Escapada a Valencia. No fuga, ni en compañía. Un viaje veloz y en solitario para recibir al expotrén en la preciosa estación central de ese mediterráneo lugar de la luz. Ni ha habido ni habrá un sitio más adecuado para esa exposición, sin duda. Es mucho, por cierto, el entusiasmo que genera. Y es contagioso. Así da gusto. No hay cansancio que me impida disfrutarlo. Me alegro, sobre todo, por el equipo que ha sido capaz de imaginar esa aventura. O ese vuelo, por decirlo mejor.
Aproveché un rato entre la ida y la vuelta (todo en menos de 48 horas) para pasear por el centro de la ciudad. Hacía calor, un húmedo bochorno, pero mereció la pena. Un libro, unos detalles para los que se quedaron en casa... Desde el hotel (el mismo, ya es casualidad, en el que estuvimos Yolanda y yo hace dos años) pude comprobar cómo sigue creciendo la futurible Ciudad de las Artes y las Ciencias. Gustos aparte, impresiona. Como impresiona el silencio en una habitación de paso cuando cae la noche y uno está, ay, irremediablemente solo.
Aproveché un rato entre la ida y la vuelta (todo en menos de 48 horas) para pasear por el centro de la ciudad. Hacía calor, un húmedo bochorno, pero mereció la pena. Un libro, unos detalles para los que se quedaron en casa... Desde el hotel (el mismo, ya es casualidad, en el que estuvimos Yolanda y yo hace dos años) pude comprobar cómo sigue creciendo la futurible Ciudad de las Artes y las Ciencias. Gustos aparte, impresiona. Como impresiona el silencio en una habitación de paso cuando cae la noche y uno está, ay, irremediablemente solo.