27.6.24

Lecturas preveraniegas

Centrado en las reseñas de El Cultural y, en contadas ocasiones, en las que publico en Turia y en El Cuaderno, quedan atrás menciones a libros que uno ha disfrutado, lecturas intensas que hubieran merecido unas notas en las que compartir con otros su feliz existencia. A falta del tiempo para hacerlo, y ante la llegada de un largo y cálido verano que preveo lleno de novedosas obligaciones familiares, uno, enemigo declarado de las listas, copia aquí el título de un puñado de libros que, hablo por mí, me han parecido sobresalientes. Sólo eso, mera mención, pero algo es algo. Empiezo por la poesía. En concreto, por tres títulos de poetas jóvenes. 
Hacerse una foto en el espejo del baño (Ultramarinos), de Julio Fuertes, recoge poemas escritos entre 2006 y 2011 y me ha parecido un libro muy especial y sorprendente, novedoso en el mejor sentido. De esos sobre los que cuesta escribir pero que uno intuye necesario. Novelista, músico y traductor, de acuerdo, pero, al menos una vez, poeta. Su editor, Unai Velasco, confirma, para definirla, el término usado por su autor: el de "escritura vigoréxica". Y añade un adjetivo: "sentimental". Reconoce, en fin, que es "conmovedora". 
La zona luminosa (Hiperión), de Alejandro Ruiz de la Puente, incide en todo lo contrario, la tradición, pero al cabo resulta igual de moderno que el anterior. Qué natural resulta que debajo del título se indique que mereció el premio "Antonio Carvajal" de poesía joven. Y qué orgulloso ha de sentirse el poeta granadino de discípulos así. Poetas del XXI que dominan la métrica y son capaces de componer sonetos a los que calificar de dignos herederos de los áureos. 
Música para tigres (Renacimiento), de Alejandro Bellido, uno de los responsables de la revista onubense Centauros, ha publicado un libro amable, irónico y lleno de guiños amorosos y literarios (Garcilaso, Salvago, Botas) con el que el lector pasará un rato estupendo. Le ha salido muy “asturiano”; “anafórico”, diría, por aquello de la revista y no lo señalo como algo negativo, al revés. No es esa mala escuela. 
No deja de sorprenderse uno con los haikus de Susana Benet, que reincide, y cuánto se lo agradecemos sus lectores, con Alma de caracol (La Garúa). ¿De qué pasado / regresan esas flores / blancas de adelfa?, leemos. Y: Eso que siento /ante la flor marchita, / es haiku o no?
Haikus y otras japoneserías reúne Jordi Doce en Agua blanca, una delicatessen cuidada por Fernando Menéndez, que la ilustra, en tirada de 15 ejemplares numerados y firmados. Tan sugerentes como este par: Entro en el parque: / la quietud me responde / a cada paso. Vino y se fue: / la niebla hecha jirones / en la maleza.
A ras del universo (Númeror) es el segundo libro de Eduardo del Pino, profesor de Filología Latina de la Universidad de Cádiz. Ya cometamos aquí el primero. La edición es preciosa y lleva un prólogo de Fidel Villegas. El mar está en el centro del libro. Por él navega (también por el cielo en un planeador) y a sus orillas ve pasar el tiempo (en sus tres direcciones). En playas que visita y que pasea, como otros lugares, cercanos (Rota, Guadarrama) y más lejanos (Lovaina, pongo por caso, que da título a un hermoso poema). Todos lo son. Me llama mucho la atención su sintaxis, por eso indiqué antes su condición docente y de qué materia.
Hablar de mis poemas yo no sé: / son como hijos tardíos o vendimia a destiempo, escribe este poeta tardío al que conviene seguir. 
Lo mismo que a Juan Peña. Ya reseñamos en este blog sus libros Destilaciones y Yacimiento, así como la antología (de sus primeros poemas) La misma monotonía. Publica ahora en Vandalia El último poema, con el que ganó el premio Hermanos Machado. Su claridad alumbra al lector como lo haría una vela en la noche oscura de una casa de campo. Serenidad, aceptación, asombro. Poesía de la memoria, genuina. De la verdad. Vital sin entusiasmo. Lejana de cuanto es superficial y vano. La edad, los olivos, el amor, un viejo sillón de cuero, un salpicón de marisco o una playa pueden inspirar poemas que nos llegan sin querer al alma. Sí, porque todo es natural en esta poética de la bondad donde el poeta sólo aspira a que sus versos ajusten mi vida / a un ritmo cadencioso, / sin tropiezos, / ni quiebros disonantes. // La vida que me sueño y que no es / y es la mía
La almeriense Papeles del Náufrago lanza su sexta entrega de autorretratos, esta vez los de Aurora Luque. El cuidado librito, con selección de Antonio Lafarque, lleva por título Nadar en una misma. No somos más que tiempo devorado, reza el verso de la contracubierta. 
Vayamos con la prosa, no sin mencionar antes los títulos de tres novelas. Una, ya leída y reseñada (para TURIA, por lo que se hará larga la espera): Arde ya la yedra (Tusquets), de Gonzalo Hidalgo Bayal, que ha publicado una de sus mejores obras. Las otras dos están aún pendientes lectura: El niño (Tusquets), de Fernando Aramburu (con guiño placentino incluido) y Río Cárdeno (De la Luna Libros), de Juan Ramón Santos, dignísimo discípulo, permítaseme el honroso término, del citado Bayal que con esta nueva entrega fija aún más su genuino territorio literario. 
Tenía pendiente -uno no da más de sí- la lectura de alguno de los celebrados libros de María Belmonte, pero El murmullo del agua. Fuentes, jardines y divinidades acuáticas (Acantilado) no se me ha escapado. Y cuánto me alegro. Sólo espero que haya una segunda entrega que continúe el trayecto desde donde aquí lo deja, en las "Aguas barrocas". Me gusta aprender con ella, sí, pero también acompañarla en su viaje vital, digamos. Lo más personal casa perfectamente con lo erudito. 
Y otra lectura pendiente, la del magnífico Los lugares y el polvo (Elba), de Roberto Peregalli, un ensayo enjundioso "sobre la fragilidad y la belleza" que a un obseso por la noción de lugar y por lo espacial en su conjunto tenía que llegarle al alma. Cuántas iluminaciones contiene y qué oportunas reflexiones sobre la arquitectura ("Las fachadas", "Lo gigantesco", "Las ruinas"), el paso del tiempo ("La pátina") y otros puntos de interés como "El blanco" o "La luz". 
Luis Leal, pacense de Évora, ha dado a la imprenta A salto de mata (aCourela do Alentejo), donde reúne aforismos, apuntes de un diario, reflexiones, etc. en las dos lenguas que domina: su portugués materno y el español adoptivo. El tono es poético. Es uno de esos libros que tanto me gustan, híbridos; más interesantes cuanto quien los escribe, como hace al caso, es un hombre que piensa y siente de manera ejemplar y distinta. 
José Luis Melero, bibliófilo de pro y a pesar de eso escritor, nos ofrece una preciosas plaquette, digna de la señalada condición: Un viaje a Itzea (Ediciones La Ventolera), con ilustraciones de Pepe Cerdá. Ningún destino mejor para un barojiano confeso que la casa familiar de los Baroja en Vera de Bidasoa, frontera francesa. Un delicioso relato para amantes de los libros, sin duda. Mejor si aprecia los del autor de El árbol de la ciencia
Un buen amigo suyo (y mira que tiene), el poeta Fernando Sanmartín, publica el Pregón de la XVIII Feria del Libro Viejo y Antiguo de Zaragoza (Asociación de Libreros de viejo y antiguo de Aragón), que no deja de ser otra maravilla propia de un letraherido singular que en cada entrega nos ofrece una verdadera joya. 

NOTA. La fotografía que ilustra esta entrada corresponde a la biblioteca de Richard Macksey, quien fuera profesor de Crítica Literaria y Literaturas Comparadas en la Johns Hopkins University de Baltimore.