserta en el clasicismo de esto versos.
Sin ser Stevens, se pregunta no pocas veces el poeta por la poesía, uno de sus temas fundamentales. En "Primeros poemas", por ejemplo.
Hay también mucho de memoria. De recuerdos: "Ahora, como entonces", "Una casa a beira do mar", "La galería", "Del laurel de Trujillo", "Volver"...
Lo autobiográfico, digamos, está en el origen de estos versos. En "Despecho del tiempo", pongo por caso, un "autorretrato". Uno, el otro, el mismo.
Me ha gustado mucho el poema "En el Café Calisaya". O "Escondite en el reino". Y los de la segunda parte, muy breves, a los que se unen otros de la primera tan escuetos y certeros como esos. Uno dedicado a Gaya, otro al levante. Entre ellos, un par de canciones (de invierno y de agosto) que nos devuelven el gusto por lo popular y genuino.
Vaya como muestra del quehacer de Cáceres este soneto.
AL CUMPLIR CINCUENTA Y TANTOS
Sin darme cuenta, llega este cansancio
que no produce angustia. Estoy tranquilo
frente al fracaso más profundo y mío
que, si no es dulce, no es tampoco amargo.
Ya no protesta el corazón cansado,
pero sigue doliendo su latido.
Constante su ebriedad, fiel a sí mismo,
aunque sin esperanza ni cuidado.
Pasa en vano la edad, los sueños ceden
a su visión que no refleja el mundo.
Y ahora sé que es justo que así sea.
Y sé que esto es la vida: un brillo breve,
luz de un paisaje que se vuelve oscuro.
Que mis años se pierdan en la niebla.