"¿Es la poesía un remanso de calma, lejos de esas realidades?", se preguntaba, retóricamente, el poeta norteamericano de origen serbio Charles Simic en su ensayo "Poesía e Historia", recogido en un libro que me tiene atrapado: La vida de las imágenes (Vaso Roto). Aludía a las realidades de los refugiados, los desplazados o los perseguidos por sus ideas políticas o religiosas. Añade: "Un poeta que se empecina en ignorar los males y las injusticias que son parte integrante de su propia época vive en el paraíso de los necios". No es el caso de José Luis Gómez Toré (Madrid, 1973) y lo demuestra a las claras en su libro Hotel Europa (La Isla de Siltolá). Desde el primer poema, "Acampados", que forma parte de la serie "Historia universal". La guerra, los fusilamientos, Ciudad Juárez, Mozambique... Signos y lugares de "este tiempo adicto a las catástrofes": El poema "Recordando al enfermero Whitman" termina: "En el centro, la herida", por más que "Las palabras levantan / un hospital precario, / un refugio irrisorio /que dobla la intemperie". "El exceso de porvenir enferma", leemos. Tras un "interludio grotesco" de aire vanguardista, "El teatro anatómico del doctor Cirlot", ya en "Hotel Europa", Gómez Toré escribe: "Para otros las fronteras". Aquí un poema de incuestionable actualidad: "Cuelgamuros". Y otro de título elocuente: "Antonio Machado medita sobre el suicidio en Portbou": "Son arduos los idiomas". Luego dedica otro a Cernuda, al destierro como "pura certeza de estar solo".
"La poesía es el resto", afirma en "Cada día", y añade: "la democracia es lo que queda en los márgenes". Y a ella le dedica el siguiente poema. Uno en prosa, que da título al libro cierra este intensa meditación sobre el ahora. Allí dice: "Soy el último". Y concluye: "Todavía no he aprendido a callarme. Lo haré pronto".
Aprovecho para informar de la reciente aparición de otro libro suyo, de crítica y ensayo: Extramuros. Escritos sobre poesía (Libros de la Resistencia). Reúne artículos, reseñas y otros textos donde la poesía es, sí, protagonista. La de Hölderlin, Valente, Gamoneda y numerosos poetas contemporáneos. Según él, "Si la crítica literaria tiene algún sentido, es porque nos asoma a una alteridad, porque establece un diálogo con un mundo que es y no es el nuestro. De ahí también el riesgo de equivocarse. Nunca leemos desde una posición neutral. El crítico (como el poeta) escribe desde una historia, desde un lugar, desde una tradición o varias. Asumir el malentendido puede ser una forma fecunda de mantener abierta la propuesta de sentido que constituye todo texto. Crítica y poesía no dejan de ser dos modos de escritura que consisten, a menudo, en cultivar la propia perplejidad".