Las circunstancias personales han complicado, como casi siempre, mi paso por Centrifugados Encuentro De Literatura Periférica. No quise perderme, eso sí, la lectura de Pablo Fidalgo Lareo que, a pesar del cansancio (de Munich viajó a Gijón, donde tomó ayer en autobús hasta Plasencia) y de la fiebre, estuvo a la altura de sus poemas, tan claros como exigentes. Una hora estuvo leyendo y de esa corriente de versos destacaría "Santos", un poema al que me referí aquí y que volvió a sonarme, ahora en su castigada voz, maravillosamente. En las distancias cortas, como uno suponía, es como lo que escribe. Buena señal.
Poco más puedo contar. Que La Rosa Blanca, Salvador Retana y su hijo Omar, tienen mesa de libros (y esculturas y otras obras) en el Encuentro. Que Marino González y Fabio de la Flor están estupendamente (el primero me contó que leerá poesía en el López de Ayala de Badajoz y al segundo le dije que me había encantado Las Hurdes. El texto del mundo, escrito por su señor padre). Que me senté al lado de María José y Gonzalo, abracé a Cumbreño, alma del invento, y saludé, entre otros, a Antonio Marcelino, María Jesús Manzanares, Víctor Peña (que me regaló Diario de un puretas recién casado), Cristián Gómez Olivares (que pasa más tiempo aquí que en América), Carmen Hernández Zurbano, Teresa Guzmán, Elías Moro, Ángel Manuel Gómez Espada, Iván Sánchez y otros amigos que ahora olvido (perdón). Julio Pérez y Juanra Santos se movían discretamente por todo el recinto (ha sido un acierto llevarlo este año a Las Claras). Ah, y nada más entrar, salía el flamante, nuevo director de la Editora Regional de Extremadura, Eduardo Moga, acompañado de Javier Pérez Walias. Apenas pudimos saludarnos. Hoy, Cáceres. Espero llegar, con todo, a la lectura de Hasier Larretxea. Y mañana, como hemos anunciado, se presenta la antología del Cementerio Alemán, que ha quedado de lujo. Más de uno ya me ha comentado su sorpresa.