Conviene recordar que
en su bibliografía figuran dos libros en prosa que son en realidad de poesía,
por el asunto del que se ocupan y por la escritura que los caracteriza. Me
refiero a El cuenco de la
mano y La creación del
sentido.
Con una obra así de
extensa y, lo que más importa, de una sostenida y excelente calidad, cualquiera
podría pensar que estamos ante un poeta canónico, de los reincidentes en las
antologías generacionales y en los manuales, sin embargo, dista de serlo salvo
para un nutrido grupo, cada vez más amplio, de exigentes críticos y lectores
que esperan cada una de sus entregas con auténtico fervor. Lectores, añado, que
han comprendido no sólo el alcance de su obra, título a título, sino también la
singularidad de su apuesta, única en rigor dentro del panorama de la poesía
hispanoamericana de nuestro tiempo. La poesía de Sánchez, por muchas lecturas
que incluya (no estamos ante un poeta adánico), es la de alguien que ha
alcanzado una voz propia que identificamos, naturalmente, con los versos que
compone.
Cuesta creer que estos
se hayan tenido que imponer, libro a libro, a costa de premios y ayudas y no
por la soberana decisión de un editor. Pero eso, cuando tenemos sus poemas
delante, interesa muy poco y, además, acrecienta su consideración, pues se
trata de galardones de prestigio (Ricardo Molina-Ciudad de Córdoba, Tiflos, Gil
de Biedma, Unicaja, Extremadura a la Creación…), conseguidos limpiamente.
Pre-Textos, la
acreditada casa valenciana que ya publicara su tercer libro y La creación
del sentido, vuelve a apostar por
él e incluye en su catálogo, y en la más bonita de sus colecciones: La Cruz del
Sur, Esperando las noticias
del agua, que desde el rótulo comienza a inquietar al ávido lector que se
pregunta por el significado de esas misteriosas palabras. Y es que, digámoslo
pronto, misterio es la palabra que mejor define lo que el libro expresa. Su autor, que ha demostrado de sobra su
capacidad indagatoria y su inteligencia lectora, dice en una nota final: «Esperando las noticias del agua es un
poema único compuesto por cuarenta y ocho fragmentos que, de una forma
alegórica y utilizando como hilo narrativo el amor entre dos jóvenes,
reflexiona sobre la entereza y la perseverancia como únicas maneras de
sobrevivir al extravío ético de nuestras sociedades actuales.
Sin apenas anclajes geográficos o temporales, el poema
construye el escenario mítico de un paisaje rural en extinción para indagar en
las actitudes que, a modo de resistencia activa de carácter moral, nos pueden
ayudar a superar las inclemencias de una época que en muchos de sus aspectos
esenciales adolece de inanición y de sequía».
No siempre el que escribe es capaz de iluminar a quien lee
de esta manera. Tan elocuente, diría. Es este par de párrafos está bien
definida, no sólo la intención sino también el resultado de un libro tan breve
como intenso dedicado a una figura clave en su vida, y de esta obra: su mujer,
Maribel. Y eso porque el amor, ya se dijo, es uno de los pilares en los que se
asienta esta poética de la bondad que nunca pierde de vista ni la verdad ni la
belleza.
Confiesa Sánchez que a la música de Brahms le debe una
inspiración sobrevenida. Musical es, por su tono y su ritmo, esta poesía lenta
que, poco a poco, se va apoderando, a medida que avanza la lectura, de los
oídos de un lector que se deja llevar por su cadencia, digamos, callada. En lo
visual, otro componente imprescindible, la iluminación le vino de un óleo de
Millet: “Bergère avec son troupeau”.
Anoto estos detalles porque, como explicamos, el marco, lo
temporal y lo espacial (aunque aquí caben más los términos intemporal e inespacial), no se explicita, queda
sugerido, algo que añade misterio, de nuevo esa palabra, a los poemas. Ya en el
primer canto leemos: “Pero fui yo el que estuvo / sentado junto al pozo /
esperando las noticias del agua”. Desde el principio también, un ambiente
bíblico, que en fondo y forma, se acerca a lo religioso, por más que no estemos
ante ningún tipo de doctrina. O tal vez sí: la del humanismo, de genuino origen
cristiano, que viene siendo santo y seña de la poesía moral y consciente de
Basilio Sánchez desde su ópera prima.
Con sutileza, a través de un lenguaje altamente imaginativo,
que a rachas parece el fruto de la más elevada inspiración (aquella que linda
con la mística), alegórico en todo caso, construido con palabras comunes que
remiten a conceptos metafóricos y simbólicos complejos, como luz, fuego, noche,
pájaro, etc.; a seco golpe de aforismo (“El tiempo es la materia de los
árboles”, “La emoción es un temblor del sentido”, “El dolor es un drenaje
secreto”); en medio de un vislumbrado paisaje entre ameno y desértico, vegetal
y apocalíptico, propio de cualquier fin del mundo o del inicio de una nueva era;
“en los confines / de la ausencia de Dios”; entre ángeles rilkeanos (“Todos
necesitamos de consuelo”); dentro de la casa del amor (“Donde un hombre y una
mujer se aman / sin temor y sin cólera / siempre ha habido una casa”); dentro incluso
de los muros de una ciudad concreta (el Cáceres natal de Sánchez): “La ciudad
es hermosa / porque nunca dejó de ser secreta”, se obra el milagro. El de la
poesía, cuál si no. De donde surge, por encima de las ruinas, “el esplendor
modesto de su inmensa pobreza”, “el inmenso regalo de la vida”, “la alegría de
los tristes”. Porque “todo obedece a un orden / que ignoramos, / participa de
una vida secreta”. La que “nos enseña a soportar la intemperie”. Aquí, sí, “la
elegancia de lo invisible”: Lo secreto que “sobrevive sin agua”.
Esperando las noticias
del agua
Basilio Sánchez
Pre-Textos, Valencia, 2018.
Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 128 de la revista TURIA.