En mayo de 1987, se reunieron en el Teatro Campoamor de Oviedo los poetas Carlos Barral, Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, Ángel González,
José Agustín Goytisolo, Claudio Rodríguez y Carlos Sahagún. No estuvieron solos. Les acompañaron un puñado de críticos que al tiempo ejercían como profesores: Emilio Alarcos, Víctor García de la Concha, José María Martínez Cachero, Fanny Rubio, José Luis García Martín, Luis García Montero y Alejandro Duque Amusco, así como un público entregado que pudo hacer algunas preguntas.
Lo que allí sucedió quedó recogido en un libro, que también es una joya bibliográfica (perdida entre los estantes de mi bliblioteca), Encuentros con el 50. La voz poética de una generación, que ahora el coordinador de aquel invento, Miguel Munárriz (impulsado por la Fundación Municipal de Cultura y la asociación cultural Tribuna Ciudadana) vuelve a publicar en una edición no venal a cargo de El Corte Inglés y que uno ha tenido la suerte de recibir.
Munárriz es también el autor del prólogo, donde traza las líneas fundamentales de este puñado de poetas unidos por la amistad y el antifranquismo (y el alcohol y la noche) que cambiaron con sus obras el curso de nuestra historia poética, además de recordar aquel acontecimiento (uno de los tres encuentros literarios importantes de ese grupo o generación, que sobre el término nadie se pone de acuerdo). Allí explica, por ejemplo, las ausencias de Valente, Gil de Biedma y Gloria Fuertes, y otros intríngulis recogidos en la parte titulada "Los Encuentros con el 50 por dentro".
Son muchas las cosas interesantes que charlas y conversaciones contienen. Por algo los integrantes de esa promoción (de una generación irremediablemente se es por simples razones cronológicas, a un grupo se pertenece por propia voluntad), ausentes y presentes, del canon y periféricos, son auténticos maestros de la poesía. Me quedo con las opiniones, controvertidas casi siempre, de Claudio Rodríguez, empeñado en hablar de lo único que importa cuando a la poesía nos referimos: "se trata de libros, se trata de poemas" (que no faltan en el volumen), y no de componendas, colecciones (Colliure) estrategias y circunscripciones: que si los de Barcelona, que si los de Madrid... También con la lucidez de Brines, equilibrada e inteligente. Y no es que los demás desmerezcan cuando se pronuncian en los coloquios o en las entrevistas, al revés. Hablo de preferencias, sólo eso. Menudo era Barral, pongo por caso. O Caballero Bonald.
Los críticos tampoco se quedan atrás. Hay un docto y breve rifirrafe entre Alarcos y su discípulo De la Concha muy divertido. La agudeza de Martín brilla como suele, entonces y ahora.
A modo de epílogo, se incluyen dos entrevistas, a Gil de Biedma (me encanta cuando dice: "porque la gente tiene la manía de que la poesía hay que leerla despacio") y Ángel González, además de textos críticos de Carme Riera (que hizo célebre el rótulo generacional de "partidarios de la felicidad"), Prieto de Paula (que escribe sobre Sahagún, rara avis de un grupo de aves raras), Felipe Benítez Reyes (que rescata la memoria de María Victoria Atencia, otra extraña, única mujer en medio de esa cuadrilla) y Susana Rivera.
De preteridos como Gamoneda, rescatado al cabo del tiempo para el medio siglo, nada se dice, aunque JLGM sí cita a otros coetáneos olvidados, como César Simón y Aquilino Duque.
Se menciona mucho a Gabriel Ferrater y menos a Costafreda. Por no hablar de poetas inmediatamente anteriores, hermanos mayores de los protagonistas de este historia: Blas de Otero, Hierro y Celaya.
Me da que esta nueva salida del libro a escena volverá a quedarse corta y se convertirá, más pronto que tarde, en codiciado objeto de coleccionista. O de joven o maduro letraherido interesado en leer y escuchar algunas de las palabras más relevantes que se puedan decir sobre la experiencia de la poesía. Realizadas por gente que sabe, y cuánto, de lo que habla. ¡Grandes estos del 50! Los de la quinta de mi padre.
Son muchas las cosas interesantes que charlas y conversaciones contienen. Por algo los integrantes de esa promoción (de una generación irremediablemente se es por simples razones cronológicas, a un grupo se pertenece por propia voluntad), ausentes y presentes, del canon y periféricos, son auténticos maestros de la poesía. Me quedo con las opiniones, controvertidas casi siempre, de Claudio Rodríguez, empeñado en hablar de lo único que importa cuando a la poesía nos referimos: "se trata de libros, se trata de poemas" (que no faltan en el volumen), y no de componendas, colecciones (Colliure) estrategias y circunscripciones: que si los de Barcelona, que si los de Madrid... También con la lucidez de Brines, equilibrada e inteligente. Y no es que los demás desmerezcan cuando se pronuncian en los coloquios o en las entrevistas, al revés. Hablo de preferencias, sólo eso. Menudo era Barral, pongo por caso. O Caballero Bonald.
Los críticos tampoco se quedan atrás. Hay un docto y breve rifirrafe entre Alarcos y su discípulo De la Concha muy divertido. La agudeza de Martín brilla como suele, entonces y ahora.
A modo de epílogo, se incluyen dos entrevistas, a Gil de Biedma (me encanta cuando dice: "porque la gente tiene la manía de que la poesía hay que leerla despacio") y Ángel González, además de textos críticos de Carme Riera (que hizo célebre el rótulo generacional de "partidarios de la felicidad"), Prieto de Paula (que escribe sobre Sahagún, rara avis de un grupo de aves raras), Felipe Benítez Reyes (que rescata la memoria de María Victoria Atencia, otra extraña, única mujer en medio de esa cuadrilla) y Susana Rivera.
De preteridos como Gamoneda, rescatado al cabo del tiempo para el medio siglo, nada se dice, aunque JLGM sí cita a otros coetáneos olvidados, como César Simón y Aquilino Duque.
Se menciona mucho a Gabriel Ferrater y menos a Costafreda. Por no hablar de poetas inmediatamente anteriores, hermanos mayores de los protagonistas de este historia: Blas de Otero, Hierro y Celaya.
Me da que esta nueva salida del libro a escena volverá a quedarse corta y se convertirá, más pronto que tarde, en codiciado objeto de coleccionista. O de joven o maduro letraherido interesado en leer y escuchar algunas de las palabras más relevantes que se puedan decir sobre la experiencia de la poesía. Realizadas por gente que sabe, y cuánto, de lo que habla. ¡Grandes estos del 50! Los de la quinta de mi padre.
En Colliure, 1959. De izquierda a derecha, Blas de Otero, J. A. Goytisolo, Á. González, J. Á. Valente y A. Castellón. Debajo: Gil de Biedma, Costafreda, Barral y Caballero Bonald. |