Me extraña que un libro tan particular como Cartas del verano de 1926, publicado por la no menos singular Minúscula, donde se reúne la correspondencia de tres raros: Rainer Maria Rilke, Marina Tsvietáieva y Borís Pasternak, esté teniendo tanto éxito, al menos de crítica. No es un libro sencillo ni fácil de leer. Sin duda, está a la altura de la exigente obra de cada uno de esos tres nombres mayores de la literatura europea del pasado siglo, en prosa y verso.
Selma Ancira advierte en una nota inicial que hace ya más de treinta años que tradujo este libro al español por primera vez. En lo referente a las cartas, ella se ha ocupado de revisar su traducción del ruso y Adan Kovacsics la del alemán. La traducción de los poemas es también de Ancira y Francisco Segovia y, por fin, la edición y introducción está firmada por Konstantín Azadovski y Evgeni y Elena Pasternak. Como se ve, no estamos ante un libro cualquiera sino ante la edición concienzuda de una obra mayor.
Selma Ancira advierte en una nota inicial que hace ya más de treinta años que tradujo este libro al español por primera vez. En lo referente a las cartas, ella se ha ocupado de revisar su traducción del ruso y Adan Kovacsics la del alemán. La traducción de los poemas es también de Ancira y Francisco Segovia y, por fin, la edición y introducción está firmada por Konstantín Azadovski y Evgeni y Elena Pasternak. Como se ve, no estamos ante un libro cualquiera sino ante la edición concienzuda de una obra mayor.
A uno se le antoja un libro para poetas. Quiero decir que puede que quien lo es -o eso siente, o eso dicen- leerá estas páginas con un creciente interés no exento de fascinación. Todo es tan intenso como un extenso poema.
Estamos ante un epistolario excepcional, ante una conversación a tres bandas que se funde en una sintonía propia de tres almas que se admiran entre sí y que celebran su comunión en la poesía.
Estamos ante un epistolario excepcional, ante una conversación a tres bandas que se funde en una sintonía propia de tres almas que se admiran entre sí y que celebran su comunión en la poesía.
Como si de un buen vino se tratara, uno lo está degustando, con la debida parsimonia, desde el pasado 8 de agosto. Fue mi regalo de cumpleaños. Encontrado, por cierto, en la intrincada, nueva sección de libros de El Corte Inglés de Bahía Sur, donde sólo se llega con guía o con mapa. Y eso con suerte.
Cartas del verano de 1926 merece, sí, esta recepción impropia de nuestro sorprendente país y de su peculiar gremio de lectores, tan de morralla y bestseller.
Cartas del verano de 1926 merece, sí, esta recepción impropia de nuestro sorprendente país y de su peculiar gremio de lectores, tan de morralla y bestseller.