Todo el mundo sabe que hay acciones culturales realmente minoritarias cuyo éxito depende de que se haga entender a los agentes interesados el impacto social y económico que proyectan. Y por añadidura, que son fuente y plataforma primordial de los valores compartidos por la sociedad.
Tras dar a conocer el modelo peculiar de convenio con el que la Fundación Caja de Extremadura pretende ceder los fondos del Salón de Otoño de Plasencia (sin mención, por cierto, a los de Obra Abierta), Trazos del Salón se ve en la obligación de salir de nuevo a la palestra.
En lo que respecta a la justa y necesaria reivindicación de que Plasencia acoja y exponga esos fondos, un honesto empeño cívico que apoyan más de doscientas personas y entidades, es necesario apelar, sí, al localismo, siquiera sea en su sentido más genuino y menos dañino (el arte es por definición universal y sin fronteras), pues el acreditado concurso lo inició la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia y acerca de su definitivo destino ya se pronunció en su día la entidad en la que se integró, Caja de Extremadura, mediante múltiples manifestaciones de sus directivos en las que se comprometían a ubicar aquí la colección, y más concretamente en el antiguo convento de las Carmelitas, inmueble adquirido para ese uso.
Por eso reivindicamos la historia, el legado y la potencialidad que guarda este proyecto para la ciudad y toda las comarcas del norte extremeño. Y lamentamos que, no sin cierto cinismo, la Fundación pregone que ya se pueden contemplar obras en un centro cultural semicerrado o en los pasillos del hospital.
El Ayuntamiento, nos consta, aceptaría discutir las condiciones del extravagante convenio, pues no es acorde con el compromiso estatutario que tiene la Fundación con la sociedad extremeña en general y con la placentina en particular. Un convenio en el que, para sorpresa de propios y extraños, se admite explícitamente la cesión del uso y disfrute de esos bienes a personas físicas.
Y ya que lo mencionamos, conviene señalar la falta de apoyo y de diálogo de los patronos y directivos en la Fundación vinculados y residentes en esta ciudad. Una falta de aprecio y una irresponsabilidad tan reprochable como incomprensible.
A pesar de que se hace una discriminación en el citado convenio para acceder al usufructo de los citados fondos, recalcamos que Salón de Otoño y Obra Abierta van indefectiblemente unidos y son inseparables en la colección, como implícitamente reconoce la misma Fundación en un folleto editado con motivo de la muestra de ciertas obras en la red de Paradores. Ésta, formada desde los años ochenta mediante premios y adquisiciones, sólo tiene sentido en su conjunto y no como exhibición de piezas individuales, lo que sucede en la cesión a Paradores y, de forma explícita, en el convenio público recientemente convocado. Así se convierte en un elemento decorativo más, alejándose del interés cultural intrínseco que debe conservar.
Para apreciar su riqueza, fundada en la variedad de estilos y de técnicas, basta con mencionar los nombres de Dis Berlin, Fernández de Molina, Corujeira, Vega Ossorio, Morato, Carralero, Guimarães, Proença, Ciria, Patiño, Albano o Ludueña.
El proyecto emprendido por esta asociación Trazos intenta aportar soluciones que ayuden a conocer el legado de la institución Fundación Caja de Extremadura y, por fidelidad a la memoria y la voluntad de cuantos artistas han formado parte del mismo, persigue propiciar el disfrute de los ciudadanos en general. Se trata, en fin, de que, como venimos repitiendo con paciente insistencia, la colección Salón de Otoño/Obra Abierta sea expuesta en su conjunto de forma permanente, y que funcione como nexo integrador de un Centro de Arte que cuente con un discurso riguroso y estructurado.
Por otra parte, cualquiera entiende que esta colección ni puede ni debe exponerse de forma permanente en otro punto de Extremadura; no digamos en manos de particulares, como el convenio alegremente contempla.
Acerca de la ubicación de esos fondos, Plasencia cuenta con espacios que, debidamente acondicionados, podrían albergarlos. Así, sin ir más lejos, el edificio central de Liberbank reuniría las condiciones idóneas para acoger la exposición permanente y convertirse, de paso, en ese Centro de Arte que la ciudad demanda. Un emblemático edificio al que resultaría difícil darle otro uso. Téngase en cuenta lo que ha hecho Liberbank en Mieres, donde la entidad bancaria alcanzó un acuerdo con el Ayuntamiento para que el Centro Cultural de esa villa asturiana (antes Cajastur) siga cumpliendo la función social para la que fue concebido.
O los altos de la Plaza de Abastos, un recuperado espacio industrial de los años 30, también idóneo y que potenciaría el Centro Cultural Las Claras, con una integración casi perfecta. O, en fin, el previsto para el antiguo convento de las Carmelitas, por ahora malogrado y con las obras paralizadas.
MARÍA JESÚS MANZANARES, SANTIAGO ANTÓN Y ÁLVARO VALVERDE. ASOCIACIÓN TRAZOS DEL SALÓN
Publicado en el diario HOY.
Nota: La ilustración corresponde a la obra 'El entrenamiento', de Manuel Mediavilla Crespo, I Premio de Escultura del Salón de Otoño de Plasencia (Caja de Extremadura).