"Para pasar a la historia, para durar, hay que ser oscuros. Heráclito ya lo sabía..." Umberto Eco, Nadie acabará con los libros (Lumen).
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31.7.10
30.7.10
Ángel, sin Medalla
Quería creer que lo me decían mis "informadores" iba a ser verdad. Lo dudaba, pero... Que sí, que sí, que mejor no comentar nada, que la cosa va sobre seguro, decían. Uno, santa paciencia. Y dudas, claro, muchas dudas. Esta tierra... Ha llegado el momento y ninguna de las Medallas de Extremadura de este año es, siquiera a título requetepóstumo, para Ángel Campos Pámpano. Como estaba previsto. Al menos por mí.
27.7.10
Carta de Hoyos
Ayer a las 11 de la mañana estaba sentado a las puertas de la iglesia de Hoyos, respirando el frescor de la sombra de los majestuosos árboles que allí se levantan. A mis espaldas, la piedra, poderosa y fría. Había quedado con Eduardo Moga y su familia, que pasan el verano en su casa de la Sierra de Gata. La antigua vivienda -con su horno y su cuadra- se ha transformado en un lugar encantador y habitable que sus dueños querrían disfrutar, no me extraña, más de un mes al año. Pero su residencia de Sant Cugat queda lejos y sus vacaciones duran lo justo.
Se nos fue la mañana conversando. De la vida, sobre todo. De libros (en la buhardilla hay una vasta y preciosa biblioteca donde Eduardo va ordenando sus libros de narrativa y ensayo), se habló lo justo. Lo normal entre personas que escriben, sí, pero que saben que esa es una experiencia de la privacidad sobre la que pesa la soledad y el silencio. Se habló de amigos comunes, todos poetas y casi todos extremeños, ya que Moga aprovecha su estancia en estas tierras para visitar y conocer a no pocos. Comentarios sin maldad, aclaro. Ni los escritores cuando se juntan sólo hablan de lo que escriben, ni siempre que hablan de otros lo hacen con afán destructivo. Dichosos tópicos.
Comimos pronto (y bien) y, tras las despedidas, me fui despacito, y sin haberlo previsto, hasta Ciudad Rodrigo. Hacía mucho tiempo que no visitaba la ciudad y me pareció más bonita que nunca. Me senté en la plaza -hacía bueno, a pesar de la intempestiva hora de siesta- y contemplé con todo cuidado una de las más bonitas que conozco (sale en un poema mío de El reino oscuro), con especial detenimiento en sus soportales y en las tiendas antiguas que allí sobreviven. Después de dar un corto paseo y observar desde lo alto el río, volví a Plasencia. Del cercano Portugal llegaba la extensa humareda de un incendio.
Se nos fue la mañana conversando. De la vida, sobre todo. De libros (en la buhardilla hay una vasta y preciosa biblioteca donde Eduardo va ordenando sus libros de narrativa y ensayo), se habló lo justo. Lo normal entre personas que escriben, sí, pero que saben que esa es una experiencia de la privacidad sobre la que pesa la soledad y el silencio. Se habló de amigos comunes, todos poetas y casi todos extremeños, ya que Moga aprovecha su estancia en estas tierras para visitar y conocer a no pocos. Comentarios sin maldad, aclaro. Ni los escritores cuando se juntan sólo hablan de lo que escriben, ni siempre que hablan de otros lo hacen con afán destructivo. Dichosos tópicos.
Comimos pronto (y bien) y, tras las despedidas, me fui despacito, y sin haberlo previsto, hasta Ciudad Rodrigo. Hacía mucho tiempo que no visitaba la ciudad y me pareció más bonita que nunca. Me senté en la plaza -hacía bueno, a pesar de la intempestiva hora de siesta- y contemplé con todo cuidado una de las más bonitas que conozco (sale en un poema mío de El reino oscuro), con especial detenimiento en sus soportales y en las tiendas antiguas que allí sobreviven. Después de dar un corto paseo y observar desde lo alto el río, volví a Plasencia. Del cercano Portugal llegaba la extensa humareda de un incendio.
26.7.10
Ecos
Algunas llamadas telefónicas, unos cuantos correos electrónicos y mensajes de móvil, así como alguna conversación cara a cara como feliz consecuencia de la entrevista del sábado. De los comentarios en internet no digo nada simple y sencillamente porque no los he leído. Nunca lo hago. Ni sobre uno ni sobre nadie. Ni para bien (¿habrá alguno positivo?) ni para mal (cómo tener en cuenta a los profesionales del insulto que se amparan en la cobardía del anonimato). Me cuentan que en un bar de la plaza un alto concejal socialista me llamó impresentable o algo así. De eso él sabe.
Soy dueño de mis palabras (sí, y de mis silencios, que también los hay, entre líneas), pero no de los titulares. Siempre temibles. De la extensa entrevista lo de menos era mi opinión sobre los políticos, que fue al de la portada. Me importan lo justo. Cultos o incultos. Lo de los enemigos, que fue al titular de la entrevista propiamente dicha, ya era bastante más ocurrente. No sé si debí mantener lo de "algunos". Me temo que presumir, lo que se dice presumir, de ninguno. De la enemistad no se presume. De lo contrario, siempre. Vuelvo al principio. Gracias, amigas y amigos.
Soy dueño de mis palabras (sí, y de mis silencios, que también los hay, entre líneas), pero no de los titulares. Siempre temibles. De la extensa entrevista lo de menos era mi opinión sobre los políticos, que fue al de la portada. Me importan lo justo. Cultos o incultos. Lo de los enemigos, que fue al titular de la entrevista propiamente dicha, ya era bastante más ocurrente. No sé si debí mantener lo de "algunos". Me temo que presumir, lo que se dice presumir, de ninguno. De la enemistad no se presume. De lo contrario, siempre. Vuelvo al principio. Gracias, amigas y amigos.
25.7.10
"El asombro escondido"
Así se titula la última obra de Jesús García Calderón (Badajoz, 1959) y ha sido publicada en la colección cacereña Norbanova que dirige otro jurista y poeta, Jesús María Gómez y Flores.
Compuesto por diez poemas, el libro ahonda en las constantes de un autor, a nuestro modo de leer, del todo necesario. El paso del tiempo, el amor (precioso su "Confesión de partida"), la ausencia y la nostalgia, vuelven a sus versos que no por eso dejan de sonar con la debida novedad. Lo de siempre no es aquí, por suerte, lo mismo.
"Consejo", el poema final -dedicado a otro amigo del 59, Elías Moro-, empieza: "Ten cuidado con los hombres ridículos". También a su autor se le podrían aplicar los dos versos finales: "Será siempre un peligro y lo lamento/ esa decencia tuya inevitable". Enhorabuena.
Compuesto por diez poemas, el libro ahonda en las constantes de un autor, a nuestro modo de leer, del todo necesario. El paso del tiempo, el amor (precioso su "Confesión de partida"), la ausencia y la nostalgia, vuelven a sus versos que no por eso dejan de sonar con la debida novedad. Lo de siempre no es aquí, por suerte, lo mismo.
"Consejo", el poema final -dedicado a otro amigo del 59, Elías Moro-, empieza: "Ten cuidado con los hombres ridículos". También a su autor se le podrían aplicar los dos versos finales: "Será siempre un peligro y lo lamento/ esa decencia tuya inevitable". Enhorabuena.
24.7.10
Hoy en "Zona de paso"
El pasado lunes estuvo en casa el periodista Juan Domingo Fernández. Quedamos antes en el hotel. Con el fotógrafo Palma, atravesamos la tórrida tarde placentina como mejor pudimos, buscando la precaria sombra de las calles secundarias. Luego, al amparo del aire acondicionado, charlamos largo y tendido. De todo un poco. El resultado se publica hoy en el Hoy, en "Zona de paso".
El sobrino de Juan Fernández Figueroa, el director de la memorable revista Índice, me conoce bien. Y de antiguo. Por mi parte, le sigo también desde hace mucho y siempre he apreciado en lo que vale (más de lo que parece en esta tierra de atrevidos y de aficionados) su labor de periodista cultural. Desde aquellos añorados artículos del Hoy -su periódico de toda la vida- firmados por Tristán Buendía (por el nombre de Shandy y el apellido del personaje de García Márquez).
Durante toda la semana (que ha sido intensa, ay), he temido lo que pondría en mi boca. No porque no lo hubiera dicho (la conversación fue grabada), sino por la interpretación (el tono, la clave siempre está en el tono), por el resumen (inevitable en una entrevista), que de mis palabras hiciera.
También le he dado vueltas a las respuestas que no dí a las preguntas que me hizo. Pero más que nada a lo que sí dije, insisto. Sabía, por otra parte, que estaba en buenas manos. Acabo de leer (y ver) la entrevista y mis dudas se han despejado. Que cada cual juzgue.
El sobrino de Juan Fernández Figueroa, el director de la memorable revista Índice, me conoce bien. Y de antiguo. Por mi parte, le sigo también desde hace mucho y siempre he apreciado en lo que vale (más de lo que parece en esta tierra de atrevidos y de aficionados) su labor de periodista cultural. Desde aquellos añorados artículos del Hoy -su periódico de toda la vida- firmados por Tristán Buendía (por el nombre de Shandy y el apellido del personaje de García Márquez).
Durante toda la semana (que ha sido intensa, ay), he temido lo que pondría en mi boca. No porque no lo hubiera dicho (la conversación fue grabada), sino por la interpretación (el tono, la clave siempre está en el tono), por el resumen (inevitable en una entrevista), que de mis palabras hiciera.
También le he dado vueltas a las respuestas que no dí a las preguntas que me hizo. Pero más que nada a lo que sí dije, insisto. Sabía, por otra parte, que estaba en buenas manos. Acabo de leer (y ver) la entrevista y mis dudas se han despejado. Que cada cual juzgue.
19.7.10
Ensayos sobre Eliot y Auden
Al segundo intento -por lo del dichoso apartado-, me llega La ciudad consciente. Ensayos sobre T. S. Eliot y W. H. Auden, de Jordi Doce, que ha publicado Vaso Roto en su colección Fisuras.
No vamos a descubrir a estas alturas a Jordi Doce. Ni como poeta, ni como traductor (entre otros, de Eliot y Auden), ni como ensayista (y crítico literario y estudioso). Tampoco hace falta explicar porqué personas de su valía no están, por ejemplo, en la universidad (ya trabajó en Sheffield y Oxford) o, pongo por caso, en el Instituto Cervantes. Bueno, como coordinador del Área de Edición del Círculo de Bellas Artes, también ha demostrado su sobrada solvencia y eso, al menos, nos tranquiliza a quienes le apreciamos tanto por su manera de ser como por su talento.
El prólogo, nada prescindible, da ya la medida del libro: lucidez, claridad expresiva y expositiva son algunas de las características del modo de hacer de Doce y eso, en lo sustancial, porque sabe lo que quiere decir, de ahí que lo farragoso o hermético, tan común en el ensayismo español, dé paso a lo comprensible, por abstracto o abstruso que sean los asuntos a reflexionar. De poesía se trata. De la de dos de los mejores poetas del siglo XX.
No vamos a descubrir a estas alturas a Jordi Doce. Ni como poeta, ni como traductor (entre otros, de Eliot y Auden), ni como ensayista (y crítico literario y estudioso). Tampoco hace falta explicar porqué personas de su valía no están, por ejemplo, en la universidad (ya trabajó en Sheffield y Oxford) o, pongo por caso, en el Instituto Cervantes. Bueno, como coordinador del Área de Edición del Círculo de Bellas Artes, también ha demostrado su sobrada solvencia y eso, al menos, nos tranquiliza a quienes le apreciamos tanto por su manera de ser como por su talento.
El prólogo, nada prescindible, da ya la medida del libro: lucidez, claridad expresiva y expositiva son algunas de las características del modo de hacer de Doce y eso, en lo sustancial, porque sabe lo que quiere decir, de ahí que lo farragoso o hermético, tan común en el ensayismo español, dé paso a lo comprensible, por abstracto o abstruso que sean los asuntos a reflexionar. De poesía se trata. De la de dos de los mejores poetas del siglo XX.
18.7.10
Dice Millás
"Los tontos y los poetas tienen a veces intuiciones geniales, lo sé por mi experiencia de tonto".
De El País Semanal.
16.7.10
Dice Magris
"A menudo olvidamos este apego a la familiaridad cotidiana, la capacidad de sentirnos satisfechos y alegrarnos de la repetición siempre nueva, de aquello que hace encantador el transcurrir del tiempo: mirar, pasear, construir, leer, sentarse a la mesa entre seres queridos, hablar, encontrarse, amar, ser amigos".
De El infinito viajar (Anagrama).
14.7.10
Correos
Durante muchos años hemos tenido un apartado de correos. Como quiera que las cartas y los paquetes postales que recibíamos iban cada vez a menos y que lo que pagábamos por ese servicio iba cada vez a más, decidimos dejarlo. A pesar de varios lustros de fidelidad y de que nuestra dirección postal es de sobra conocida para los funcionarios (esto no deja de ser un pueblo), cuando llega un envío a la dirección del apartado lo devuelven con una agilidad digna de elogio. La misma, por cierto, con la que te obligaban antes a ir a recoger cualquier paquete (por pesado que fuera) hasta Correos a pesar de que viniera a la dirección de casa. En fin, me quejo porque son ya demasiados los amigos que han visto cómo les devuelven los libros que amablemente nos mandan. Eso, claro, si el sobre viene con remite.
13.7.10
Entrevista
Prieto de Paula ha sido entrevistado en La estación azul, el programa de RNE. Habla, claro, de la antología Las moradas del verbo. La conversación puede escucharse aquí.
12.7.10
Los diarios de Uriarte
Me había refugiado, como otras mañanas, en la cafetería del hotel Alfonso VIII para leer. No es mal sitio. Fresco y tranquilo, como las casas de antes. Acababa de recoger en la librería los Diarios (1999-2003), de Iñaki Uriarte (Pepitas de Calabaza). Frené en la página 63 porque veía que lo terminaba allí mismo.
Una vez completada la lectura (en pequeñas dosis, me ha durado tres días), no sabría cómo calificarlos. Me temo que con cualquier palabra que utilizara podría incurrir en ese pecado de elogio que a Uriarte (y a todo ser sensato) tanto le fastidia.
Si no tuviera mi colección completa de la revista Clarín metida en cajas, buscaría la entrevista con él que allí publicaron. Lo recuerdo, más que nada, porque se hizo en Benidorm. Sí, a la escueta presentación de la solapa: "Iñaki Uriarte nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao", puede que le falte: "y pasa temporadas en Benidorm". En esa ciudad, que a uno se le antoja inhabitable, Uriarte lee, escribe y, con perdón, es feliz. Uno, que la atravesó -o eso cree recordar- en el 600 de su padre cuando chico para nunca volver, va a tener que reconsiderar la manía que le tiene a sus extraños rascacielos, sus playas abarrotadas y a tanta gente mayor bailando.
Este no es un libro, por lo demás, que pueda o deba contarse. Escrito, dice Uriarte, "como si hablara solo", no me extraña que haya sido elogiado, ahora sí, por Vila-Matas o García Martín.
No deja títere con cabeza, es verdad, pero con el necesario sentido del humor, con la ironía precisa, en la mejor tradición de moralistas y pensadores que en el mundo han sido, y no, claro, en la de la innumerable secta de jeremíacos que la mala literatura ha propiciado. Por eso cita tanto a Borges (su autor favorito), a Montaigne, a Ferlosio... Aquí, sobre todo, hay vida: el autorretrato de un tipo que ha sabido, y sabe, vivirla.
Qué bien viene que alguien, Iñaki Uriarte por ejemplo, te diga cara a cara, frente a frente, verdades como puños que, sin embargo, parecen expresadas por primera vez. Y que lo haga, ya digo, con esa contundencia que sólo es capaz de ofrecer la mejor literatura. Sin acritud, claro. A sabiendas, como él mismo dice, de que tiene el don de "criticar sin que se lo tomen a mal". Lo que ha hecho durante años en El Correo.
Deja uno el libro cerca porque sabe que volverá a visitarlo. Más pronto que tarde. Esta ópera prima de Uriarte confirma quizá esa sospecha suya de que "la gente siempre ha esperado algo importante de mí". Este libro, pongo por caso. A mí me vale. Iñaki Uriarte ya no es, por fin, una "promesa".
Una vez completada la lectura (en pequeñas dosis, me ha durado tres días), no sabría cómo calificarlos. Me temo que con cualquier palabra que utilizara podría incurrir en ese pecado de elogio que a Uriarte (y a todo ser sensato) tanto le fastidia.
Si no tuviera mi colección completa de la revista Clarín metida en cajas, buscaría la entrevista con él que allí publicaron. Lo recuerdo, más que nada, porque se hizo en Benidorm. Sí, a la escueta presentación de la solapa: "Iñaki Uriarte nació en Nueva York (1946), es de San Sebastián y vive en Bilbao", puede que le falte: "y pasa temporadas en Benidorm". En esa ciudad, que a uno se le antoja inhabitable, Uriarte lee, escribe y, con perdón, es feliz. Uno, que la atravesó -o eso cree recordar- en el 600 de su padre cuando chico para nunca volver, va a tener que reconsiderar la manía que le tiene a sus extraños rascacielos, sus playas abarrotadas y a tanta gente mayor bailando.
Este no es un libro, por lo demás, que pueda o deba contarse. Escrito, dice Uriarte, "como si hablara solo", no me extraña que haya sido elogiado, ahora sí, por Vila-Matas o García Martín.
No deja títere con cabeza, es verdad, pero con el necesario sentido del humor, con la ironía precisa, en la mejor tradición de moralistas y pensadores que en el mundo han sido, y no, claro, en la de la innumerable secta de jeremíacos que la mala literatura ha propiciado. Por eso cita tanto a Borges (su autor favorito), a Montaigne, a Ferlosio... Aquí, sobre todo, hay vida: el autorretrato de un tipo que ha sabido, y sabe, vivirla.
Qué bien viene que alguien, Iñaki Uriarte por ejemplo, te diga cara a cara, frente a frente, verdades como puños que, sin embargo, parecen expresadas por primera vez. Y que lo haga, ya digo, con esa contundencia que sólo es capaz de ofrecer la mejor literatura. Sin acritud, claro. A sabiendas, como él mismo dice, de que tiene el don de "criticar sin que se lo tomen a mal". Lo que ha hecho durante años en El Correo.
Deja uno el libro cerca porque sabe que volverá a visitarlo. Más pronto que tarde. Esta ópera prima de Uriarte confirma quizá esa sospecha suya de que "la gente siempre ha esperado algo importante de mí". Este libro, pongo por caso. A mí me vale. Iñaki Uriarte ya no es, por fin, una "promesa".
11.7.10
Damero maldito (por alusiones)
Me lo ha contado esta mañana, entre risas, Simón Viola. Está en su blog. Nunca he intentado siquiera resolver un pasatiempos así. Ni ése ni ninguno. Soso y aburrido que soy.
10.7.10
Poetas en el Aula
Una buena idea: la de reunir en una antología textos de los autores que han ido pasando por el Aula Literaria "Jesús Delgado Valhondo" de Mérida desde su fundación, en 1995, hasta ahora. Quince años de excelente literatura. Enhorabuena a los directores, Pilar-Nieves García y Paco López. Y a Elías Moro que, además de tener la amabilidad de enviarme el libro, se ha encargado de seleccionar los citados textos.
9.7.10
Una sorpresa
Los poemas del novelista siciliano Gesualdo Bufalino, de su libro La amarga miel (1982), que presenta y traduce el poeta argentino Ricardo H. Herrera en el último número de la revista Clarín.
8.7.10
Isla Decepción
Tengo desde hace meses encima de la mesa un díptico de la presentación en la Tertulia Equis y Zeda de Santander del libro Isla Decepción, de Rafael Fombellida (Torrelavega, 1959). Fue el 19 de marzo y le acompañó Vicente Gallego. No pude asistir, es obvio, pero, cuando me dijo su autor que me enviaría el libro, conservé la invitación. Suelo dejar dentro de los libros esas hojas volanderas. Unos meses después, según lo prometido, la obra ha llegado. En una hermosa coedición de Pre-Textos y la Fundación Gerardo Diego.
Bromea Fombellida, en un tono que recuerda al de mi amigo Cumbreño, acerca de la última antología de poesía y anticipa su posible título: Los consabidos. No está él entre ellos, entre los poetas previsibles españoles de su generación, que es la mía. Ello no es óbice para que no se le reconozca -no le reconozcamos- como el poeta que es; con pocos libros publicados que dan cuenta, sobre todo, de su alto nivel de exigencia. Algo parecido le pasa a Carlos Alcorta, amigo y compañero de aventuras literarias (Scriptvm, Ultramar), a quien dedica este libro. Ellos, junto a Lorenzo Oliván, Alberto Santamaría y otros, son la punta de lanza de la excelente poesía que se escribe en Cantabria, antologada y presentada debidamente por el profesor Luis Alberto Salcines.
De su tierra natal y de sus poetas (Hierro sobre todo) se da cuenta en las páginas de este diario con vocación de estilo y, por tanto, de permanencia, donde Fombellida da cuenta de una vida, la suya, a partir de materiales dispersos y situaciones diversas que van de la infancia a los viajes, de la música, la pintura y la fotografía a la poesía, que no deja de ser el centro o el eje de esta travesía hacia su particular Isla Decepción. Así, a pesar del miedo al avión, visitamos con él Praga. Y Almería (playa nudista incluida), Elche (donde pasea con Antonio Moreno por las afueras) u Oporto (con Andrade al fondo). Donde más se demora es en la reflexión sobre la fotografía (de nuevo Saudek, de nuevo Praga) y, casi al lado, en todo lo referente a la poesía, que puede ir de lo más propio ("la palabra poética es un valor de resistencia") a lo más general, por ejemplo cuando alude a la siniestra vida lírica provinciana, equiparable, ay, a la de cualquier otro territorio.
Se nota que Fombellida tiene "fe" en la poesía. O fervor por ella, que diría Zagajewski. Y "ambición -como él dice- por un renacido humanismo". No es mal equipaje para viajar con él hasta ese "fondeadero de la vida".
Bromea Fombellida, en un tono que recuerda al de mi amigo Cumbreño, acerca de la última antología de poesía y anticipa su posible título: Los consabidos. No está él entre ellos, entre los poetas previsibles españoles de su generación, que es la mía. Ello no es óbice para que no se le reconozca -no le reconozcamos- como el poeta que es; con pocos libros publicados que dan cuenta, sobre todo, de su alto nivel de exigencia. Algo parecido le pasa a Carlos Alcorta, amigo y compañero de aventuras literarias (Scriptvm, Ultramar), a quien dedica este libro. Ellos, junto a Lorenzo Oliván, Alberto Santamaría y otros, son la punta de lanza de la excelente poesía que se escribe en Cantabria, antologada y presentada debidamente por el profesor Luis Alberto Salcines.
De su tierra natal y de sus poetas (Hierro sobre todo) se da cuenta en las páginas de este diario con vocación de estilo y, por tanto, de permanencia, donde Fombellida da cuenta de una vida, la suya, a partir de materiales dispersos y situaciones diversas que van de la infancia a los viajes, de la música, la pintura y la fotografía a la poesía, que no deja de ser el centro o el eje de esta travesía hacia su particular Isla Decepción. Así, a pesar del miedo al avión, visitamos con él Praga. Y Almería (playa nudista incluida), Elche (donde pasea con Antonio Moreno por las afueras) u Oporto (con Andrade al fondo). Donde más se demora es en la reflexión sobre la fotografía (de nuevo Saudek, de nuevo Praga) y, casi al lado, en todo lo referente a la poesía, que puede ir de lo más propio ("la palabra poética es un valor de resistencia") a lo más general, por ejemplo cuando alude a la siniestra vida lírica provinciana, equiparable, ay, a la de cualquier otro territorio.
Se nota que Fombellida tiene "fe" en la poesía. O fervor por ella, que diría Zagajewski. Y "ambición -como él dice- por un renacido humanismo". No es mal equipaje para viajar con él hasta ese "fondeadero de la vida".
4.7.10
Tiempo de vida
Como título es anodino. Como libro, no. Me refiero a la novela (un decir, volvemos a la incongruencia de los géneros) que acaba de publicar Marcos Giralt Torrente en Anagrama. Reacio como es uno a leer libros atravesados por la muerte -del hijo, del padre-, he leído éste del tirón; a ratos, lo confieso, con lágrimas en los ojos. Me leía a mí mismo. La muerte del mío, quiero decir. ¿No es eso la literatura? Al fondo, Juan Giralt, sí, el padre de Marcos Giralt, nieto de Torrente Ballester. Conocí al novelista madrileño hace unos meses en Jaén. Era jurado del premio del mismo nombre. Él del de novela, uno del de poesía. Nos presentaron. Durante la cena, estuvimos en esquinas distintas de la mesa. Cada jurado a lo suyo. Me fijé en él, claro. En aquellas horas, merodeamos por el hall del hotel. Perdimos, cada cual a lo suyo, por allí el tiempo. Coincidimos en la barra del bar. Leímos los periódicos locales que estaban encima de las mesas. Nos sentamos en los mismos sofás. Esos pocos momentos, con todo, me han ayudado a entender mejor su libro. Porque habla, sobre todo, de él y uno sabe, siquiera un poco, cómo camina, cómo mira, cómo habla, algún gesto... Suficiente.
Ayer publicó Rosa Montero en Babelia un reportaje sobre Tiempo de vida que da buena cuenta del libro. Ayer también, en Salamanca, celebramos en familia las bodas de plata de mi hermano, el cura. No fueron lo mismo con la memoria aún fresca de esa lectura. La ausencia de mi padre pesó de otra manera. ¿No es eso la literatura? ¿No es eso la vida?
Ayer publicó Rosa Montero en Babelia un reportaje sobre Tiempo de vida que da buena cuenta del libro. Ayer también, en Salamanca, celebramos en familia las bodas de plata de mi hermano, el cura. No fueron lo mismo con la memoria aún fresca de esa lectura. La ausencia de mi padre pesó de otra manera. ¿No es eso la literatura? ¿No es eso la vida?