Este es el bonito título que José Jiménez Lozano (Langa, 1930) ha elegido para una nueva entrega de sus diarios. Cuadernos los llama él. Publica el libro la editorial Confluencias con el gusto que la caracteriza. El propio autor nos explica que "El 23 de enero de 1656 publicaba Monsieur Blaise Pascal, bajo el pseudónimo de Louis de Montalte, su primera carta de las que luego se llamarían Impresiones Provincianas dirigidas a un supuesto amigo suyo, que vivía en la provincia, sobre un asunto que se disputaba en la Sorbona, y me he acordado súbitamente de todo esto para utilizarlo como epígrafe o tejadillo de un cuaderno más de apuntes o notas provincianos o provinciales de los que éstos son la séptima selección que cubre los años 2010 hasta julio de 2014".
Ya ha dicho uno más de una vez que leer los diarios de JJL es, para mí, una suerte de "imperativo moral", sin añadir a la expresión ninguna intención filosófica, por kantiana que parezca. Ahora, tras leer estas páginas, lo reafirmo.
No he encontrado nada novedoso en ellas, bien es cierto, lo que no quiere decir que no haya aprendido muchas cosas que no sabía. Me refiero a que JJL es un hombre previsible que a las alturas de su edad no creo que pretenda epatar a nadie, sino dar a conocer a sus lectores, de la forma más clara posible, su pequeña verdad. Vuelve sobre los asuntos religiosos y la laicización, mal entendida, de nuestra sociedad. Sobre la Historia y sus pequeños detalles. Sobre los asuntos políticos, pero sin hacer sangre. Sobre Castilla y un mundo rural (y provincial) que desparece. Sobre los libros y la lectura y la conversación, también en trance de transformación. Sobre el nazismo y el Gulag. Sobre aquello que han dicho los filósofos: Kierkegaard, Poppe, Spinoza, Thoreau, Heidegger... Sobre la educación y la "deseducación". Sobre la Biblia y Port-Royal. Y todas esas reflexiones las lleva a cabo en su rincón, la casa del pueblo donde vive, apartado de lo peor del mundo, pero siempre atento a cuanto sucede y pasa, y, además, importa. Lo otro... Le preocupa, ante todo, la falta de conciencia.
Echa, en fin, uno de menos más líneas dedicadas a las cosas del campo, a la naturaleza, las estaciones y a la poesía, sin que falten, por cierto, unos cuantos poemas.
En un momento dado escribe: "Pero es que los hombres somos como somos, y lo mejor es andar con desconfianza de nosotros mismos". Y más adelante: "Los hombres somos un enigma, ciertamente".
Menciona a Hamsun y vuelve a recordar una cita suya que incorporó a Los cuadernos de letra pequeña: "Nuestra vida y nuestra época pueden seguir su ruta por lo que a mí respecta; por mi parte, yo permanezco aquí". Pues eso.
En un momento dado escribe: "Pero es que los hombres somos como somos, y lo mejor es andar con desconfianza de nosotros mismos". Y más adelante: "Los hombres somos un enigma, ciertamente".
Menciona a Hamsun y vuelve a recordar una cita suya que incorporó a Los cuadernos de letra pequeña: "Nuestra vida y nuestra época pueden seguir su ruta por lo que a mí respecta; por mi parte, yo permanezco aquí". Pues eso.