El inquieto bibliófilo y bibliógrafo zaragozano José Luis Melero acaba
de publicar en la preciosa colección Papeles
de Trasmoz (de la Editorial Olifante) un libro no menos exquisito (da
gusto: papel, tipografía...) titulado Manual
de uso del lector de diarios. Una selección bibliográfica, minucioso
recuento de diarios o dietarios (donde no faltan los que recopilan
artículos literarios, otro género híbrido); literatura memorialística y
autobiográfica, en suma, de autores tanto españoles como extranjeros. Para
quienes leemos con placer ese tipo de obras, hasta hace poco tan escasas por
estos lares, el volumen no tiene desperdicio. Todo lo contrario.
A las numerosas referencias conocidas (los autores están ordenados alfabéticamente y se añade un capítulo final titulado "Algunos apuntes sobre otros diarios", fechado en febrero de 2013) añade uno otras desconocidas u olvidadas que lo único que suscitan en el lector son ganas de leer más y más. Sin que Melero pretenda ser exhaustivo en su selección, o eso dice (estos sabios...), me da que falta poco. Y eso que sólo menciona, según confiesa, los libros que tiene por casa.
A las numerosas referencias conocidas (los autores están ordenados alfabéticamente y se añade un capítulo final titulado "Algunos apuntes sobre otros diarios", fechado en febrero de 2013) añade uno otras desconocidas u olvidadas que lo único que suscitan en el lector son ganas de leer más y más. Sin que Melero pretenda ser exhaustivo en su selección, o eso dice (estos sabios...), me da que falta poco. Y eso que sólo menciona, según confiesa, los libros que tiene por casa.
Faltan, eso sí, los blogs, tan cercanos en
algunos casos a este tipo de literatura del yo, aunque sí se alude a ellos en
el prólogo que, no se ha ponderado todavía, es otra de las joyas de este útil manual.
Tal vez lo más importante resida en haber dado el
primer paso. Luego, como Melero reconoce con humildad, vendrán otros que llevarán a cabo la tarea de perfilar y
completar.
"He sido siempre un apasionado lector de
diarios", confiesa el estudioso aragonés en la primera línea del citado preámbulo. Ese entusiasmo se nota. A la legua. Sobre
todo en alguna de las fichas. Como se nota que en estos últimos años han
surgido en España un puñado de diaristas (o dietaristas, a la catalana, por más
que la palabra tenga su
origen en Aragón) dignos de elogio. Otra alegría.