Mi amigo Miguel Ángel Lama me manda este oportunísimo texto después de leer mi entrada anterior: “La Junta era, en el siglo XIX, la autoridad que
había de sustituir al Gobierno, al objeto de que no se produjera un vacío de
poder, y al mismo tiempo se encargaba de canalizar las peticiones populares,
frecuentemente de problemática local, pero sin olvidar por ello las peticiones
de los grandes problemas nacionales. A pesar de lo que señalan algunos autores,
las Juntas no tenían por misión superar las divisiones de los partidos
encuadrando la acción desde un punto de vista unitario. Cada grupo social o partido
tendía a organizar su propia Junta, sobre todo cuando el liberalismo se
encontraba parcelado en partidos bien definidos. La Junta como elemento de
fusión, de superación, sólo se lograba si el enemigo era común, como ocurrió en
la praxis juntera de 1808” (J. R. de Urquijo y Goitia, La Revolución de 1854
en Madrid, Madrid, 1984, pág. 175. Citado en un artículo de
Walther L. Bernecker, de la Universidad de Berna, “Juntas populares y comités
revolucionarios en los siglos XIX y XX...” en la revista Historia contemporánea,
de 1990).