A Isabel Bono (Málaga, 1964) la descubrió uno gracias a la antología Con&versos (Poetas andaluces para el siglo XXI), de Antonio Moreno Ayora, publicada por La Isla de Siltolá, el mismo sello que ahora presenta Hielo seco, un puñado de aforismos que confirman aquella feliz sorpresa inicial.
El libro no llega a las cuarenta páginas de texto y lleva en la contracubierta unas palabras de Fernando Aramburu que uno asume y que me apetece repetir, siquiera en parte: "Esta mujer, ¿cómo se llama?, Isabel Bono, nos trata como a palomas del parque. Nos tira migajas poéticas, porciones de perspicacia, cachitos musicales y sensibles. Nosotros nos movemos a su alrededor, ansiosos de más." Sigue: "Ella dice bien las cosas y las dice profundas".
Lo primero que a uno le llama la atención es que, a pesar de la moda aforística (como todas, un poco empachosa), los suyos no me parecen máximas al uso. Quiero decir que habitualmente me resulta muy difícil distinguir el estilo, digamos, en todo lo referente a los aforismos; que más bien me resultan todos intercambiables, más allá de su autor. Sin embargo, con los de Bono eso no me ocurre. Será por su carga lírica, unas veces, y narrativa, otras. Por lo que tienen de reflexión, sí, de pensamiento, pero también de sentimiento y hasta de notas de un diario. O porque llevan título, un detalle que les dota de una autonomía y de una entidad nada frecuentes.
Iluminaciones de cada día que, si bien dignas de lo cotidiano, vuelan hasta el cielo de lo intempestivo. Chispas de imaginación que no dejan de tocar, por otra parte, tierra.
Con toques de necesaria moral y de genuina sabiduría, nos hablan del paso del tiempo, de la amistad, del miedo, de la muerte, de la soledad... Y de la prisa, de "desaprenderla": "Abandonar la prisa y su vértigo. Caminar muy despacio, sentarnos y sonreír de vez en cuando, para que nadie note que estamos huyendo", dice en "la prisa y la fiebre" (los títulos van en minúscula).
Para hacer boca, pueden leerla en su blog: Hojas secas mojadas. Después, irán al libro.