© Ferran Mateo |
Para demostrar que estamos ante un ensayo (con aires incluso de manual de literatura portátil), se cita al final una amplia bibliografía. No pocas entradas corresponden a libros de autores que ella ha traducido. De hecho, en lo que a uno respecta, la obra es una puerta abierta hacia otros lugares, hacia libros que habrá que leer. Desde la pasión, fomenta la lectura. Para conocer lo escrito por Gabriele Romagnoli, Filipa Leal, Sergéi Dovlátov o Leonid Tsypkin y, sobre todo, para profundizar en la obra de viejos conocidos como Pasternak, Tsvietáieva, Ajmátova, Bowles, Bishop, Saint-Exupéry o Pessoa.
He disfrutado mucho con los retazos certeros de las biografías de Tarkovski, Grossman (cuya magistral Vida y destino tradujo ella para nosotros), Brodsky (como Ajmátova, un puro petersburgués), el áspero e implacable Nabokov (y Serguéi, su odiado hermano, ¡vaya dos!), Chukóvskaia y, cómo no, Chéjov, una de mis debilidades rusas: "padezco autobiografobia", escribió. Y de muchos personajes más, como el terrorista Sávinkov, cuyas peripecias, en manos de Rebón, dan para una novela. Lo dicho, un libro tan infinito como apasionante. Una alegría.
Nota: La fotografía que ilustra esta entrada es del escritorio de Boris Pasternak en Peredélkino.
He disfrutado mucho con los retazos certeros de las biografías de Tarkovski, Grossman (cuya magistral Vida y destino tradujo ella para nosotros), Brodsky (como Ajmátova, un puro petersburgués), el áspero e implacable Nabokov (y Serguéi, su odiado hermano, ¡vaya dos!), Chukóvskaia y, cómo no, Chéjov, una de mis debilidades rusas: "padezco autobiografobia", escribió. Y de muchos personajes más, como el terrorista Sávinkov, cuyas peripecias, en manos de Rebón, dan para una novela. Lo dicho, un libro tan infinito como apasionante. Una alegría.
Nota: La fotografía que ilustra esta entrada es del escritorio de Boris Pasternak en Peredélkino.