19.10.13

RAEX

Palacio de Lorenzana, sede trujillana de la RAEX















Me refiero a la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, fundada en 1980, en los albores de la democracia. La única a la que nuestro rey, según tengo entendido, ha dado esa monárquica condición. 
Compuesta por veinticinco miembros numerarios, casi todos de edad provecta, en la región su presencia es más que discreta. Quiero decir que ni se la elogia ni se la critica más de lo deseable. Sobre ella pesa un prudente silencio. Buena parte de la culpa de ese callado, distante respeto la tiene su director, Santiago Castelo, hombre más allá del bien y del mal, fino diplomático dotado de una bonhomía a prueba de bombas (¡menuda tropa!), un ser respetado, invulnerable tanto a tirios como a troyanos, amado por la derecha y por la izquierda, lo que saben muy bien quienes le eligieron y le siguen reeligiendo votación tras votación para esa compleja tarea.
Está por ver que alguien se atreva a denunciar algo relativo a la venerable institución, francotiradores al margen. Que se pongan en cuestión las subvenciones que recibe, por ejemplo, en estos tiempos aciagos de duros recortes en materia de cultura. O que se aluda a su presunto carácter ornamental y suntuario, que es otro de los pareceres que se oyen por lo bajini, muy relacionado con el anterior. La inmensa minoría calla por ignorancia o indiferencia. Algunos, por si acaso les llaman algún día para formar parte de esas apretadas filas. 
No hace falta decir que, junto a miembros de sobrada autoridad intelectual en distintas disciplinas artísticas (la música o la historia, pongo por caso), deambulan por la RAEX personajes carentes de ella, algo que suele ocurrir, por desgracia, en cualquier grupo humano.
Cuentan que en un viaje por estas tierras de un afamado literato capitalino surgió a los postres de la comida el tema de la Academia. Al parecer, el invitado fue mencionando nombres de extremeños que, daba por descartado, estarían en la docta casa. Para su sorpresa, no acertó con ninguno. 
La reciente incorporación de los tres últimos académicos: Félix Grande, Carmen Fernández-Daza (hija de uno de los fundadores, Mariano Fernández-Daza, Marqués de la Encomienda) y Pureza Canelo, hacen concebir esperanzas de renovación y movimiento en un organismo que tiende al anquilosamiento y a la fijeza. A la pompa, ay, más que a la circunstancia.