"Hablar de música, como hablar de arte, o incluso de literatura, es una
actividad con mucha frecuencia fraudulenta, en primer lugar, porque es
muy difícil encontrar equivalencias en palabras para las impresiones
acústicas y las visuales, en segundo lugar, porque son territorios en
los que cuesta poco dar gato por liebre o envolver en una apariencia de
sabiduría lo que es simple vaguedad o ignorancia. Por eso siente uno
tanta gratitud cuando se encuentra con alguien que conoce un arte desde
dentro y sabe contarlo con precisión y entusiasmo. El más alto prestigio
intelectual se lo quedarán siempre los palabreros y confusos, los que
enuncien vaciedades con solemnidad de oráculo —“gloria me ha dado
hacerme oscuro”, que decía Góngora— , pero el aficionado que se acerca a
una obra por la pura vocación de disfrutar de ella agradece el talento
pedagógico que casi nunca falta a los verdaderos maestros."
Antonio Muñoz Molina, "Talento en el derrumbe", Babelia, El País.