La crítica responsable,
a la que solía convocar en sus reseñas Miguel García-Posada, sabe desde hace
mucho que Jordi Doce (Gijón, 1967) es uno de los nombres imprescindibles del
panorama poético hispano. Que no haya sido reconocido con premios rimbombantes
ni forme parte de ningún departamento universitario ni dirija sede alguna del
Cervantes son anomalías que no deberían extrañarnos y que nada tienen que ver
con esa excelencia que, a pesar de lo obvio, no siempre se reconoce. En todo
caso, ya decía, su acreditada trayectoria, plena de lucidez e inteligencia, es
bien conocida por los lectores de este raro país parapoético.
Doctor en letras por la Universidad de Sheffield, lector de español en la
de Oxford, tras su paso por la revista Letras Libres o la editorial Vaso Roto, reside y trabaja en Madrid como editor (de Galaxia Gutenberg, por
ejemplo), traductor y profesor de escritura creativa.
Autor de ensayos
(Imán y desafío, La ciudad consciente, Las
formas disconformes, Zona de divagar y
La puerta verde) y libros de artículos, entrevistas, notas y aforismos (Hormigas blancas y Perros en la playa), Doce es, antes que nada, poeta. De libros como
Lección de permanencia, Otras lunas, Gran angular y No estábamos
allí (Premio «Meléndez Valdés»).
Inseparable de
su poesía, las traducciones, pongo por caso, de Blake, Eliot, Auden, Tomlinson,
Hughes, Hill, Simic, Auster, Burnside y Carson. Reunió una selección en Libro de los otros y la editorial inglesa Shearsman ha publicado,
en traducción de Lawrence Schimel, Nothing
Is Lost. Selected Poems y We Were Not
There (edición bilingüe de No
estábamos allí).
Hace cinco años
apareció la antología Nada se pierde. Poemas escogidos (1990-2015) en la colección La Gruta de las Palabras (PUZ). Acerca
de esos 77 poemas dijo en la nota final del libro: “Una antología no se compone
únicamente de los poemas que uno considera mejores o más logrados. Tiene que
haber otros criterios, que es como decir espacio para respirar y moverse sin
agobios: poemas que abren puertas o que exploran fugazmente este o aquel
territorio; poemas que dan variedad y rompen inercias; poemas que gustan a
lectores cercanos o de confianza; poemas, en fin, por los que uno siente un
afecto irracional”.
Otro florilegio, En la rueda de las apariciones. Poemas 1990-2019 (título que toma
de su poema “Huésped”), recoge en una espléndida edición 147 composiciones
divididas en siete apartados. Doce explica en una breve nota que “la selección
se ha hecho hacia atrás”, es decir, desde
los últimos poemas, “los que han dictado el tono
y el alcance del conjunto”. Cabe añadir que la muestra incluye más de veinte
inéditos. Poemas como “La deuda”, “Una carta”, “Secuela”, “Encuentro o
“Ficción” y la serie Estación término.
Pero no es esta la única novedad: “he planteado el libro –Doce dixit– como un box set musical en el que las piezas
familiares conviven con caras B, temas inéditos, rescates y mezclas
alternativas”. De ahí que algunos poemas vayan datados con dos fechas. Por esto
y porque ha sometido a corrección muchos de ellos (de reescritura podría, en
rigor, hablarse), estamos ante un libro nuevo,
incluso para quienes seguimos su obra desde el principio.
El prologuista,
Vicente Luis Mora, alude a cierta tradición poética que “piensa a través de la mirada”. Añade que estos son los versos de
alguien (“un trazado, una especie de callejero europeo”) que “va impregnándose
de lo mirado”. De sus poemas, Doce ha afirmado que “siempre se han volcado
hacia lo exterior”. “Como piensa el mirar”, leemos en “Diálogo en la sombra”. Y:
“Quien mira sabe / que algo le está mirando”. O: “Salgo a la calle. / Por primera
vez veo / lo siempre visto”.
“El puro
asombro” de lo que se observa de manera cotidiana le lleva a una suerte de
perplejidad permanente (“La extrañeza es una forma de atención”), de índole metafísica,
que impregna de sorpresa y misterio cuanto este “espectador” escribe y lo dota
de una atmósfera nórdica (con su luz “despaciosa”) e inquietante donde el miedo
(“el temor es mi asunto y mi silencio”) o la amenaza siempre acechan. Algo
propio “de quien ve más allá de lo mirado”. Se diría, sí, que su poesía,
parafraseándolo, “Es una disciplina, / un trato entre el mirar y lo mirado”. Materia
“de quien ve más allá de la mirada”.
“Lo universal es
lo que tenemos a mano”, si bien puede ser “tan extraño y opaco como un
meteorito. Solo hay que aprender a mirarlo, dejar que nos hable”, declaraba Doce,
a modo de concisa poética, hace poco en la revista Anáfora.
Por lo demás, Mora
acierta al señalar la clave de esta poesía “configural”, no “confesional”, en
la que aprecia distintas etapas: hasta Gran
angular (“oscura” la denominó Doce), desde ese libro hasta el último (“más
áspera, intuitiva”) y la que inaugura No
estábamos allí. Por simplificar, teniendo en cuenta su medular labor
traductora, al principio tal vez pesaban más Eliot o Tomlinson (lo meditativo) que,
más tarde, Simic o Carson.
Contenida, paradójica,
sobria, audaz, variada, elegante, escéptica, irónica, la escritura de Doce frecuenta
el poema en prosa y, más allá, la narrativa aforística y fragmentaria que proyecta
su poderosa imaginación con destellos de inspirado irracionalismo, aunque, a
pesar de las apariencias, “Nada de lo que ocurre es un sueño”.
Y todo expresado
con un ritmo peculiar, tan personal como su voz, porque es aquel “el que determina
la temperatura vital o anímica de ciertas palabras”, “asociado a ciertas sonoridades, a una atmósfera emocional”, como expuso en la
Fundación March.
“El destino soy
yo”, sostiene Jordi Doce. “Quien extravió la vida en recrearla / con secreta
pasión, al hilo de las palabras”. Ya que “tu afán es un enjambre de palabras /
que esculpen en el aire su derrota”. El que “puso en equilibrio su vida y sus
palabras”. Porque, en fin, “la poesía no es sólo el centro irradiador de mis
inquietudes –señaló en su poética “Una fidelidad”– sino también un modus operandi, una forma de estar en el
mundo y de proceder intelectual; un modo de pensar, en suma”.
En la rueda de las apariciones. (Poemas 1990-2019)
Jordi Doce
Ars Poética, Oviedo, 2019. 256 páginas.
Nota: Esta reseña se ha publicado en el número 135 de la revista Turia.