Juan
Manuel Bonet
La
Veleta. Comares. Granada, 2015. 368 páginas. 35.00 €
Bajo
el siracusano título de Via Labirinto,
metáfora de cualquier vida, se reúne toda la poesía de Juan Manuel Bonet
(París, 1953), en una edición al cuidado de Juan Marqués.
Era necesaria esta recopilación
de su obra poética. La mayor parte de sus libros están descatalogados. No pocos
contaron con tiradas escasas y fueron publicados de forma casi clandestina en
ediciones para bibliófilos. Con todo, a la vista del volumen, que incluye su
obra inédita, la producción de este poeta casi secreto no ha sido tan escasa
como el lector podría presuponer, más allá de que, en rigor, su obra publicada,
en sentido estricto, se componga de La patria oscura, Café des exilés, Última Europa, Praga. Doce poemas
de Pavel Hrádok y
Polonia-Noche.
En Través rescata lo que pudo haber sido su
ópera prima. Versos que anticipan, como quiere el tópico, todo lo que ha venido
después: una brumosa atmósfera nórdica y marítima, la mirada pictórica
(metafísica, imaginista, geométrica), cierta brevedad impresionista, el
simbolismo francés y la poesía del 900.
Una
Europa perdida es el territorio esencial de esta poesía que parece añorar un
mundo y una época donde ser “el que no fui”. De la gran ciudad (París, Lisboa,
Madrid, Buenos Aires) a la oscura provincia (Lugo, Pamplona, Murcia). Memoria y
melancolía que están en la base de este poeta “errante”, eterno viajero entre
las ruinas, en busca de “cualquier otra ciudad, que me hable / de cualquier
otro tiempo”. “¿En qué siglo, en qué ciudad / vivo?”. Estamos ante una suerte
de atlas.
Poemas
que dicen “el sueño de otra vida”. Escritos a partir de lo visto y leído, sí,
pero más aún de lo vivido. Minuciosas anotaciones del diario de un atento
observador de la realidad. De un apasionado del arte. Si ésta poesía fuera
música, sonaría a Satie. A la pintura dedica 5 suites.
Polonia-Noche reúne los numerosos poemas centroeuropeos
de Bonet, ligado a esa tierra por razones familiares. Delicados poemas de amor,
evocaciones de paisajes y situaciones de Varsovia y Galitzia. Estampas,
postales que caracterizan su manera de decir: sutil, apagada, como en
sordina. Su tono es deliberadamente
menor, como los artistas y poetas que menciona.
La
fotografía es otra de las claves (Sudek, Coppola). Lo que se evidencia en el
libro Nord-Sud, donde cada poema
ilustra una imagen de Plossu.
Poesías Completas (1957-2000)
Carlos Sahagún
Renacimiento, Sevilla, 2015. 276
páginas. 20,00 €
Carlos
Sahagún (Onil, Alicante, 1938) murió el verano pasado. Unas semanas antes,
había corregido la edición de su poesía reunida, dispuesta para imprimir. Su
último libro, Primer y último
oficio, apareció
en 1979 y obtuvo el Premio Nacional de Poesía.
Desde 2000, no escribía poemas. Limpia de otra cosa que no sean sus versos (ni
siquiera hay referencias bibliográficas), recoge, además del libro citado, Profecías del agua (Premio Adonais), Como si hubiera muerto un niño y Estar contigo. Incluye también
veintiocho poemas inéditos (escritos entre 1978 y 2000). Ya en una recopilación
anterior, Memorial de la noche, dejó
fuera Hombre naciente, su ópera prima.
El
huidizo Sahagún pertenecía (a su pesar) al Grupo del 50 y no faltó en la nómina
de antologías generacionales como Poesía
última (1963), de Francisco Ribes, y Antología de la Nueva Poesía Española, de José Batlló,
compañero de aventura en El Bardo.
A uno le llama la atención el
título elegido. ¿Poesías porque no decía poemas o porque no estamos ante una
reunión de libros, sino ante una colección de versos? Leídos uno detrás de
otro, el lector no aprecia saltos significativos, por más que haya evolución,
siquiera sea porque a lo largo de la vida nadie es el mismo. Es más, la triste
infancia (“Todo es infancia”), aquella “infancia de humo” en la posguerra
(“Nunca, nunca / debí salir de allí”), la “humillada niñez, isla vacía / en su
rincón de sombra provinciana” es, junto al amor (razón de ser de su segundo
libro, pero presente en todos) y la preocupación social, una de las líneas
maestras que marcan el sentido de esta poesía de tono conversacional y elegíaco
que fluye con la naturalidad de lo que parece escrito sin esfuerzo y como tal
se lee. Una poesía centrada en el yo (“Para mí solo fue creada / la realidad
final de estos poemas”), íntima, escrita “bajo la innoble luz de la memoria” y
en la que prevalece, aunque “lo cierto es el amor, lo poderoso”, el fracaso, la
desolación, la soledad, la nada: “El hombre existe ásperamente”. “Si estuviera
en mis manos, / yo nada salvaría de este incendio”.
El agua como metáfora, el mar y
sus símbolos, trazan otra línea central del libro donde el poeta es un náufrago
que intenta sobrevivir a la intemperie. Sí, qué revelación estas poesías tan
oportunamente rescatadas.
Nota: Las reseñas de los libros de Bonet y Sahagún aparecieron publicadas el pasado viernes en El Cultural.