Felipe
Benítez Reyes: la literatura como caleidoscopio es el título de un volumen
que publica Visor Libros y edita José Jurado Morales, profesor de la
Universidad de Cádiz, coeditora de la obra, que consagró al
poeta gaditano, en 2013, el Seminario de Literatura Actual, germen de este
libro colectivo.
"Creo que Felipe Benítez es el escritor más
largo, mejor dotado, con más talento, de mi generación", afirma Carlos
Marzal en su aguda ponencia, y otro amigo (lo que no le resta mérito a la
afirmación, no pocos se refieren a él como "Felipe"), Juan Bonilla,
destaca en la suya, no menos incisiva, el hecho de que "sea quizá el poeta
más importante aparecido en España desde la muerte de Franco". Más allá de
estos encendidos pero compartibles elogios, la feria va por barrios, no cabe
duda de que estamos ante "uno de los nombres mayores de las letras
españolas actuales", al decir del prologuista e instigador del homenaje,
ante “un escritor singular” con “voz personal”, por usar sus propias palabras.
Lo primero que habría que destacar, más allá de la
pertinencia de analizar la obra de FBR (Rota, 1960), es el acierto del título.
Explica Jurado Morales el origen del invento y el porqué de su uso para
explicar, metafóricamente, la literatura de Felipe Benítez Reyes: "porque
para él la vida tiene mucho de tubo especular que guarda realidades relativas y
variables en función del ángulo desde el que nos posicionemos". Dice también
que "responde al perfil del escritor completo", algo en lo que
también incide su alma gemela, el poeta Marzal, cuando alude a su condición de
"polígamo" literario. Por eso, el volumen analiza su poesía, su
narrativa (tanto el cuento como la novela) y sus ensayos, a lo que habría que
añadir sus diarios, sus aforismos y cuantas ocurrencias, en el mejor sentido,
podemos leer en sus artículos periodísticos, las entradas de su blog o hasta en
su muro de Facebook. No olvidemos que FBR ha sido también traductor y director
de revistas literarias (por ejemplo, de la emblemática Fin de siglo) y, ahora, pequeño editor, amén de autor de collages, que aquí estudia Ana Sofía
Pérez-Bustamante.
En esto de la poligamia
no tiene, según creo, parangón o, si acaso, hablando de coetáneos, con
Trapiello, al que José Luis García Martín (que aquí no colabora, pero que es el
crítico que más le admira) incluyó en la "Generación de los 80", que
es la de Benítez Reyes (también antologado en el libro del mismo título).
Adscrito a "la órbita de la poesía de la
experiencia", una cruz como otra cualquiera, FBR ha obtenido casi todos
los premios importantes y ha dedicado no
poco de su ya extensa obra a un tema, digamos, central: el de la identidad o,
por decirlo mejor (así se titula su último libro de poemas), el de las
identidades. Por eso le dedican dos capítulos del total, los correspondientes a
la poesía.
Precisa Luis García Montero, otro de sus grandes
amigos, que "no hay que confundir el yo biográfico con la voz del poema,
pero la poesía se esfuerza en configurar un personaje literario, una ordenación
coherente de sentimientos y experiencias" y añade que “La poesía supone la
construcción de una identidad”. Sí, el "yo" de FBR es también
caleidoscópico y para ello basta con leer su celebrado Vidas
improbables (1995 y 2009, premios Ciudad de Melilla,
Nacional y de la Crítica), donde destaca la importancia que le da a
"apócrifos, heterónimos e incluso homónimos", como anota Bagué
Quílez. Estamos, dice, ante "un sujeto especular". Juan José Téllez,
en la ponencia más disparatada del conjunto, le califica de “sencillamente
esquizofrénico”. El poeta, por su parte, se ha referido a la “fantasmagoría de
la identidad”.
De su literatura, se destaca, en suma, el humor
(tan infrecuente en nuestras letras), la ironía (un signo de distancia e
inteligencia), el escepticismo ("elegíaco y escéptico" le llama
Payeras Grau) y el desengaño, la precisión estilística (lo que tiene de miglior fabbro), la perplejidad (en
torno a los prodigios cotidianos), su aguzado ingenio, una atmósfera entre mágica,
circense y misteriosa donde reina el espejismo...
Su voz es, como explica Bonilla, "elegante,
descreída y sabia". Sería imposible resumir aquí no ya cuanto ha escrito,
que es bueno y mucho, sino lo que los estudiosos revelan sobre ello en las
páginas del libro que comentamos.
Para comprobar cuanto decimos, basta con leer su
nota a "Suposiciones en tres tiempos", donde reúne, digamos, su
poética, un texto fundamental que abre el volumen.
Si tuviera que destacar alguno de los asedios a los
que acabo de aludir, lo que hago sin dejar de ponderar todos y cada uno de los
artículos aquí reunidos, mencionaría el repaso de su trayectoria poética
llevado a cabo por Marina Bianchi, la reflexión en torno a lo espacial y los
lugares que firma L. Martín Estudillo, el análisis de Javier Letrán acerca de
su pensamiento poético –lo paradójico, pongo por caso– a partir de Escaparate de venenos y su relación con
la tradición filosófica pesimista o, por conocimiento de causa, las
aportaciones de Antonio Jiménez Millán y Álvaro Salvador, dos clásicos de la “experiencia”
y viejos compañeros de viaje del poeta. También cabe citar a Araceli Iravedra,
antóloga de esa corriente, quien afirma que “la disposición característica del
sujeto enunciador de la literatura de Felipe Benítez Reyes (…) es la
perplejidad, el desconcierto y la extrañeza ante el yo y la realidad”.
No quiero olvidar la importancia de la
bibliografía, elaborada por Jorge González Jurado y el editor de la obra. Y ya
que le menciono, la meritoria labor de Jurado Morales, que, además de firmar un
trabajo sobre los relatos de FBR, desglosa en su informado prólogo cada una de
las ponencias recogidas.
Ojalá este libro colectivo se escape, en fin, de
una maldición que el escritor señala en su primera poética, “La dama en su
nube” (1988): “La poesía, expuesta a la luz de la ciencia y de los análisis
lingüísticos, se fosiliza, se convierte en cosa pintoresca”.
En lo que a uno respecta, si se me permite la
intromisión, confieso que he venido leyendo con fervor toda la poesía (y
algunas cosas más) del autor andaluz. No me duelen prendas reconocerlo, al
revés. Recuerdo perfectamente la primera lectura de "Elogio de la
naturaleza" (incluido en su libro Los vanos mundos),
un poema de aire modernista que me gusta especialmente; un puñado de versos que
forman parte mi particular florilegio de la poesía universal.
Leída a lo largo, esta poesía demuestra que FBR ha
conseguido su propósito: estamos ante un genuino “ejercicio de inteligencia”.
Nota: Esta reseña se debería haber publicado en el número 10 de la revista Miríada Hispánica, de la Universidad de Virginia. Fue solicitada en noviembre del pasado año, con cierta urgencia, por el secretario editorial de la publicación. El caso es que al final no apareció. Al parecer, por la incompetencia de alguien. Como su periodicidad es anual y esperar a 2016 me parece excesivo, la doy a conocer, sin más dilaciones, aquí y ahora.