18.12.16

Sábado

María José Muñoz
Hacía semana que no coincidíamos con Gonzalo y María José, de ahí que las cañas y los vinos se prolongaran lo suficiente como para que la tarde fuera, una vez recogidos, decididamente modorra (que diría el de Higuera). En esas estaba uno, entre sueños y veras, cuándo le asaltó la duda: ¿era hoy la lectura de Irene y Basilio?, dije de sopetón en voz alta. Sí, respondió a mi lado alguien que acababa de despertarse. Se me había olvidado. Ni siquiera tuve la deferencia de poner un aviso aquí. A las ocho estábamos en Las Claras. Besos, abrazos, saludos. Recuerdos. Al poco aparecieron nuestros compañeros de ruta sabatina. Menos mal que nos vemos, vine a decir. A los poetas protagonistas de la velada se unieron otros, como Pérez Walias y Alberto Guirao. Y los organizadores del primer Seminario Poético Ciudad del Jerte, de la asociación Caleidoscopio: Iván Sánchez y María José Muñoz. Y una tía de Irene. Y su marido, otro poeta: Ramón Pérez Parejo (con libro bajo el brazo: Gremios, Premio de Poesía Blas de Otero-Villa de Bilbao). Y más amigos y conocidos y saludados. La charla se dilató a la espera del presentador, Juan Ramón Santos. Unos decían que estaba en misa y otros que venía de viaje, de una reunión de la Asociación de Escritores que ahora preside. Y empezó el acto. Éramos pocos, esto es poesía, pero bien avenidos. No menos que en una lectura madrileña o vallisoletana. 
Empezó Irene Sánchez Carrón, tan sobria y precisa como siempre, que tras evocar su infancia placentina, explicar su itinerario lírico y mencionar algunas notas sobre su poética (cree que la poesía es ficción), nos leyó un puñado de espléndidos poemas de sus libros ya publicados. Volver a escuchar "El escondite" y "De senectute" ya le habría bastado a uno para tomarse la molestia (un decir) de bajar a la plaza un sábado por la noche en pleno diciembre prenavideño. Estoy deseando que publique ese libro que tiene casi terminado y que ratificará su posición central no sólo en el estupendo panorama de la poesía escrita por extremeños. 
Tomó luego la palabra Basilio Sánchez y, a pesar de que sigue arrastrando el resfriado que llevaba puesto en Zafra, en su voz volvieron a sonar de maravilla los versos lentos y hondos que escribe. Pocos también. Con un regalo final: los primeros movimientos de un libro inédito, Esperando las noticias del agua (que uno, muéranse de envidia, tiene la suerte de conocer). 
Le repetí lo que dije aquí hace poco, que en las lecturas, por parcos comentarios que hagan los autores acerca de los poemas, se abren nuevas posibilidades de comprensión y disfrute de los textos hasta el punto de que parecen otros. Más claros. Y sí, mejores. 
Poetas. De lujo, como estos. Qué bien los cala BS en su poema "Cordel de ciegos", que nos leyó también anoche: "Sabemos nuestros límites, / toleramos nuestra insignificancia".
Con ella a cuestas nos fuimos a tomar otra caña. Un día completo.