"La verdad es que nunca me han gustado (ni me he creído) demasiado las listas de fin de año, ese injerto del mundo del deporte o la competición que tan mal casa con los ritmos y las necesidades de la lectura, pero no puedo negar (¡viva la contradicción!) que me he llevado una alegría al ver que mis dos últimos trabajos como traductor de poesía han logrado colarse en algunos de estos inventarios", decía en su blog hace poco mi amigo Jordi Doce. Lo mismo le ha pasado a uno cuando se ha visto mencionado no en las listas de éxitos de los grandes suplementos sino en el top ten personal del escritor Fernando Aramburu. Es otra cosa, sin duda. Gracias. Se trata de un humilde pero significativo y privado honor. Más en tan excelente compañía. "A nadie -añadía el bueno de Jordi- le amarga un dulce y me alegra que por una vez el viento haya soplado en la dirección de libros a los que uno ha dedicado tanto tiempo y esfuerzo". Por sobrio y muy poco dulcero que se sea.