Un hombre espera es la primera incursión en el territorio de la narrativa del poeta placentino afincado en Barcelona Álex Chico (1980). Esta, digamos, novela aparece en el sello Libros en su tinta y es una doble sorpresa: porque hasta ahora Chico sólo había publicado poesía y porque, y esto es lo que más importa, no es ni muchos menos una entrega primeriza, sino una apuesta en toda regla por el género. Digo "género" por llamarlo de algún modo, como antes dije "novela". Puras convenciones. De hecho, estamos ante un libro que tiene mucho de ensayo y aun de diario. Donde no faltan calculadas dosis de crítica literaria. En él se relata un viaje. El que realiza el narrador a París en agosto de 2013, en concreto al barrio de Montparnasse, donde se centran sus recorridos, más o menos erráticos, en busca de una sombra: la del desaparecido escritor placentino, como él, José Antonio Gabriel y Galán, que vivió allí en los años sesenta. Más allá, Chico, que conoce muy bien la vida y la obra del malogrado autor de Muchos años después (objeto de su abandonada tesis doctoral), lo que incluye su (supuesta) primera novela, inédita aún: Idea fija de Montparnasse, más allá, decía, reflexiona sobre la noción de lugar, sobre el concepto de ciudad, que, como bien dice el prologuista de la obra, José Ángel Cilleruelo, "ha sido -será- el gran tema de este siglo" (algo que uno, que ha convertido ese asunto en su obsesión favorita, no va a desmentir). "El tema medular de este libro -afirma Cilleruelo- es la construcción significativa del lugar"
Si tuviera que buscarle analogías a esta nouvelle, escrita, ya se dijo, con una solvencia admirable, echaría mano, por lo parisino, de de Vila-Matas. Sí, sus mundos son distintos, pero hay en ambos, odiosas comparaciones al margen, idéntica mezcla de realidad y ficción. Como en su reciente "Posibilidad de una isla", un relato real publicado por Chico en la revista Quimera, no sabemos bien dónde está el límite entre la invención (de citas, libros, personajes) y la verdad, por más que la verosimilitud esté garantizada. En ese juego, que, ya digo, exploró en el relato sobre un viaje a Malta, donde no todo es como se indica, se basa esta apuesta narrativa, lo que le da un aire misterioso que el lector agradece.
El otro referente que me viene a la cabeza es Modiano, eterno flâneur, escritor de cabecera de Chico, éste sí protagonista indirecto de la novela. Y cómo no el propio Gayga (como firmó algún artículo): "Muchos años después, también yo parezco un personaje de Gabriel y Galán".
El otro referente que me viene a la cabeza es Modiano, eterno flâneur, escritor de cabecera de Chico, éste sí protagonista indirecto de la novela. Y cómo no el propio Gayga (como firmó algún artículo): "Muchos años después, también yo parezco un personaje de Gabriel y Galán".
Modiano no es ni mucho menos el único escritor o artista mencionado. Así, Eugène Deslaw, director del documental Montparnasse, de 1929. O Jean-Jacques Ventoux, presunto autor de, oh casualidad, Un homme qui attend. O Perec y tantos otros vecinos o visitantes de la ciudad de la luz.
Entre los personajes, digamos, reales, la primera mujer de José Antonio: Lyvia Bonnatian-Benaton, apenas entrevista, hija de un pintor y una escritora de los que también se da noticia. O Paco Gabriel y Galán, también nombrado, una persona clave en la vida y en la obra de su querido hermano, que sigue defendiendo a muerte.
Y otro inédito: su primer libro de poemas, La paz así encontrada, que el narrador lee con las anotaciones que hizo sobre el manuscrito original su amigo Guelbenzu.
La vida del autor de Razón del sueño fue "una experiencia siempre pospuesta". En sus diarios, recuerda Chico, escribió: "Yo no he vivido. He pasado mi existencia preparándome para vivir". De ahí que, siquiera para uno, resulte tan estimulante este relato donde vuelve a cobrar vida, amén del admirado escritor, el viejo amigo. Aquel joven con ambiciones que fue a París, como tantos, en busca de su sueño; ese que, a pesar de todo, lo creyese o no, tal vez alcanzó al final de su vida. Por lo demás, hay ciudades, ya se ve, que literariamente hablando, lo soportan todo: Venecia, Lisboa, Estambul, Tánger... París. Menos mal que nos quedarán, alzadas o en ruinas, siempre.