4.3.24

El mejor tributo

Hace treinta años que Moreno (Alicante, 1964) publicó su primer libro. Le han seguido quince. Los últimos, Unos días de invierno, Más de mil vidas y Lo inesperado. En Intervalo reunió su poesía y en El viaje de la luz la antologó. También ha publicado prosas: diarios, crítica… Las más recientes, Estar no estando (Un viaje extremeño), El sueño de los vencejos y Visita de año nuevo.
Su poesía confirma, en palabras de Trapiello (uno de sus editores), que “la naturalidad es a menudo la facilidad de lo difícil”. Y no es sencillo hablar del alma (“Porque escribir es eso: oír el alma”). Ni de “lo invisible”. Menos aún hacerlo con humildad (“Hacia esa pequeñez que transfigura / en transparencia todo cuanto existe”) y cercanía. Una gota de agua, por ejemplo, motivo del deslumbrante primer poema. Y la colada, una tormenta o gorriones. Hay que “detenerse a ver bien sin prisa alguna”. Situarse ante “la realidad, que nunca nos espera, / porque siempre amanece extraña, incógnita”. Desde una ventana. “Un ojo es luz / mirándose a sí misma”. “Escuchas, ves, atiendes”. Eres “testigo”. Porque ”quizá la noche exista / sólo para que suene / el eco de ese autillo”. Antes de que desaparezca para siempre “la estela blanca de los años idos”.
Ocupa la segunda parte, un extenso monólogo dividido en dieciséis fragmentos, escrito, diría, en estado de gracia. Se ajusta a la cita de Machado que lo abre: “Converso con el hombre…“. Un Dios, al que habla, sí, pero al que también niega y refuta. Ausencia y presencia: “oírte cerca y nunca darte alcance”. “Cada día converso con mi muerte”, escribe, aunque la “ignoro”. “Mi fe son mis sentidos escuchándote”, revela.
Leemos que con Al Dios sin nombre “su autor concluye la publicación de poemas”. Lástima. Eran su “espejo”.
 
Al Dios sin nombre
Antonio Moreno
Cálamo Ediciones, Palencia, 2023. 64 páginas. 12 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.