30.9.12

Exilios

Fundavag Ediciones y la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana editan una antología muy especial: Exilios. Poesía latinoamericana del siglo XX. La selección de los poemas y el ensayo introductorio son obra de Marina Gasparini Lagrange, conocida en España por su libro Laberinto veneciano. En Venecia precisamente vive su particular exilio esta caraqueña perspicaz e inquieta que afirma: "en el origen de Exilios está la distancia". "Pues no hay sino distancias / mayores o menores de frontera a frontera", como dice Pedro Lastra, uno de los poetas seleccionados junto a Gabriela Mistral, Ramos Sucre, César Vallejo, Borges, Lezama Lima, Rosario Castellanos, Ida Vitale, Juan Gelman, Pizarnik, Álvaro Mutis, Cortázar, Carranza (padre e hija), Olga Orozco, Gonzalo Rojas, Rafael Cadenas (que regaló a Gasparini una libreta cuando dejó Venezuela en 2000 y donde ella anotó la palabra "Exilios"), Montejo, J. E. Pacheco, Quessep, Cobo Borda (que publica ahora su poesía reunida en Tusquets), Piedad Bonnett, Morábito (pocos como él para entender este tema) y un largo etc. También hay nombres menos conocidos, felices descubrimientos: el ecuatoriano Oñate, los venezolanos Barreto, Gramcko y Golberg, la colombiana Osorio. Sí, por suerte, abundan las mujeres. Y en una selección, como todas, "arbitraria y personal", brillan ausencias. La de Neruda, por ejemplo. A quien, por cierto, conoció de pequeña MG en su casa. Su padre, Graziano Gasparini, ilustró con sus fotografías uno de los libros del altivo Nobel chileno: Alturas de Macchu Picchu (1954).
Pero no es de poetas de lo que venimos a hablar, sino de poemas. En los títulos abundan, además de exilio, términos como extranjero, destierro, frontera, emigrante... En su ensayo "El reino del exilio" razona perfectamente el alcance de la antología y, más allá, el múltiple concepto que subyace a esa aventura. Escrito en su reconocible estilo, donde lo personal se impone a lo erudito, parte del famoso cuadro del perro semihundido de Goya para abordar los entresijos de ese "viaje sin retorno", al "limbo", emprendido por tantos hombres y mujeres americanos del pasado siglo, hacia Europa en buena medida. Lo afirmó Steiner: "La verdad está siempre en el exilio".
Necesario para muchos (María Zambrano gritó: "Amo el exilio"), éste es, sin duda, una patria. Otra, si se prefiere. Sobre la delicada noción que esa palabra tan peligrosa esconde, reflexiona sin remedio MG. No sin afirmar que "La patria no es necesariamente el país donde se nace", concluye que "es el lugar en el que el «ser» es también un «estar»". O que "es el sentimiento que transforma la extrañeza en interioridad". O, en fin, "aquello que no podemos perder sin perdernos nosotros con ello". Para JRJ, los ojos de Zenobia. Gombrowicz "la única patria que reconocía era la del alma". Celan anotó "que la patria del poeta era su propia poesía, una patria distinta en cada nuevo poema". Por su parte, Roberto Bolaño creía en las patrias del escritor: lengua, memoria, personas queridas, su biblioteca, la lealtad, el valor. Con todo, esté donde esté, todo poeta es un exiliado. "El exilio es necesario. Esa necesidad de extrañeza es necesaria para escribir y para interiorizar las cosas. Una cierta conciencia del exilio, de la separación, del no pertenecer, es necesaria", ha manifestado MG.
Recurrente en nuestra tradición occidental, no siempre el exilio es político. Como dice MG, "es necesario exilarse para ser. Exilarse no entendiendo en el término literal, exilarse en uno mismo, hacer del exilio un modo de interiorizar las cosas". "Somos el exilio que nos habita y hacemos nuestro". Se lo dijo Eugenio Montejo: "La casa eres tú", porque "la patria, de todas maneras, es un lugar interior, no una geografía".
Valor especial tiene la lengua, que para el exiliado, más si es escritor, lo es todo. A ese asunto, y al de la traducción, dedica MG párrafos muy significativos y certeros en su ensayo. 
Allí, en medio del "desierto", en esa "tierra baldía" donde los mapas no existen, entre la nostalgia y la extrañeza, entre la soledad, el desarraigo y la propia, íntima patria de uno mismo, se han construido los poemas que pueblan esta singular antología. Sólo uno de ellos, a contracorriente, del salvadoreño Escobar Galindo, se titula "El arraigado". Por más que alguno, siguiendo la estela de Espríu y Pacheco, reconozcan al cabo la profunda fijación de sus raíces. 
"Pues cada uno tiene su Toscana / a la cual sabe como Cavalcanti / que no regresará", escribió el chileno Lastra. "Cada sitio es siempre el centro", precisó el boliviano Mendizábal. La venezolana Yolanda Pantín lo resume en un breve poema titulado, cómo no, "Exilio": 

Ustedes
Perdieron un país
Dentro de ustedes.

(Nota: Aquí (1 y 2) se puede ver un vídeo de la desenfadada presentación del libro en Caracas, en la librería Kalathos, el pasado 21 de julio, a cargo de Michaelle Ascencio e Igor Barreto.)