La primera en papel. La firma el poeta Jesús Aguado. Y recalco lo de "poeta" porque, al leerla, me parece que esa condición sobresale, más allá de la de crítico.
Está en la página 31 del número 205 de la revista Mercurio. Y en un número, qué agradable sorpresa, dedicado a las hermanas Letras Portuguesas. Gracias.
Ah, le sigue una reseña de Cobos Wilkins sobre un libro que he reseñado para El Cultural: Retirada, de mi paisana Pureza Canelo.
Ah, le sigue una reseña de Cobos Wilkins sobre un libro que he reseñado para El Cultural: Retirada, de mi paisana Pureza Canelo.
Realidades, no humo
JESÚS
AGUADO | MERCURIO 205 · POESÍA - NOVIEMBRE
2018
El cuarto del siroco
Álvaro Valverde
Tusquets
176 páginas | 15 euros
Álvaro Valverde
Tusquets
176 páginas | 15 euros
Alvaro Valverde
(Plasencia, 1959) cuenta en el prefacio y en un poema de este libro que el
cuarto del siroco, según Leonardo Sciascia, era donde se guarecían las familias
nobles cuando soplaba este intratable viento africano. El escritor italiano se
preguntaba si no existiría para “defenderse del pensamiento de la muerte” y el
extremeño añade que para él es una metáfora de la poesía. Un lugar en el que
ponerse a resguardo de la intemperie cuando se vuelve intratable, que es casi
siempre. Y también donde pararse a recordar sucesos, a imaginar senderos
descartados (una parte importante de los textos aquí recogidos sueñan con
ciudades, libros, músicas, aromas o vidas no visitados), a hacer balance de
relaciones, a meditar sobre los misterios de lo cotidiano (amigos fallecidos,
películas que emocionan, viajes, la familia), o a practicar las virtudes de la
lentitud, la serenidad o el recogimiento interior. Apaciguar la extrañeza,
“desbrozar el caos”, simplificar los gestos, vivir al margen: en ese cuarto
protector la poesía (que hoy el autor solo entiende como un vaso de agua
ofrecido “a quien padece sed”) nos enseña que la felicidad es una palabra
vacua, que “lo mejor es que te pidan / aquello que tú tienes”, que las
intuiciones a veces se transforman en verdades o que hay que estar contra el
tiempo y “a favor de la belleza”.
Cosas sencillas porque de eso se trata: de ser
sencillo incluso cuando uno se enfrenta a los laberintos (hay cinco en estas
páginas) que le van proponiendo los años. Filosofía sencilla: la de un ser
humano que renuncia a ser un dios inmortal; y que está más cerca de Spinoza,
cuya ética se cita, que de, por ejemplo, un Nietzsche. Vida sencilla: la de
alguien que dialoga con las sombras (las muchas acumuladas del pasado y las
presentidas de la muerte) desde la serenidad, la concordia y una cierta
voluntad de desposesión. Poética sencilla: la que sirve para acercarse a un
mirlo sin que se espante, a una casa sin que se cierren sus puertas, a un
cerezo o a un aliso sin que huyan, a un libro sin que se borren sus líneas, a
una paisaje sin que caigan velos sobre él.En El cuarto del siroco este y
otros vientos han quedado fuera. Hay, en efecto, en el extraordinario poema que
le da título, y en otros lugares, un “viento retenido”, un viento “seco y frío”,
un viento que se presiente en “el rumor de las ramas”, un levante indomable que
sopla en paseos vacíos, un viento impetuoso y una brisa. Esa pasión desatada de
los vientos románticos, esa tormenta ininterrumpida de ciertas literaturas ya
no azotarán, pondrán en peligro ni confundirán el ser (y el Ser) de uno sino
apenas sus muros exteriores. Que soplen todo lo que quieran porque el poeta,
concentrado en lo mínimo, en lo cercanísimo, en lo más íntimo y en lo concreto,
ya no quiere humo sino realidades (ahí se acuerda de Vinyoli), toda una
declaración de principios que suena a balance existencial. Pocos vientos y, sin
embargo, mucha agua, agua por todas partes: balsas, ríos, mares, estanques,
acequias, orillas, manantiales, nieve, fuentes, molinos, puentes, riberas,
puertos, pozos, albercas, nubes, algas, corrientes, caudales, cascadas,
nadadores, vapor, lágrimas, etc.; un agua que es “metáfora y verdad”, un
milagro, una rememoración de lo eterno o, como ya se dijo, símbolo de la
poesía. Álvaro Valverde toma partido por el agua pacífica en detrimento del
viento, que golpea con fuerza la portada del libro sin conseguir penetrar en él
más que de manera testimonial. El agua de la vida. El agua de la poesía.