Se imponen las circunstancias. Se me imponen, quiero decir. Ayer murió García Calvo y eso da fe de su clasicidad. Sólo un clásico español se muere el Día de Todos los Santos. Siempre dudé de que este hombre fuera un moderno. Al uso, digamos. No me refiero, claro está al personaje, que lo tuvo. Y bien que lució. Sobre todo de cara a la galería.
Uno ha leído poco su poesía. Casi nada, la verdad. Me interesaron más sus teorías lingüísticas y sus traducciones. Y no poco las versiones que hizo de sus poemas Amancio Prada.
Hace un par de años, caminando muerto de frío por Zamora, di por casualidad con su casa. No es difícil: está en el centro. La miré, recordé al dueño, seguí. Allí ha muerto. Su compañera durante 36 años, la extremeña Isabel Escudero, ha declarado a la agencia Efe que García Calvo era "el último combatiente contra las mentiras de la realidad". Tal vez.
(Nota: la fotografía de la casa de AGC está tomada del blog Mi unicornio azul.)