Del nuevo libro de José Manuel Díez (Zafra, 1978), El país de los imbéciles (título tomado de una cita de Bolaño) diré, para empezar, que no ha defraudado mis expectativas. Ganó el premio Jaén y lo publica Hiperión. Es el libro inteligente, sereno y maduro de alguien que ya justificó de sobra que merece un lugar al sol de la poesía española (y ultramarina) de este siglo.
Toca fibra sensible, es cierto, y está muy apegado a la realidad que nos ha caído en suerte, pero en ningún momento cae en lo banal ni se atreve a practicar el inútil arte de la demagogia. Y no hay mejor manera de salvarse de esas tentaciones que el mundo pone a nuestros pies que con el ejercicio riguroso del verso, a partir de múltiples y bien asimiladas lecturas, construyendo poemas dignos de tal nombre, sólidos refugios contra la intemperie donde nunca, por cierto, falta el amor. Ni la compasión. Ni la paz, la fuerza y el gozo de quien observa la vida desde dentro. Y así, con autenticidad, desde el humanismo, la vive. Y hasta la canta.
Me ha sorprendido mucho Liberalismo político, premio de poesía joven Antonio Carvajal, de Francisco José Chamorro (Fregenal de la Sierra, 1993), que publica también Hiperión. Debí leer su ópera prima, de la que al parecer reniega, Une rose dans les ténèbres, pues apareció en la Editora Regional en 2015.
Chamorro, como quiere que le llamen, tiene la misma edad que mi hijo, algo que tal vez haya condicionado mi lectura. Lo que cuenta aquí, con desgarro y sentido, con una lengua tan poderosa como natural, es la vida misma, sí, pero elevada a categoría artística. Quiero decir que esto es poesía y no otra cosa. Los vuelos baratos, las sórdidas habitaciones en pisos de estudiante, los amores frágiles, las novias perdidas, la engañosa publicidad, los padres, las redes sociales o los pasillos de las grandes superficies conforman el paisaje de este microcosmos que es, en rigor, el mundo entero. Alguien vuelve a Extremadura, a Fregenal, su pueblo, y comienza a trabajar en la industria cárnica. Atrás, grados y estancias en universidades nacionales y extranjeras. Y amores. La vida misma, ya dije. Y al fondo, lo precario, la pobreza, esa que se ha constituido con la debida naturalidad en el eje de las vidas de la generación de nuestros hijos. Este me ha parecido, sí, un libro de verdad. No olviden el nombre de guerra de este poeta: Chamorro.
Urbano Pérez Sánchez (Hervás, 1981), licenciado en Humanidades por Salamanca y profesor de secundaria en Plasencia publicó en 2010 y en la Editora Regional de Extremadura su primer libro, Del tiempo, los cambios. Si lo menciono es, sobre todo, porque Trieste, que ve la luz en la misma casa y en la preciosa colección La Gaveta, no deja de ser un diario escrito al mismo tiempo que aquellos poemas. Un diario lleno de reflexiones sobre la propia escritura, pero también de anotaciones sobre la intimidad de quien lo escribió y ahora lo recupera. Lo ha dicho Andrés Trapiello en su último tomo del Salón de los Pasos Perdidos, Mundo es: "Sin intimidad no hay literatura que valga, aunque para compartirla haya que aparecer tras un disfraz".
Él, su pareja, su familia... La muerte. Lo fragmentario y lo difuso logran trasladar al lector, sin embargo, una sensación de orden y concierto. Tras la aparente fragilidad y la confusión de quién pretende comprender lo que le ocurre, encontramos la piedra preciosa de un breve texto genuino que no deja indiferente a quien lee y, al hacerlo, se adentra en el túnel secreto de las vidas ajenas.
CODA.
He titulado esta entrada deliberadamente así porque, más allá de su condición de poetas formados y cosmopolitas, los tres son extremeños por nacimiento y, para colmo, residen aquí. Con la movilidad propia de estos tiempos, claro. De hecho, Díez ha vivido hasta hace poco en Lanzarote y su carrera musical le impone continuos viajes.
Le agrada a uno, en fin, que nuestra pequeña literatura, la escrita por los nacidos aquí o por quienes han elegido Extremadura como destino, siga tan viva como parece y que no cese la edición de libros dignos de elogio aquí o en cualquier parte.
Después de leerlos, he comprendido mejor las palabras de Jesús Munárriz, editor de los dos primeros: "Ya verás, Álvaro, que tus dos paisanos lo hacen muy bien". Y tanto. Como Pérez Sánchez y muchos más. Como Francisco José Najarro, pongo por caso, de Zafra como Díez, que ha regresado de Chile y trabaja en RIL Editores España, así como en la Revista Hispanoamericana de Poesía Aérea. Una alegría.
CODA.
He titulado esta entrada deliberadamente así porque, más allá de su condición de poetas formados y cosmopolitas, los tres son extremeños por nacimiento y, para colmo, residen aquí. Con la movilidad propia de estos tiempos, claro. De hecho, Díez ha vivido hasta hace poco en Lanzarote y su carrera musical le impone continuos viajes.
Le agrada a uno, en fin, que nuestra pequeña literatura, la escrita por los nacidos aquí o por quienes han elegido Extremadura como destino, siga tan viva como parece y que no cese la edición de libros dignos de elogio aquí o en cualquier parte.
Después de leerlos, he comprendido mejor las palabras de Jesús Munárriz, editor de los dos primeros: "Ya verás, Álvaro, que tus dos paisanos lo hacen muy bien". Y tanto. Como Pérez Sánchez y muchos más. Como Francisco José Najarro, pongo por caso, de Zafra como Díez, que ha regresado de Chile y trabaja en RIL Editores España, así como en la Revista Hispanoamericana de Poesía Aérea. Una alegría.