Al tiempo que se apagan los ecos de lo ocurrido en el Premio "Ciudad de Burgos", que fue noticia por eso y no porque un libro de poesía, acaso importante, dejará de ser inédito, se extingue el leve murmullo que levantara el fallo de los "Ciudad de Badajoz". A estas alturas se sabe de sobra que esos premios, como casi todos los de provincias, son silenciosos e invisibles, más, si como hace al caso (no ocurre, recalco, con todos), carecen de prestigio, ni reconocido ni nada. Pudieron llegar a algo, pero se quedaron, de esto hace años, insisto, en nada. Golosinas destinadas, excepciones mediante, a los sempiternos cazapremios. Su único relumbre es la fiesta social que monta el ayuntamiento con la excusa del fallo, donde el PP saca pecho cultural y algunos, claro, se lo creen. Allá ellos. ¿Eco? La benéfica prensa regional.
En su última edición, por ahora (para esto al parecer no hay recortes), ganó otra maldita novela sobre la Segunda Guerra Mundial, parafraseando el famoso título del otrora pacense Isaac Rosa. (Por cierto, no puedo resistir la tentación de copiar aquí un párrafo de la noticia: «"Estoy muy, muy feliz", dijo el autor desde el otro lado del teléfono,
nervioso aún por el galardón y por las palabras que le había regalado el
portavoz del jurado, el escritor Javier Marías» Que no era Javier sino Fernando.) En España, comentaba, siguen siendo legión los novelistas que se aprovechan de la dichosa guerra como útil yacimiento literario. Menos mal que siempre habrá un Menéndez Salmón -en lo mundial- o un Trapiello -en lo nacional- que nos redima de tanta y tan cansina batallita.