"Nadie puede discutir el papel que ha representado la escuela pública
en esta reivindicación de la autonomía de la infancia, ni el esfuerzo
que se han visto obligados a realizar varias generaciones de maestros y
maestras para lograr una enseñanza que no se dirija a un niño
privilegiado sino al niño único, a ese niño que en el fondo son todos
los niños, al margen de su sexo, clase, raza, religión o capacidad.
La enseñanza debe ser pública, laica y, como afirma Federico Martín
Nebreda, literaria. Sólo siendo pública se asegurará la igualdad de
oportunidades, y la atención a los menos favorecidos; sólo siendo laica,
sus valores serán los principios universales de la razón y no estarán
dictados por ninguna iglesia ni sujetos a dogmas particulares. Y sólo
siendo literaria el adulto acertará a ponerse en el lugar de los niños y
a mirar por sus ojos. Porque es verdad que los niños van a la escuela a
aprender una serie determinada de saberes, matemáticas, geografía,
ciencias naturales, pero también a hablar con esa voz que sólo a ellos
pertenece y que hay que saber escuchar".
Precioso el artículo de Gustavo Martín Garzo publicado el pasado domingo en El País: "Por una escuela pública, laica y literaria". De ahí he sacado la cita que precede a esta nota. Lo mejor, con todo, es leerlo al completo.