21.11.16

Afro

Guillermo López Gallego (Madrid, 1978) es traductor y diplomático. Publicó su primer libro de poesía en 2008: El faro, en la misma editorial, Pre-Textos, donde aparece Afro, un libro compuesto por un solo poema. Éste ocupa impreso desde la página 11 hasta la 32 (21) y las notas del autor que le acompañan van de la 35 a la 50 (15).
El título no tiene pérdida. Estamos en África, en Liberia, un país a orillas del Atlántico asolado por las guerras civiles, y más en concreto en su capital: Monrovia. Por eso indiqué un dato necesario: que López Gallego trabajaba como diplomático. 
La lectura del libro me ha resultado gratificante, es verdad, pero con un punto de desazón. Me explico. Cuesta un poco centrarse en los versos si a cada paso se ha de ir a las mencionadas indicaciones que figuran al final del libro. Tampoco ayuda, hablo de mí, que la primera palabra de cada verso esté escrita siempre con mayúscula, a la manera, por ejemplo, de Cernuda, una costumbre muy inglesa, ni que, por no dominar como es debido precisamente el inglés, se inserten en el texto numerosas citas en ese idioma, sobre todo de los letreros religiosos que llevan los taxis monrovianos o de las inscripciones y grafitis que pueblan los muros de las calles de esa ciudad ruinosa y apocalíptica, cuyo sentido, siquiera en parte, uno se pierde. Cabe decir que una segunda lectura lineal, sin necesidad de consultar esas glosas, devuelve a esta suerte de crónica su fuerza originaria y nos hace apreciar, en su verdadera dimensión, sus altos logros. Sí, porque estamos, sin duda, ante un libro importante. Poema y notas, ya que éstas forman parte del mismo y no faltan en ellas fragmentos de un diario personal y otras referencias ineludibles para una cabal comprensión. A uno le recuerda, cómo no, el famoso The Waste Land, de Eliot, siquiera sea por esa suma de versos sobre la devastación y por el detalle de las acotaciones que lo acompañan, ya decía que para nada prescindibles.
Estamos ante el paisaje después de una batalla. O en medio de la guerra, no sé. La mirada del testigo es cruda, nada complaciente. Más cuando enferma y narra su delirante experiencia hospitalaria contra el paludismo, la malaria, las fiebres tifoideas y la tuberculosis, acaso la parte más intensa de Afro.
Mujeres, niños-soldado, platos típicos y playas vírgenes se entremezclan con ácidas visiones de miseria y desolación: "No diferencio realidad de presente", leemos. Ahí "el oscuro deseo de sufrir", un verso de Césario Verde que, como otros epígrafes de distintos poetas, incorpora López Gallego a su obra. "Lo pintoresco no necesita testigos", escribe. Y: "Aquí llega la lírica con la lengua fuera". O: "Compiten las buenas maneras / Y el horror, / El horror". 
A uno le gustaría escuchar este polifónico canto triste en voz alta, leído, pongo por caso, por quien lo ha concebido. Me da que su oralidad es clave a la hora de abarcar su sentido por completo, de ahí lo que comentaba acerca del inglés y de cómo a uno ese pormenor se le escapaba.
Luis Bagué Quílez remata su reseña de Afro en Babelia con estas palabras: "un libro original y deslumbrante. Todo un acontecimiento". Tal vez no le falte razón.