30.10.20

Soy monárquico

Este mismo año, unas semanas antes de aparecer el libro del que vamos a hablar, le concedían al periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán (Barcelona, 1957) el Premio Nacional de Periodismo Cultural. Un premio justo y merecido, sin duda. O eso piensa uno, que ha seguido su trayectoria profesional como director del suplemento Cultura/s del diario barcelonés La Vanguardia (que ya consiguiera en 2013 el Premio Nacional de Fomento de la Lectura), donde llegó en 1987 después de licenciarse en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona, de ampliar estudios en la Universidad de Boston con una prestigiosa beca Fulbright y de trabajar en la sección de Cultura de El Correo Catalán y El Noticiero Universal, sucesivamente.
Es autor de los libros ensayísticos Pasando página. Autores y editores en la España democrática, Crónicas culturales, Guia de la Fira de Frankfurt per a catalans no del tot informats, Código best seller y Otra Cataluña. Seis siglos de cultura catalana en castellano y de las novelas Una heredera de Barcelona, Estaba en el aire (Premio Nadal) El informe Casabona
Publica ahora y en la editorial Ariel Por qué soy monárquico, un libro donde aúna la reflexión y la autobiografía. "Me considero monárquico. Por razones objetivas, subjetivas y también familiares", dice al empezar. En torno a tres periodistas: su abuelo (Pablo Vila San-Juan), su padre (José Luis Vila-San-Juan) y él mismo (Sergio Vila-Sanjuán). (Nótese que cada uno ha escrito el apellido compuesto a su manera.)
No cabe duda de que el momento es de lo más oportuno, cuando se cierne sobre la institución una crisis profunda (debida, en buena parte, a las sospechosas actuaciones mercantiles de Juan Carlos I en los últimos años de su reinado y aun después, como rey emérito) y al tiempo que los partidos independentistas catalanes y Unidas Podemos, entre otros (que gritan o callan), pretenden tumbar a la monarquía y lo que ella representa, esto es, el espíritu constitucional del 78 y la consiguiente Transición de la dictadura de Franco a la democracia. 
Cuatro capítulos y un epílogo componen este libro breve, sencillo, bien escrito y armado al que no le falta el tono periodístico ni cierta modulación didáctica (ejemplificada en la coda o resumen que aparece al final de cada uno de ellos y en distinto tipo de letra). El primero, unido a la persona de su abuelo, "Un gentilhombre de Alfonso XIII"; el segundo, a la de su padre: "Juan III en Arenys de Mar"; el tercero y el cuarto, donde el protagonismo es sobre todo del propio autor, testigo de los hechos, "Juan Carlos I, el 92 y la ejemplaridad" y "Felipe VI, rigor y calidez", respectivamente; y el epílogo: "El sentido de la monarquía", que incluye el texto Mis razones para ser monárquico. A esto hay que sumar los agradecimientos y una bibliografía básica. 
En efecto, Pablo Vila San-Juan (1892-1982), gaditano de nacimiento, "un conservador con inquietudes", fue gentilhombre de su rey. Un asesor cercano al monarca y un abogado próximo al gallego Eduardo Dato, político "inspirador" y "hombre de leyes" (como Pablo), católico con conciencia social y sensibilidad regionalista que fue asesinado. Uno de esos políticos de los que cualquier ciudadano decente podría sentirse orgulloso. Rara avis.
Además de vindicar su figura, Vila-Sanjuán rescata la de Alfonso XIII y, a partir de los testimonios de su abuelo y de historiadores como Seco Serrano, intenta ofrecer una imagen más real, nunca mejor dicho, de él y de su reinado, distinta en todo caso de la que casi todos tenemos de aquel rey voluble que viajó a Las Hurdes (un acontecimiento que no se señala en el libro, pero significativo a mi modo de ver) y que reinó, antes de exiliarse, durante una de las épocas más brillantes de la cultura española de todos los tiempos. 
El segundo capítulo, escrito con pulsión novelesca (no está de más advertir que las novelas antes citadas son una lectura complementaria ideal de cuanto aquí se relata), está relacionado, ya se dijo, con la personalidad del periodista José Luis Vila-San-Juan (1927-2004), un "niño de la Guerra", y su vinculación con don Juan, quien estaba llamado a suceder a Alfonso XIII si primero la proclamación de la República, después la Guerra Civil y por último la dictadura de Franco no hubieran trastocado los planes dinásticos, menos inflexibles de lo que parecen, al menos en este caso. Aunque para los suyos fuese Juan III y ese nombre (Ioannes III, Comes Barcinonae) figure en su lápida de El Escorial, no llegó a reinar y abdicó en su hijo para que éste lo hiciera con el nombre de Juan Carlos I. 
Porque el libro siempre mira, como es lógico, hacia Cataluña, se narran viajes de ese "héroe trágico" a su condado, Barcelona, y a otros lugares (Montserrat, por ejemplo), se menciona a algunos juanistas y otros personajes de posguerra (Senillosa, Nadal, Martín de Riquer, etc.) y se plantean los "derechos históricos" de alguien que perdió su trono cuando Franco decidió que le sucedería otro Borbón: Juan Carlos. 
Para los que tenemos una edad (soy de la misma generación que SV-S), el reinado de éste tiene menos misterios que el de su abuelo. Convulsiones no le han faltado. La primera, lograr que un país se convierta en democrático y no se puede negar que esa decisión, contra lo previsto por quienes le designaron, fue suya. Y de Adolfo Suárez, a quien nombró por sorpresa primer presidente de Gobierno de su reinado, antes de que se aprobara la Constitución de 1978, que defendió sin ambages el inolvidable 23F. 
A partir de Kantorowicz, SV-S distingue entre "el rey como rey y el rey como persona privada" a la hora de hacer balance de su actuación y de su papel en la historia. La Transición fue un éxito. Lo reconoce todo el mundo, salvo los podemitas patrios y otras minorías políticas separatistas y dizque de izquierdas. 
Muy ilustrativas son las páginas que dedica a la conversación con el malogrado Javier Tusell, quien afirma que "la monarquía la trajeron a España dos personas, don Juan y don Juan Carlos". Repasa después la rica vida cultural de esos años y se detiene en aquel "imparable 92". Baltasar Porcel, protagonista de uno de los capitulillos, amigo cercano del monarca, autor de algunos de sus discursos fundamentales (el del Premio Carlomagno, pone por caso), estaba llamado a ser, según Luis María Anson, el mejor biógrafo del rey. El Premio Cervantes es otro hito que vincula Casa Real y cultura. Termina con el espinoso asunto de la ejemplaridad, en feliz expresión de Javier Gomá, y más a la vista de los derroteros que ha tomado, como dije, su vida privada, Corinna Larsen mediante. 
Con una inesperada visita de Felipe y Letizia a la sede de Cultura/s en el edificio de La Vanguardia en Barcelona, comienza el último capítulo del libro. Sigue con los "maestros y referencias" del matrimonio regio, tan cercanos, según SV-S, a la cultura de la excelencia, por más que aquella teleconferencia con Elvira Sastre durante la pandemia, un guiño (no sé si voluntario) a favor de la insulsa parapoesía, nos rechinara (y más) a algunos. Fue, o eso creo, un imperdonable descuido. 
Los ejemplares e influyentes Premios Princesa de Asturias (antes Príncipe) acaparan la justa atención del autor, miembro asiduo de sus jurados. Da fe de que no pocos de sus premiados han intercambiado jugosas conversaciones con Felipe VI. 
"El discurso del rey frente al independentismo catalán" tiene también su oportuno lugar y su riguroso, desapasionado análisis nos muestra al Vila-Sanjuán más lúcido, del que más orgulloso estarían su padre y su abuelo, periodistas vocacionales como él. 
Como lo tienen otros premios, no poco importantes, los Princesa de Girona (en el punto de mira de los independentistas, cómo no), que reconocen el talento de los jóvenes, y las recepciones a escritores en el Palacio Real en la festividad del Día del Libro y la consiguiente entrega del Cervantes. 
Tras comentar algunas series ligadas a la monarquía (como The Crown), la paradójica debilidad de los catalanes del procés por modelos de país como Holanda, Dinamarca y Suecia (monarquías constitucionales como la nuestra), la defensa de la "monarquía monárquica", así como de las funciones, rituales y  simbolismos que la caracterizan, SV-S explicita "Mis razones para ser monárquico", que,  además de por herencia, serían: porque los países más democráticos del mundo son monarquías, porque en tiempos convulsos "brinda un rostro que toda la nación puede identificar y con el que identificarse", porque "conecta tradición con modernidad", porque ya la Constitución de Cádiz dictaminó que "El gobierno de la nación española es una monarquía moderada hereditaria", porque es "el primer símbolo de ese gran pacto de 1978", porque "la utilidad y el prestigio de la monarquía depende de la ejemplaridad y el rigor de quien la encarna" y eso está garantizado con Felipe VI y su esposa, porque el monarquismo tiene "una larga tradición" en Cataluña, porque colaboró con la ciudad de Barcelona "en sus tres momentos de mayor brillantez": dos exposiciones universales y unos Juegos Olímpicos (hablamos de la contemporaneidad), porque con su discurso del 3 de octubre de 2017 el rey "garantizó el cumplimiento de la ley en Cataluña", porque lanza mensajes de "moderación, continuidad y equilibrio (lo que molesta a populistas, radicales y totalitarios), porque no hay crisis que la impida reinventarse (véase el ejemplo de la familia real "por excelencia", la británica), porque "la aportación del rey al Estado es muy superior a lo que cuesta al contribuyente", porque "en el plano nacional e internacional, Felipe y Letizia brindan una imagen de seriedad, compromiso social, modernidad cultural y prestigio" y porque "el monarquismo bien entendido (...) es sobre todo un liberalismo", que es lo que intenta SV-S demostrar en esta obra, y consigue. 
Si, como lector, se me permite intervenir, añadiría que si "ser liberal consiste en estar dispuesto a admitir que el otro puede tener razón" (pág. 75), no hay mejor opción que la de defender a la monarquía y al rey frente a quienes, autodenominándose republicanos, no representan ni de lejos los ideales, genuinos y bien entendidos, de la República. En ello nos va, o eso me temo, que este cainita país de todos los demonios siga existiendo como la histórica nación que ha sido y es. 

© Casa de S.M. el Rey. SV-S recogiendo el Premio Nacional de Fomento de la Lectura