Jorge Riechmann
Tusquets
Editores, Barcelona, 2020. 160 páginas. 15.00 €
La
bibliografía de Riechmann (Madrid, 1962), profesor de Filosofía, bloguero (http://tratarde.org/) y pionero del ecologismo, abruma.
A su condición de ensayista (centrado en el ecosocialismo,
el cambio climático, la sostenibilidad y la poética) y de traductor (de Char,
Müller, etc.), se suma la de poeta (“la poesía es el centro de mi vida”).
Sus
primeros libros están reunidos en Futuralgia (1979–2000) y los
siguientes en Entreser (1993–2007). Después llegaron, entre otros, Rengo Wrongo, Poemas lisiados, Himnos craquelados, Ars nesciendi
y Grafitis
para neandertales. “Hay
una continuidad básica en lo que he ido haciendo”, afirma. Quien quiera conocer
más a Riechmann debe leer Un lugar que
pueda habitar la abeja, un sustancioso conjunto de entrevistas editado por
Alberto García-Teresa.
En Tusquets, donde
aparece ahora Mudanza
del isonauta, había
publicado Conversaciones entre alquimistas y El
común de los mortales.
Lleva como subtítulo
la palabra griega enkráteia que, desde Platón, significa poder sobre uno mismo o autodominio; “madre de todas las virtudes”, según
Aristóteles. Lo de “isonauta” está tomado de Huidobro.
Un poema previo explica que tras dos años sin poesía, “pues los
cataclismos / están mudando su rostro: // yo tengo que mudar de piel”. Para él,
ésta “tiene algo de herramienta de exploración y descubrimiento para seres
desorientados”. Un “arte de vivir”. No evita la “dimensión de conflicto” ni
cierra los ojos a la realidad. Como Gamoneda: “la poesía o es sustancialmente
realidad o no es poesía”. “Escritor –según Riechmann– es aquel que hasta que no
escribe, no comprende”. Quien dice “lo que ha de ser dicho”: “Limítate entonces
/ a tratar de decir lo que ves”. “Para conocer”. ¿Comprometida?, le preguntan, y
responde: necesaria. La suya se “pega mucho al cuerpo de la vida”. Nada humano
le es ajeno. A favor de la “resistencia”, más que “puro verso”, al decir de
Viñals, a quien cita. El libro está lleno de citas. Y no sólo de literarias o
filosóficas, también periodísticas.
Se compone de un prólogo, siete poemas y cinco epílogos. Esos siete
poemas largos se despliegan, a su vez, en muchos más, una forma de proceder ya
habitual en él. No pocos llevan un título o comentario al final, entre
paréntesis. De pronto, un haiku, una copla.
El tono es deliberadamente prosaico (“esto no es literatura / y quizá
tampoco poesía”). Sin verbosidad ni “manoseo metafísico”. Sentencioso. De epifanías,
no de aforismos (“la poesía no sabe”): “No he logrado / alcanzarme / cuando
huía”. De claridad evidente. Reflexivo. Didáctico incluso. Y político, sin duda.
Propio del manifiesto. Atento a lo que se dice, pero sin olvidar que “la poesía
es, sobre todo, cuestión de buenas formas”. Porque somos seres de palabra. De
lenguaje.
¿Cuáles son sus asuntos? Fiel a “lo abierto” –“el terreno de la poesía
es múltiple”–, da testimonio, atento al sufrimiento y la compasión, de casi todo
aquello que sucede y pasa. Por ejemplo, del cambio climático y el calentamiento
global (“más que molestias”, “todo lo demás resulta irrelevante”): ¿y “si esta
vez fuera el fin del mundo / el fin del mundo?”. Reitera que estamos al borde
de la catástrofe. O ya cayendo en el abismo. Sí, el modo es apocalíptico. Más
allá, la pobreza, la globalización, el capitalismo, la muerte, la
sustentabilidad, los animales, el plástico… También poesía, amor y amistad. Pero
“seguimos deletreando la espiral”: no cambiamos. Por “pereza” acaso. “Has de
cambiar tu vida”. “Se deslíe”. “Hacerse cargo”. ¿Estamos ante la inservible
crítica al final de los tiempos? El poeta siente vergüenza. Sin embargo, “el
sentido de la vida es vivirla”. Sin “ego”. Aceptar “la belleza de todos los
días”. En pos de la utopía: “lo necesario imposible”. Con Auden, “amarnos los
unos a los otros o morir”. “Frágiles comunidades / de humildes seres libres y
justos”. “Hazte sencillo”.
De los “epílogos” destacaría “Lugares”, “Poder y no poder” (un análisis
del “sí se puede” de Podemos, donde milita, mas con distintos “peros”, que debería
leer Pablo Iglesias) y “Apesardé” (“nada humano se construye / sino sobre el
frágil zócalo de un apesardé”).
“Todo puede ser salvado” es, para Riechmann, el lema de la poesía. Contra
lo calamitoso de la situación, se atisba una esperanza. “Estemos a lo que de
verdad importa”.
Nota: Esta reseña de ha publicado en El Cultural. Dos matizaciones: el título de la reseña no es mío y la versión es la completa. En papel era más reducida.