30.6.12

DVD, adiós

Tenía que haber dicho algo antes. Sobre la triste desaparición de la editorial DVD. Otros se me han adelantado y lo han expresado mejor. Martín López-Vega, por ejemplo, que sabe bien de lo que habla. No en vano ha sido uno de los autores por excelencia de la casa.
Conocí al editor Sergio Gaspar hace muchos años, cuando sólo era poeta, no sé si tan desconocido como ahora. Ha sido el artífice, junto a colaboradores y amigos como Eduardo Moga, otra pieza clave de ese proyecto que ahora termina, de la vida de DVD.
Me acerco a la estantería donde tengo agrupados todos los libros deuvedianos que poseo y saludo a poetas extranjeros que admiro, como Simic y Tomlinson; a amigos, como Jordi Doce, Alberto Santamaría, Carlos Alcorta, el citado Moga... 
Sus cubiertas lo decían todo. Esa sobriedad era su mejor poética. 
Uno de los libros que más me impresionaron de cuantos ha venido publicando la editorial barcelonesa fue Poemas japoneses a la muerte, en edición de Yoel Hoffmann y traducción, otra vez, de Eduardo Moga. Lo tengo siempre a mano, en un estante cercano a esta mesa.
Lo dicho, para cualquier lector de poesía de este país es una lástima que DVD desaparezca. Para éste, eso y más. Con todo, Sergio y compañía, ¡que os quiten lo bailao!

29.6.12

La mirada de Isabel

De Isabel Sánchez, la bibliotecaria salmantina de Badajoz, que lee en su blog Un centro fugitivo. Una lectura, por cierto, más allá de los elogios y otras consideraciones, tan de agradecer, muy emocionante.
Se recomienda empezar pinchando Another day, del pianista Oscar Peterson, la pieza de jazz elegida por Isabel para escuchar de fondo.

De los periódicos

El diario HOY se hace eco del homenaje a Santiago Antón, de cuya crónica se ocupó uno aquí hace días. Siempre dije que Santi era muy fotogénico. Ah, y, aunque no se le oiga en la foto, un fallido locutor de radio. Por no repetir las virtudes que le han hecho acreedor del merecido festejo.

28.6.12

Poetas














En lo referente a los poetas, suelo tener presente dos citas. Una, el de aquella poética de José Luis Jover ("Poema al modo de Anthony Thwaite") incluida en la antología Poesía joven, de Concepción G. Moral y Rosa María Pereda (Cátedra, 1979), donde tras mencionar un centón de nombres, concluía: "Una sola cosa es cierta. Que somos demasiados". La otra, unas palabras de Borges en el prólogo de su libro Los conjurados: "No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados". Eso vale para todos. También para Jesús Aparicio González (Brihuega, Guadalajara, 1961), autor de La papelera de Pessoa. La luz sobre el almendro (Libros del Aire), en el que brillan más los aciertos que los errores, los versos felices que los desafortunados. Un poema, por ejemplo el titulado "Suficiente" (que rima con elocuente), basta para justificar lo que digo. No es poco.
Y para los jóvenes poetas extremeños que publican sus mínimas plaquettes en el número cuatro de la colección 3x3, que dirige el incansable Antonio Gómez; una de las mejores de la serie, por cierto. Se trata de Victoria Mera, Isabel María Méndez y Miguel Bravo Vadillo.
Y, en fin, para David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976), afincado en Sevilla, que reedita, correcciones mediante, Miedo de ser escarcha. En la Editora Regional de Extremadura también. 

(Nota: Imagen tomada del blog de Francisco Barbachano.)

27.6.12

En la web de Fernando Pérez

Celes, su hermana, empeñada como nadie en que la memoria de Fernando siga viva, da cuenta en su web de la aparición de Un centro fugitivo, un libro en el que, cómo no, se menciona y recuerda al inolvidable editor.

La tele

Uno por la noche, como casi todos los mortales, ve la tele. A esas horas -de las nueve en adelante- hago eso por costumbre. Primero el informativo (hasta ahora, el de la 1), luego, El Intermedio (que no va demasiado bien) o un documental de la 2 (que si el último emperador de China no están a mi alcance). Me suelo dormir antes de que termine. Madrugo mucho y no me echo la siesta. Bueno, y que los niños cansan.
Cuando se anunció el nuevo programa de entrevistas de Julia Otero me alegré. Volvían, por fin, modos mejores, aunque fueran de otros tiempos. No vi la primera entrevista, con el torero Cayetano (no me gusta escuchar a los toreros, prefiero verlos torear), pero sí la segunda, con Vargas Llosa, el escritor perfecto, se podría decir. Leí en el periódico que la protagonista de la tercera iba a ser Ana García Obregón y mi gozo, ay, terminó en un pozo. Se ve que no hay manera. El lunes pasó por allí, lo sé, Alejandro Sanz. Me imagino que Mario Vaquerizo está al caer. Que no me esperen.

26.6.12

Inclinaciones

Teoría de las inclinaciones se titula la última entrega del inquieto editor Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, Cádiz, 1964) y ha sido publicada en la elegante Los Papeles del Sitio. Es la segunda de las diez que componen el proyecto Fábula, cuyos títulos aparecen, a lo Trapiello, en la solapa posterior y en una de las páginas iniciales de la obra. Cuenta JSM que se concibió a partir de un viaje a Roma realizado en 1984 y añade: "es indispensable la lectura de La vida alrededor [título del libro primero, La Isla de Siltolá, 2010] antes de tomar en las manos esta obra". Uno, vaya por delante, se ha saltado la norma no sé con qué consecuencias.
Tres son las inclinaciones a que se refiere: la poesía, que está por encima de la vida y hasta de dios (con quien dialoga en esta parte); el amor, "como complemento del absoluto, y "conseguir fusionar la música y la literatura como arte supremo". 
Quien se haya acercado ya a La vida al filo de la espada, el blog de SM, no le extrañará el tono de este libro que, como dice su autor, con serlo, es más que un diario. "Apreciaciones" llama él a estos apuntes que, aunque puedan parecer improvisados, escritos a vuelapluma, están forjados en la meditación. 
No es un libro que se pueda resumir, al que nos podamos acercar de otra manera que no sea leyéndolo con la calma debida y la atención en guardia. Su estilo, muy particular (como estilo que es), nervioso y tenso, exige que el lector quiera "ver, entender". Porque, advierte en las palabras iniciales, "la mayoría de las personas se limitan a observar y sus limitaciones nunca serán inclinaciones". Aquí los "matices" lo son todo. Es literatura... No quiero dar a entender que sea un libro críptico o hermético, todo lo contrario, pero hay que saber leer entre líneas pues lo evidente puede serlo... o no. Será por eso que abundan los aforismos, emboscados o a la intemperie.
Subraya uno las múltiples referencias a su labor de editor y, por tanto, a Siltolá, más que una editorial, más que una casa: el sello y el lugar que ha puesto en marcha ante el desconcierto del patio poético patrio. Una editorial que "nace para vivir el tiempo que desee y la distancia que nadie determine". Una casa que "es una isla, una forma de vida, un encuentro. No es remordimiento ni grandeza".
Me interesan especialmente sus reflexiones sobre la poesía y los poetas, donde ni una (no en abstracto, en concreto) ni otros salen bien parados, sobre todo los jóvenes. Confiesa que dejó de escribir en plena guerra entre la poesía de la experiencia y la de la diferencia, dos caras de la misma moneda, y a esos grupos o escuelas les dedica algunas invectivas, pero no le duelen prendas citar en más de una ocasión a uno de los líderes de la corriente hegemónica de nuestro fin de siglo, tal vez porque los rótulos sirven para poco y las obras, que los desmienten, para todo lo contrario. 
En sus páginas aparecen los habituales. Ante todo, su santísima trinidad poética: Rosales, Parra y Colinas. También JRJ, Claudio Rodríguez, Pablo García Baena, Trapiello o Luis Alberto de Cuenca. Y otros amigos, poetas como él; Abel Feu, Aquilino Duque, Tomás Rodríguez, E. García-Maíquez. Además, se menciona a más gente, con iniciales o por sus nombres: Francisco Bejarano, Olga Bernad, Elías Moro...
Si bien no falta la ironía y hasta el sarcasmo, que empieza por él mismo, o por el personaje que protagoniza este libro (no me gustaría pasarme de listo), que nadie busque aquí ajustes de cuentas ni líricas venganzas. Si acaso, además de la guerra citada, algunas líneas en contra de los suplementos literarios y de la crítica, de los mentirosos gana premios o de los postpoéticos chicos nocilla, lo que no deja de ser un lugar común para cualquier cronista de estos tiempos.
El lector encontrará una defensa a ultranza de la independencia y del liberal "vive y deja vivir", lo que choca, claro, con la vida en una ciudad cerrada como Sevilla o, por extensión, en un país llamado España. Donde, por cierto, viven, vivimos, españoles. Londres y Barcelona ponen el contrapunto. Y Cádiz, of course, de donde no todo el mundo, ay, puede ser.
Sin pelos en la lengua, con indisimulable pasión, a JSM no le importa señalar con el dedo al emperador de turno y, por muy educado que sea gracias a su señora madre y a su paso por el Guadaira, denunciar que va desnudo. Tampoco abominar del "yo" (del yomimeconmigo, dice él, que le "cansa") y de los peligros del ego, aunque estas páginas sean, parafraseando a Hierro (que también aparece como secundario por ahí), un personal y transferible "cuanto sé de mí". Y eso sirve tanto para renegar del existencialismo como de las conversaciones telefónicas o de los e-mails. Quiero decir, para lo más profundo y para lo aparentemente anecdótico, que es lo que en realidad revela quiénes somos. Él es, entre otras cosas, un solitario al que le gusta beber Mexican Mule. "La verdad nos oculta", escribe. Y "soy un conjunto enorme de manías". JSM es un "raro", lo sabe desde chico. Un ser sincero, mal que le pese a Juan Cruz. Alguien, en fin, que entre la vida y la poesía elige la segunda porque "es en sí la existencia".
La saga Fábula promete, aunque de sueca, lo puedo asegurar, tiene bien poco.

25.6.12

El club de los poetas muertos

Compruebo una vez más en el periódico que nada mejor para la salud poética de algunos poetas que su muerte. Por paradójico que parezca. A ser posible, prematura. No hace falta citar a los clásicos. Lois Pereiro fue un maldito o ejerció de tal. Ahora, nos cuentan, es un mito viviente de la literatura gallega. La Real Academia de allí le ha dedicado este año; esto es, el Día das Letras Galegas. Dicen que si no hubiera escrito en gallego, una lengua minoritaria, de ésas que gustan tanto a Steiner, sería un Valente. 
Miguel Ángel Velasco es un poeta de mi generación que publicó libros, ganó premios (el Adonais y el Loewe entre ellos)... Se movió, en lo literario, en torno al poderoso grupo de poetas valencianos encabezados por Marzal y Gallego, pero de él nadie habló más de la cuenta hasta hace poco, cuando, oh casualidad, murió de forma súbita -y a buen seguro injusta- a los 47 de su edad. Que se lo pregunten a Abelardo Linares, editor del último libro que publicó en vida. Tusquets incluye en su colección Nuevos Textos Sagrados La muerte una vez más, reunión de cuatro libros inéditos del poeta mallorquín, Espinas, Historia de las manos, La muerte una vez más y Circulaciones, en edición de Isabel Escudero. En una reseña que no lo es, Santiago Gamboa, compañero de piso de Velasco en el Madrid de los ochenta, recuerda en Babelia al hombre, sobre todo, al amigo, del que dice: "Nunca he vuelto a conocer a nadie tan convencido y seguro de su genio (tal vez Roberto Bolaño, pero ni siquiera)". 
Nada me extrañaría que le concedieran un premio póstumo. Como no es extremeño, puede que hasta le den una medalla. En vida... Entre nuestras muchas curiosidades o defectos, vete a ver, está éste de ensalzar temerariamente a los muertos. Patético. Españoles.

24.6.12

Santiago Antón, un homenaje













Al final lo conseguimos y dimos la esperada sorpresa a Santiago Antón. Nos citamos ayer en el hotel Alfonso VIII, dónde si no, el sitio de todas las conspiraciones, un grupo de amigos a los que Tomás Paredes había conjurado para colaborar en un libro (manuscrito, con los pliegos sin coser, ejemplar único) donde algunos pintores (que han dibujado, grabado o pintado, como es lógico) y miembros del jurado del Salón de Otoño de Plasencia (del que Antón fue arte y parte, alma incluso), unos cuantos escritores y otros -profesores, colaboradores, compañeros de trabajo- que ni lo uno ni lo otro, hemos dejado el testimonio de nuestra amistad y, cómo no, de nuestro agradecimiento por su labor, tan rigurosa y profesional, al frente (por lo de dar la cara) de la Obra Social de lo que fue primero la Caja de Ahorros de Plasencia y después la de Extremadura; algo que, como decía, ya no existe. Por encima de eso, damos fe de la alegría que sentimos por habernos cruzado en el camino con un tipo inteligente con sentido del humor, cómo separar esos rasgos, que nos ayudó a desarrollar nuestras diferentes empresas culturales con plena libertad en aulas de literatura, grupos de teatro, exposiciones de pintura y escultura, ciclos de conferencias, talleres, etc. 
En alguna fotografía de las que hizo su fiel compañera Puerto (organizadora del acto), habrá quedado reflejado el pasmo que sintió Santiago al vernos a todos allí reunidos. Él pensaba que iba a comer con Tomás, sólo eso. Tras abrir el considerable paquete con lazo y comprobar el contenido de la caja, el mencionado libro, emoción general mediante, comimos. En un sitio especial, cabe añadir. En lo que fuera despacho del director Peinado, uno de los más recordados de la Caja de Plasencia, y sala de juntas del consejo de administración. Donde celebró mi familia, por cierto, el 90 cumpleaños de la abuela Fausta y tuvo lugar alguna cena del premio literario José Antonio Gabriel y Galán.
A los postres, Gonzalo Hidalgo Bayal leyó su soneto a Santiago (no sin dificultad por culpa de su endiablada letra, inspirado en la plaza vacía del aparcamiento habitual del homenajeado), Gonzalo Sánchez-Rodrigo evocó tres momentos decisivos en la vida de ambos (con mención cariñosa a nuestra querida Chelo), otros cantaron o también leyeron, como Teófilo González Porras (que aludió a Cavafis), y alguno más (Paredes, por ejemplo) recitó. No se dejaron de hacer fotos en parejas, tríos o grupos. Por lo de perpetuar el momento, ya se sabe.
Uno dijo también algo. Con torpeza. Debí limitarme a leer el poema que había escrito para el libro en cuestión. Para Santiago, quiero decir. Por eso, y para que esas palabras privadas se hagan públicas, lo copio ahora aquí:

UNA CONVERSACIÓN

Porque somos amigos, conversamos.
O es quizás al revés. En todo caso,
una conversación es el resumen
de esta vieja amistad que mantenemos
desde que nos cruzamos en la plaza
hace más de tres décadas, ¿recuerdas?
Tú estabas con Juan Luis en la terraza
del Regio o del Danubio. Era verano.
Yo iba con Yolanda que, bien sabes,
te estima como a pocos de este sitio.
Desde entonces, saludos y sonrisas,
jamás hemos dejado de tratarnos.
Con altibajos, como cabe al caso.
En perspectiva, es mucho
lo que hemos compartido.
Por ejemplo,
los dos hemos bregado
con poetas, artistas y políticos,
tropa voraz, amén de insoportable,
que al fin sobrellevamos con paciencia;
a la que hemos vencido con un arma
en la que plenamente confiamos:
la ironía.
Aunque la vida, en ésta y otras cosas,
no haya sido contigo complaciente
-permíteme no entrar en pormenores-
nunca oí de tus labios una queja.
Otro ejemplo que cuenta en los afectos.
Como cuenta
que hayas sido tenaz en el trabajo
y tus logros destaquen por encima
de la mediocridad que nos rodea.
Que en los últimos tiempos nos veamos
sólo de higos a brevas o a deshora
carece, bien lo sabes, de importancia.
Con frecuencia te leo el pensamiento
lo mismo que, por esto o por lo otro,
me lo leerás tú a mí.
Lo que deseo es que la cosa dure.
Que a debida distancia
sigamos manteniendo en libertad
esta conversación que nos convierte
en amigos y también en ciudadanos
que creen en la razón y en las palabras.
¡Larga vida, Santiago! Y un abrazo.

(Nota: En la fotografía, Y., Santiago y yo. Salón de Otoño de 2005)

23.6.12

Fin de curso

Ayer terminaron las clases. Los muchachinos llevaban días nerviosos, a la espera de las notas, sí, pero más de las vacaciones. La mañana fue intensa, por decirlo de una manera suave. Se acabó hace tiempo lo de llegar un poco más tarde y marcharse antes, por aquello del fin de fiesta. Estos funcionarios...
Los míos, emocionados, escribieron en el encerado sus mensajes de despedida y algunos me los entregaron, además, en papel. Que si te queremos, que si quédate con nosotros en 5º, que si eres el mejor profesor del mundo, que si tú no estás el colegio no será el mismo... Lo típico. Una alumna ha ido más allá y ha especificado que si quiere que siga con ellos el curso que viene es porque "para explicarnos las cosas cuentas historias que son muy interesantes". No hace falta decir que lo firma la más lista de la clase. Me quedo con uno anónimo. No acabo de identificar la letra. Dice. "Alvaro eres el mejor. Me has enseñado cosas que yo antes no me había enseñado". Tal cual.

La crisis de El Roto

No deja de retratarla en El País y, lo que es mejor, de dar, día sí y día también, en el clavo. Por doloroso que resulte. Ha pasado por el ciclo Lecciones y maestros y en la crónica de Mauricio Vicent nos da algunas pistas acerca de su trabajo.

22.6.12

Revistas

Llegan tres. Turia, tan hermosa como siempre, viene cargada de novedades. Entre lo que he leído, me emociona el recuerdo de Félix Romeo preparado, a varias voces, por su amigo José Julio Ordovás. Leo con gusto páginas nuevas de los inseparables leoneses Luis Mateo Díez y José María Merino. Poemas de Jordi Doce, Jorge Riechmann (que me suena a ya leído en su último libro, tan oportuno), Martín López-Vega, Antonio Lucas, Julieta Valero, José Cereijo o Elías Moro, tan ferroviario él, que publica "Guardagujas". También se rescatan inéditos de Pablo Palazuelo. No creo que aporten gran cosa al panorama lírico nacional, pero siempre le resulta a uno agradable recordar, con cualquier excusa, al pintor geométrico que vivió unos años en un castillo extremeño, situado en el pueblo de Monroy.
En lo que al ensayo se refiere, se adelanta una parte del nuevo libro de Steiner (al que tanto odiaba Romeo): La poesía del pensamiento (Siruela). 
El Cartapacio es para el brasileño Jorge Amado y en él, entre muchos, hay un artículo de mi admirado Juan Manuel Bonet sobre las artes plásticas en tiempos del bahiano que vuelve a demostrar su sorprendente capacidad para la erudición y el enciclopedismo. O una curiosa entrevista que le hizo la novelista Clarice Lispector.
Muy interesante me ha parecido también la conversación de Enma Rodríguez con Víctor García de la Concha, al que siempre da gusto escuchar. Y los diarios de Maícas, suma y sigue. Y no pocas reseñas, algunas de libros ya comentados aquí.
Clarín viene más delgadita, pero pura fibra. De lo visto y leído, me quedo con el mínimo panorama de la poesía china (preparado por He Ying y Catarina Valdés), de actualidad tras la gira triunfal de su director, JLGM por la lejana república asiática, pero que sabe a poco. Muy buenas las nuevas versiones, "tradicciones" las llama Juan Peña, de algunos poemas clásicos. Me convence cómo suena "El infinito" de Leopardi, por ejemplo, y eso que era difícil mejorar las versiones de, pongo por caso, Colinas o Rosillo. 
Ángel Alonso conversa con Lêdo Ivo, que yo no puedo separar de Juan Carlos Mestre. Uno me lleva al otro, sin remedio. Dice cosas sensatas y me alegra saber que uno comparte con un poeta tan cosmopolita obsesiones tan locales. 
Tras varios relatos de viajes, unas pocas reseñas; entre ellas, las de las últimas entregas de Antón Castro y Leopoldo Panero (padre), libros que pasaron por aquí.
Termino con la cacereña Norbania, donde destacan poemas inéditos de Basilio Sánchez (que cambia de registro, de manera sutil), Efi Cubero y José María Jurado, además de un divertido relato de Pilar Galán. Javier Alcaíns caligrafía dos poemas de Luis Alberto de Cuenca, que publica también "Sueño del reloj de bolsillo". 
¡Como para aburrirse! ¿Quién necesita Eurocopa?

¿Quién dijo crisis?

Mi amigo Néstor Hervás me envía ¿Quién dijo crisis?, un vídeo realizado por los alumnos de 2º de Bachillerato del IES Pérez Comendador de Plasencia. Es muy divertido. Por ahora.

Horacio Coppola, adiós













El fotógrafo argentino Horacio Coppola ha muerto a los ¡105! años en Buenos Aires, una ciudad que retrató como nadie. En este blog se habló de él alguna vez. De cómo lo descubrí gracias a Juan Manuel Bonet, quién si no, o de cómo en mi libro Mecánica terrestre (recogido en Un centro fugitivo) hay un poema titulado "Vista de ciudad con transatlántico", que dediqué a mi pariente argentino Marcelo Martínez, escrito a partir de una fotografía suya.

20.6.12

Una madre

Le he pedido permiso a mi amigo Orlando González Esteva para poder enlazar desde aquí un artículo que ha publicado sobre la reciente muerte de su madre. Se titula "La miliciana" y salió en Martí el pasado 11 de junio. Aunque era ya del dominio público, me pareció tan íntimo que...

Cernuda

La obra Los años americanos de Luis Cernuda, de José Teruel, ha ganado el Premio Internacional Gerardo Diego. El libro lo publicará Pre-Textos y el jurado, presidido por el catedrático de Teoría Literaria de la Universidad de Salamanca, Ricardo Senabre Sempere, estaba formado por Rosa Navarro, de la Universidad de Barcelona; Antonio Sánchez Trigueros, de la Universidad de Granada; y Francisco Javier Díez de Revenga, de la Universidad de Murcia. ¡Viva Cernuda!
 

Penkov: entre el este y el oeste

Como aventuraba, no he esperado ni a las vacaciones ni a julio para leer Al este de Occidente (Seix Barral), de Miroslav Penkov. Es, sí, una buena ópera prima y no es extraño que el libro se haya publicado ya en distintas lenguas y países. Los bonitos y duros relatos que reúne el búlgaro Penkov en su libro (que Rushdie ha calificado de "maravillosos") reflejan no sólo los cruentos avatares de su tierra natal, los bélicos Balcanes, su convulsa y atormentada Historia (lo político, lo religioso, lo étnico), sino también los azares de quien abandona esos lugares, paradójicamente hermosos, de bosques, ríos y casas con emparrado donde el tiempo transcurría -ah, la memoria, la infancia- despacio, para emigrar a Estados Unidos en busca de una vida menos pobre y peligrosa. Mejor.
Huelga decir que en Al este de Occidente prima lo autobiográfico. El personaje principal se confunde con el muchacho búlgaro que se traslada a Norteamérica con la excusa de completar sus estudios y se licencia en Psicología. Está bien que así sea: ¿no encierra cualquier vida una novela? No digamos una así.
Este ingenuo lector de narrativa sospecha, no sabe bien por qué, que en el libro -acaso demasiado complaciente, me da que con deliberada vocación de best seller- hay algo de plantilla, de ejercicio de estilo, de ideas bien aprendidas y mejor aplicadas, propias de alguien que se ha formado en un taller de escritura creativa (él hizo un máster en eso por la Universidad de Arkansas). Con ser, ya se dijo, una obra que se lee con gusto y que incluso, por momentos, emociona (natural si se tiene en cuenta el material narrativo con el que Penkov cuenta), no creo que se acerque, como quieren los editores, a Dublineses, de Joyce, o a Estambul, de Pamuk. Están en ondas distintas. Sólo eso. Lo que no obsta para celebrar los logros del joven escritor macedonio, que en empeños posteriores es probable que llegue a más. Puede que ya haya llegado.
Con todo, lo que más me ha sorprendido son las tres páginas de "Agradecimientos", ese hábito tan anglosajón, que figuran al final del volumen. Que haga falta tanta gente -familia, amigos, colegas, profesores, etc.- para escribir un libro y, oh envidia, que tantos y tantas te apoyen para hacerlo. ¡Uf!

Años treinta, por Krugman (y otros)

«Martin Wolf es mordaz (y con razón). “Hasta ahora nunca había comprendido cómo pudo suceder lo de los años treinta”, escribía el columnista de The Financial Times en una tribuna de opinión publicada el 5 de junio (edición de pago). “Ahora sí. Lo único que se necesita son unas economías frágiles, un régimen monetario rígido, un debate intenso sobre lo que hay que hacer, la creencia generalizada de que sufrir es bueno, unos políticos miopes, una incapacidad para cooperar y el no anticiparse a los acontecimientos”. 
(...)
Al igual que Wolf, empiezo a ver cómo sucedió lo de los años treinta.
(...)
Sospecho que estamos ante la vieja mentalidad del “trabajo de las depresiones” de Joseph Schumpeter: la idea de que todo sufrimiento cumple de algún modo un objetivo necesario y que sería una equivocación mitigar ese sufrimiento aunque solo sea ligeramente.
Esta doctrina tiene un atractivo emocional innegable para la gente que se siente cómoda.
También es una completa locura si tenemos en cuenta todo lo que hemos aprendido sobre economía estos últimos 80 años.
Pero corren tiempos de locura enfundada en trajes caros».
Paul Krugman, "Bienvenidos a los años treinta". El País.

Días de fútbol

(Panem et circenses) Llenando el lugar vacío de la impotencia, el hastío y el nihilismo, el deporte es desde siempre lo que más cabalmente cumple la función primaria de toda cultura como instrumento de control social.
Rafael Sánchez Ferlosio, "Pecios. ¿Pero ha habido alguna vez "tiempos felices"?". El País.

18.6.12

Lo nuevo de Cadenas

Qué adecuado me parece el dibujo de José Saborit que ilustra la cubierta del último libro del poeta venezolano Rafael Cadenas. Siempre lo digo: ahí suele estar la primera pista fiable sobre un libro, si la editorial es seria y el tipógrafo, claro, tiene gusto. 
A Cadenas (Barquisimeto, 1930) llegó uno más tarde que temprano, aunque su nombre y sus poemas no faltaran en los recuentos ultramarinos que he venido frecuentando a lo largo del tiempo. Mi encuentro con su inmensa poesía vino de la mano de la Obra entera, publicada aquí por Pre-Textos (y fuera por FCE). Fue un deslumbramiento del que todavía no me he recuperado y del que confío no recuperarme ya nunca. Esta nueva entrega, Sobre abierto, lo confirma. 
A pesar de que en su juventud fue de verbo torrencial, tan exuberante como el paisaje de su tierra (en Los cuadernos del destierro y Falsas maniobras), la poesía de Cadenas se caracteriza por su parquedad, por su exactitud. Que nadie busque en ella una palabra de más, un exceso verbal, un margen a la mala retórica. Sobria por excelencia ("Evito las exclamaciones. / No soy de donde viene / el grito", escribe, o "Rehúyes el énfasis"), propia de alguien que dice: "Nada pido. / Voy / liviano". De quien procura "ir con la vida sin oponerle resistencia", como le confesó a Claudia Posadas. Poesía, en fin, despojada, cercana en su concepción a la oriental -no en vano Cadenas es un buen conocedor del zen, el taoísmo y el hinduismo-, con independencia de que denomine "tríptico" a lo que parece "haiku".
"Estar / aquí / ya es / demasiado". A esta verdad obedece el tono de Sobre abierto. Un tono mesurado, ya se dijo. Celebratorio, sin alharacas; triste, sin queja. De memorias y olvidos, que se conforma con poco o casi nada: el sol, la flor, el viento, la mañana, los libros, las palabras... "No desdeñes nada. / La rana le dio a Basho / su mejor poema".
Poesía de la mirada ("Los ojos / nunca son insolventes"), donde la luz de todos los días es siempre nueva. "Quitado de ti miras el mundo / por vez primera", escribe, y es que, a pesar de su avanzada edad, Rafael Cadenas se empeña, sin esfuerzo, en convencernos de que la novedad del mundo es incesante y cada día el primero de tu vida. Sí, a pesar de que "Caminas entre escombros / de ayeres. / Te restablece / un atender. / Honras así / tu alrededor".
Poesía, en fin, que no deja de preguntarse por ella misma, por el asombro o el misterio de su existencia: "Lleguemos a un acuerdo, poema. / Ya no te forzaré a decir lo que no quieres / ni tú te resistirás tanto a lo que deseo".
"Musa" se titula, precisamente, uno de los poemas con título del libro, y dice: 

Concédele al poeta,
si la humildad no lo ha abandonado,
las palabras justas
para su tarea: no decir lo que se espera
sino
ser vocero
de la más oculta necesidad. 

¿Qué se puede añadir?

17.6.12

Menciones

La de Fernando Valls, que se enteró por este "siempre interesante y atípico blog", muito obrigado, de la existencia de la biblioteca Gonzalo Hidalgo Bayal.
La de Antón Castro, que recupera mi poema "Stevenson, Skerryvore" en su blog, sección "Retratos de escritores". Agradecido también.

Burnside y el traductor

Ayer publicaba Babelia, del diario El País, una reseña de Conjeturas y esperanza, del escocés John Burnside. Estaba destacada, era bastante extensa, bien escrita y argumentada, y corría por cuenta del especialista en poesía inglesa del suplemento, el profesor y poeta Ángel Rupérez. La leí con interés, pues conozco el libro, admiro a su autor, aprecio a los editores y, para colmo, soy amigo del traductor. ¿Traductor? ¿Qué traductor? ¿Acaso lo hay? Por supuesto. ¿De quién es la culpa, si no, de que el crítico haya elogiado lo bien que escribe... Burnside en español? Más allá de la boutade, me resulta incomprensible la omisión de quien hace posible que el lector pueda leer los versos de ese excelente poeta, con independencia de su nivel de inglés (en este caso). Algo, por cierto, que tendrá que ver, supongo, con las palabras finales de la recensión de Rupérez: "La gran poesía inglesa de nuevo entre nosotros: una excelente noticia que todos los aficionados debemos celebrar".
El silencio sobre la sobresaliente tarea de Jordi Doce es inexplicable si tenemos en cuenta que el propio Rupérez es también traductor. Del mismo modo que los editores comprendieron hace tiempo la destacable misión del que traduce -por eso destacan su nombre incluso en la cubierta-, los críticos responsables deberían dedicar siquiera un párrafo de sus juicios a elogiar, como en esta ocasión, o a denostar, si fuera necesario, el trabajo del traductor. Labor callada y exigente, muy difícil si de poesía se trata, que merece, repito, ser ponderada. O cuando menos subrayada o reconocida, y no sólo en los títulos de crédito. Otros, por suerte, ya lo hacen. 

16.6.12

Adán y Orlando González Esteva

Ya conté aquí que una ocasión que conocimos a Orlando González Esteva (Oriente, Cuba, 1952) en Santa Cruz de Tenerife, a principio de los noventa, y que aquella conversación al atardecer en la terraza de una cafetería ha dado para mucho. No hay demasiada diferencia, o eso creo, entre el ameno y dicharachero cubano que lleva en Miami (léase Miami) toda una vida y el autor de libros tan sugerentes como Elogio del garabato o éste que acaba de publicar en España Pre-Textos, Los ojos de Adán. Hay mucho de adánico en este libro de artículos, mucho más que eso, que fueron apareciendo en El Nuevo Herald entre 2006 y 2008. Me refiero a la pureza que transmiten. Seres y cosas comunes y cotidianos aparecen descritos ante nosotros como si hubieran sido vistos por vez primera. Esa mirada atenta, perspicaz, de González Esteva pone de manifiesto su clara condición de poeta, faceta de sobra acreditada en otros libros y otras formas. Lo que para cualquiera podría pasar desapercibido, siquiera sea por la costumbre y el uso, se convierte para él en objeto de deseo, en excusa para el relato de lo que realmente cuenta: la vida. En cualquier variante. En su máxima extensión. Zapatos, gotas, escaleras, ciempiés, toallas, chicles, flores, mangos, calvas, papeles, hamacas, espejos, guitarras, hojas, uñas, almohadas, cucarachas, estrellas... Estos son algunos de los protagonistas de estas columnas, más por lo duradero que por lo periodístico. Por encima de todo, la capacidad imaginativa de GE, su afición por el juego verbal, por la ocurrencia, sí, pero también por el aforismo (que se cuela con naturalidad en esa selva de palabras) o la greguería. Su particular jugueteo siempre va acompañado de citas, cuando no de versos. Citas de escritores cubanos: José Martí, Lezama Lima, Dulce María Loynaz, Nicolás Guillén, Cintio Vitier o Cabrera Infante, o no: JRJ, Rubén Darío, Alfonso Reyes, María Zambrano, Jorge Guillén, Lorca, Darwish, Manrique o Ponge. Versos, sobre todo, de poetas japoneses, pues no en vano GE es un gran conocedor, todo un especialista, en el haiku.
No falta la música (Touzet, Cachao), otra de las pasiones de este maestro cantor. Y todo en medio de una atmósfera de alegres trópicos, donde la exuberancia verbal tiene su correlato en los paisajes no menos opulentos de su Cuba natal (una herida abierta, aunque también el recuerdo de un paraíso) o de Miami y Florida. Árboles, plantas, frutas, flores, pájaros... Todo convoca a ese festín de los sentidos que tiene lugar en aquellas latitudes.
Especial interés para mí han tenido las piezas que dedica a Cuba, a las peripecias de los preliminares del exilio, y otros asuntos relacionados con ese espinoso asunto (más ahora, cuando su madre acaba de morir). Dicen que uno de los defectos de los cubanos es su ligereza. Esa gracia, esa levedad, es aquí todo lo contrario: razón de ser de esta escritura tan apegada a los seres y las fuerzas.
"No quise hacer periodismo; tampoco, literatura; menos, complacer a pocos o a muchos. Quise ser libre", dice en la nota final. Y en el último texto del libro, el poema "Discurso de Adán": "Me comería el mundo con los ojos", que es lo que ha acabado haciendo en Los ojos de Adán Orlando González Esteva.

15.6.12

La duquesa y Viandar

Mi abuela Fausta, natural de Viandar de la Vera, no se podría imaginar a la mismísima Duquesa de Alba regalando un pañuelo centenario, de encaje holandés, a su Virgen del Rosario. Según Faustino Martín, de El Periódico Extremadura, «lo ha donado a la patrona viandareña, debido a que la boda de la duquesa coincidió con una tradición ancestral de la citada localidad verata, que consiste en que las mujeres salen por las calles del pueblo, "para hacer la conocida como Rondalla de los novios"»
El acto de imposición del pañuelo tendrá lugar el domingo y la alcaldesa, de Izquierda Unida, teme no poder asistir debido a un problema familiar que le ha surgido. Un bautizo o una comunión, lo más seguro.

Jeremiadas

Félix de Azúa ha ganado el Premio González-Ruano de periodismo por su artículo "Contra Jeremías", publicado el 14 de agosto de 2011 en ese mismo diario. Su reflexión, ay, sigue vigente. Allí decía Azúa: "Digámoslo con mayor brevedad. Pasó ya el tiempo de la riqueza inmerecida y ahora llega el tiempo de la pobreza que nos corresponde. Todo lo demás es petulancia y perseguir viento. Ni nos habíamos ganado la riqueza anterior, ni ahora sabremos qué hacer con la pobreza". 
"Empuja la rueda del tiempo y deja de lamentarte", concluía.

14.6.12

Cuatro (inocentes) maldades

1. Soy, como casi todos, un mar de dudas, pero si me encuentro en el estante de una librería con un libro que se titula Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus sé perfectamente a qué atenerme.

2. Cuentan en el periódico que Joaquín González Manzanares, bibliófilo y, a la sazón, director de la Biblioteca de Extremadura, "tiene por costumbre llevar personalmente los tomos de la bibliografía de Pecellín a la Biblioteca Nacional". No me extraña. Son tan malos que si fueran solos no llegarían. 

3. En un reportaje de El País sobre la poesía del día, la periodista Rocío Huerta califica a María Victoria Atencia de "literata". Después del mal trago de la Real Academia (una injusticia), sólo le faltaba esto a la prestigiosa poetisa malagueña.

4. Lo siento, pero me parece una paletada. ¿Se imagina alguien un libro titulado Historia poética de Madrid en los Estados Unidos contemporáneos? Al fin y al cabo, Madrid es también una de las capitales de la poesía española del siglo XX. JLGM tiene razón. Lo que me cuesta trabajo entender es que el acreditado profesor Julio Neira, un viejo conocido de sus años extremeños, declare «expresamente en el prólogo que no ha tenido en cuenta ni los “estándares estilísticos” ni la “calidad poética”». ¿Dónde vamos? No, si al final va a tener razón el venerable Vargas Llosa, mal que le pese a mi admirado Isidoro Reguera.

Dos poemas inéditos

Se publican en La Estafeta del Viento, la revista de poesía de La Casa de América. Pertenecen al libro Más allá, Tánger. Agradezco a uno de sus directores, Luis García Montero, la invitación. Es un sitio que sigo hace tiempo, lleno de contenidos interesantes de este y del otro lado del Atlántico.

13.6.12

La Isla de Siltolá: 100 títulos

Santiago Belausteguigoitia firma en El País Andalucía un reportaje titulado "Una tierra fértil para la poesía", donde aborda la consolidación de la joven editorial andaluza La Isla de Siltolá que alcanza el primer centenar de ejemplares en su catálogo. Enhorabuena, pues, a su propietario y director, el osado Javier Sánchez Menéndez y que vengan, cómo no, muchos cienes más. 

12.6.12

Mangel dixit

“Es muy peligroso confundir el hecho de que los poderosos digan que hay que estudiar para conseguir un trabajo con pensar que la cultura no tiene importancia. Es difícil sustraerse a algo que se nos inculca diariamente, pero hacerlo es esencial para seguir viviendo. Los que no son realistas son los políticos, porque la realidad es que la cultura es importante, biológicamente importante. Nuestro gran instrumento de supervivencia es la imaginación, que anticipa escenarios que nos permiten resolver problemas concretos”. Alberto Manguel, en “Nuestro gran instrumento de supervivencia es la imaginación”, una entrevista de Javier Rodríguez Marcos publicada en El País.

Bibliotecas

«Preguntarse por el futuro del libro es también, y sobre todo, preguntarse qué pasará con el ecosistema del libro. Con las librerías y las bibliotecas. En especial con las redes de bibliotecas públicas. Sin librerías y bibliotecas, no existe la ciudad. En psicogeografía, hay el lugar y el no lugar. El lugar es una unidad de emoción y memoria. Podríamos ser más precisos y hablar del tercer lugar. El lugar donde a la memoria y la emoción se suma el encuentro. Hoy es difícil señalar un lugar donde se dé mayor diversidad, mayor mezcla entre gente de diferentes generaciones, clases sociales, géneros, orígenes, ideologías, creencias o estéticas que en una biblioteca pública. Se habla mucho de los bajos índices de lectura en España, pero se habla poco de la gran revolución vivida en muchas ciudades, grandes y pequeñas, al crear, y con bajo coste, redes de bibliotecas públicas. No hay ninguna entidad, ni siquiera deportiva, que en proporción tenga tantos asociados como las bibliotecas públicas.
Algunas instituciones, por desgracia, ya han recortado los gastos en el suministro de libros a las bibliotecas. Esto sí que es fundir los plomos de la “civilización”». Manuel Rivas, "La resistencia erótica del libro", El País.

11.6.12

La revista de la Isla

Lo mismo lo he dicho ya: no creo que en el panorama patrio haya una revista literaria más bonita que Isla de Siltolá. Llega el número 7 y con él un puñado de poemas de Nicanor Parra, un poeta fundamental para su director, Javier Sánchez Menéndez (he leído con gusto el especial que le dedica al último premio Cervantes la revista Mercurio); de Efi Cubero (a la vista de los cuatro poemas publicados, su nuevo libro promete); de los sureños Benítez Ariza y Rivero Taravillo; de José Luis Gómez Toré (muy recomendables); de Rodrigo Olay (que sigue por una buena senda), etc. 
Destacaría, además, la semblanza de Aquilino Duque sobre Fernando Aguirre de Cárcer, el hondo ensayo de Tomás Rodríguez sobre la poesía de Colinas o el de José María Jurado sobre la poesía fúnebre de Luis Alberto de Cuenca, así como la prosa certera de Jordi Doce, mitad diario y mitad poética. 
Por fin, un descubrimiento: la poesía de Mascha Kaléko, polaca (de Galitzia) en lengua alemana. Traducida por Inmaculada Moreno (que publica un poema en este mismo número), se anuncia una próxima antología en Renacimiento.
En lo que a reseñas se refiere, abunda la presencia extremeña: Rafael Adolfo Tellez comenta Libro de familia, del tomellosero de Mérida Félix Grande; Miguel Ángel Lama se ocupa de Continuo mudar, de Luis María Marina, y Javier La Beira, con la fidelidad que le caracteriza, elogia Arrojar piedras, de Javier Pérez Walias.

10.6.12

Lecturas de verano

Lee uno poca novela. Poca narrativa en general. Aprovecho el verano, las largas vacaciones que perderemos también, para disfrutar de la lectura de unos libros que suelen ser gordos y con los que, casi siempre también, hay que tener paciencia. Por las digresiones y tal. Ya tengo apartados varios. Trilogía de la ocupación, de Modiano, por ejemplo, del que ya he leído el espléndido prólogo de José Carlos Llop. O Muerte del inquisidor, de mi admirado Leonardo Sciascia. Lo compré hace tiempo, pero, no sé por qué, se me resiste. Esta vez, no por su volumen. 
De Seix Barral, y gracias a Nahir Gutiérrez, esperan cuatro: Al este de Occidente, del búlgaro Miroslav Penkop (que no sé si llegará a julio); los Cuentos Completos, de William Goyen, y los dos recién publicados de Hans Fallada: El bebedor y En mi país desconocido. Diario de cárcel, 1944. Este hombre, de vida singular, merece ser escuchado. Seguro.

9.6.12

Gente zumbada

"En realidad, en lo que se refiere a la literatura, ya todo acabó, aunque quizás esto por suerte también se pueda todavía matizar. Pero es innegable que la prosa se ha convertido en un producto más del mercado: algo que es interesante, distinguido, esforzado, respetado, pero irremediablemente insignificante. Queda preguntarse, sin embargo, si no hay ni una sola salida, a pesar de que ya sepamos todos que dejar las montañas nos hizo sobrepasar de largo el final del juego. Y entonces uno a veces cree ver señales para seguir navegando, porque vislumbra los casos de un puñado de escritores que captaron la gravedad del momento y lo que escribieron fue enfermizo y canibalesco, absurdo y exasperado, pero paradójicamente también feliz y auténtico. Fueron esencialmente gente zumbada —escritores obsesivos, maníacos, trastornados en el buen sentido de la palabra— que escribieron de un modo más desesperado que la revolución, lo que en cierta forma les convirtió en herederos indirectos de los misántropos desahuciados de antaño. Sus obras fueron increíblemente honestas y tuvieron un poder liberador". Enrique Vila-Matas, "Música para malogrados", El País.

Lugares

"Uno apenas se mueve de un lugar, pero los lugares no se quedan quietos, se convierten en otros".
José Luis García Martín

8.6.12

Una novela de Fernando Sanmartín

No sabría decir si ésta es la primera novela de Fernando Sanmartín. Parece que sí. Los editores no destacan ese hecho. Estoy de acuerdo. Al fin y al cabo, el escritor zaragozano no es nuevo en el panorama narrativo y, además, me da la impresión de que clasificar sus libros en un género determinado es imposible: sus dietarios contienen relatos y sus cuentos pudieran ser calificados como poemas en prosa. Sólo sus poesía, señalada como tal, está compuesta por poemas; así, en su penúltimo libro, El llanto de los boxeadores (La Isla de Siltolá). En Te veo triste, sobre todo una novela corta (una nouvelle), esa mezcla es perfecta. Su argumento es sencillo y puede resumirse del siguiente modo: el escritor Luis Sampiero muere y deja a su hija Marta una nota: "Dile a Carmen Cabrera que he muerto". Pero también participa del diario (las anotaciones de Sampiero en sus cuadernos de viaje) y, con las formas delicadas que gasta Sanmartín, de la poesía, aunque nada más lejos de la tópica novela de poeta que este libro. Al revés. Que enganche desde las primeras líneas es buena señal de su carácter eminentemente narrativo. Uno aprovechó el silencio de la mañana de Ferias para leerla de una sentada. Había empezado la tarde anterior con las primeras páginas y nada me apetecía más. Lo hice lápiz en mano, algo poco usual cuando de novela se trata. Y eso porque otro género (con perdón) presente en Te veo triste es el aforístico: el narrador (no está escrita en primera persona) se expresa a veces en un tono sentencioso y dice: "El paso del tiempo es un mendigo cuyo nombre jamás conoceremos" o "Eso es la vida en ocasiones. Un reloj averiado" o "Cada ciudad tiene su diario íntimo" o, pongo por caso, "Somos una consecuencia de lo inesperado". Se podrían espigar muchos más y, ahora que está de moda, ensamblar -tomando sentencias del resto de su obra- un bonito volumen de aforismos.
Otro de los rasgos destacables es el uso de las metáforas, una manía, ya ven, de Sampiero.
Su prosa, marca de la casa, se apoya en la fragilidad, la sugerencia, el velamiento y, más que nada, en la sutileza. De ahí que lo poético no le sea ajeno.
¿Sus temas? El amor (el paternofilial y el otro: Carmen, Juan), la muerte (no en vano ése es el meollo de la novela), los viajes (que nunca faltan en la literatura de FS)...
El clima, muy conseguido, desde el mismo título, es melancólico: "Adicción a la melancolía", dijo Connolly. O triste. Siempre, eso sí, desde la serenidad, por desesperada que sea. Una atmósfera muy adecuada para expresar "desvalimiento", que es lo que siente Marta ante la inesperada muerte de su padre.
También hay reflexión sobre leer y sobre escribir, sobre librerías y bibliotecas, algo natural si tenemos en cuenta que el protagonista era escritor.
Hay palabras clave que se repiten, algunas con cierta frecuencia: búsqueda, pasado, curiosidad, cobijo (o refugio)... Dan pistas fiables al lector quien, por cierto, es tratado con la cortesía orteguiana de la claridad, por más que esta prosa nada tenga que ver con la muy engolada del filósofo.
Porque he leído otros libros de FS, no he podido evitar las comparaciones. No de calidad. Me refiero a las coincidencias: viajes de sus diarios que sirven para la trama. Lugares habituales, como la ventosa Zaragoza (omnipresente, un personaje más), o no tanto: Varsovia, Dublín, Cracovia, Hondarribia -y los barcos-... También hay otros deliberados guiños detectables: la aparición de nombres reales (Antón Castro, Daniel Gascón, Melero, Martínez de Pisón...), pongo por caso. Cuando llevaba uno dándole vueltas a la idea de que el ambiente de la novela y hasta su tono me recordaban al mallorquín José Carlos Llop, Sanmartín lo cita expresamente. Como en los casos anteriores, entiendo que a modo de homenaje. En esta ocasión, doble: por lo que esta novela tiene de modianesco: las listas, los datos, las direcciones, los nombres...
Hay mucho de FS en los contados personajes de Te veo triste. Normal. Con todo, el lector es incapaz de mirar desde fuera la narración y se inmiscuye en ella con todas las consecuencias. Eso me pasó al menos a mí, que sentí un inesperado estremecimiento al leer las últimas líneas, se presintieran o no. Precioso final, sin duda.
Me agradan, y termino, algunas coincidencias con los personajes: el gusto por el té, por los cuadernos con las hojas en blanco (y no cuadriculadas), por los lápices de los hoteles, por la librería Tropismes (en Bruselas, "ciudad bolígrafo", trabaja como traductora Marta Sampiero), que Sampiero regalara a Carmen un libro de Coppola, etc. Eso y que uno también escribe y, además, tiene una hija que, como Marta, un año de estos (eso espero) se ganará la vida con un idioma distinto al materno. Son detalles, sí, pero, como bien sabe Fernando Sanmartín, es importante que otros miren cosas que a uno le interesan.
Ah, qué edición, la de Xordica, tan adecuada al contenido. Me cuesta imaginar este libro en un formato más hermoso y mejor. Una delicia.

7.6.12

Aramburu y Crusoe

Winston Manrique Sabogal sigue con la serie La fantasía de vivir en un libro (Papeles Perdidos, El País). Aquí, Fernando Aramburu fantasea con irse a vivir a la isla de Robinson Crusoe. Sólo por una temporada, que a este hombre le gusta la gente.

Una lectura

Antonio Gracia ha publicado en su blog la minuciosa lectura de uno de mis poemas, "Mecánica terrestre". Comentario lo llama él. Gracias.

La poesía de Hilario Barrero

Tiene gracia que a uno le llegue desde el barrio neoyorkino de Brooklyn un libro que ha sido editado a 80 kilómetros de mi casa e impreso a 35. Me refiero a Libro de familia, de Hilario Barrero (Toledo, 1946), que reside en la ciudad norteamericana desde 1978, donde ejerce como profesor universitario y traductor, entre otras tareas. 
Agrupa poemas escritos en una década, de 2001 a 2011 y lo publica la desigual colección de poesía abeZetario de la Diputación de Cáceres. 
Conocía al Barrero diarista, pero no al poeta. O no como es debido. Para eso es necesario haber leído, por lo menos, uno de sus libros con atención y al completo. La experiencia ha sido del todo positiva. Empezó bien, por el prólogo, escrito por otro profesor que escribe, mi paisano José Muñoz Millanes, quien resuelve, con la solvencia que le caracteriza, algo más que un mero trámite. La vinculación de esta poesía a la de Lowell (el del memorable Life Studies), su carácter fotográfico, los retratos fisiognómicos de condición anglosajona que remiten a los de la famosa Antología de Spoon River (insertos en la segunda parte), la vitalidad (la del que se siente feliz y vivo y, al tiempo, es capaz de presentir la derrota y la muerte)... Luego, al enfrentarse con los poemas de una forma directa, lo anunciado se hace evidente. Poemas, por cierto, nada retóricos ni afectados, llenos de memoria y de vida, de episodios cotidianos, de experiencias estables o viajeras, que se leen sin querer gracias a esa difícil sencillez que el poeta se empeña en mantener, por cortesía, verso a verso. Poesía, la de Barrero, fibrosa, concisa, calculada, donde nada sobra. Sentimental en el mejor sentido. En la que uno, siguiendo el título del libro, encuentra la familiaridad precisa para darse por concernido en lo que allí se dice o pasa. Que cuenta más que canta. Agridulce, o melancólica, porque al placer de existir, que se celebra, le sucede la tristeza de cuanto acaba, que se lamenta. Sin aspavientos, eso sí. Ni en un sentido ni en otro. Con la deliberada elegancia adoptada por alguien que se limita a describir, con la natural intensidad, lo que ve pasar delante de sus ojos.
Si les pica la curiosidad, pueden leer el poema "Correspondencia" en el blog de Jesús Aparicio y "Zona WI-FI (Gran Café, Instituto esquina Munuza, Gijón)" en el de Carlos Gómez.

5.6.12

Cien mil millones de poemas

Buenas tardes,
Desde Demipage nos complace comunicaros que Cien mil millones de poemas, homenaje a Raymond Queneau, ha sido galardonado con el Premio 2012 al Libro Mejor Editado.
La Subdirección General de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas nos comunica lo siguiente:
Me es grato comunicarle que el Jurado del Concurso Nacional para la concesión del Premio 2012 a los Libros Mejor Editados, en la reunión de hoy 5 de junio, falló otorgar el Segundo Premio en la modalidad de Obras Generales y de Divulgación a la obra "cien millones de poemas", de varios autores, presentada por su editorial.
Enhorabuena a los autores que han participado en este homenaje a Raymond Queneau y a todos los que han apoyado el proyecto!!!
Gracias, equipo!

Poetas polacos de hoy

Poesía a contragolpe (Antología de poesía polaca contemporánea. Autores nacidos entre 1960 y 1980) se titula la magna obra que Xavier Farré, Abel Murcia y Gerardo Beltrán han preparado, con el debido entusiasmo, para los lectores de poesía en español que, además, admiramos la poesía polaca contemporánea. Que conocemos, por cierto, gracias a ellos. La selección está compuesta por 61 poetas y se dan a conocer 8 poemas de cada uno, como explica Murcia. Ingente tarea que se ve recompensada con la publicación del libro en Prensas Universitarias de Zaragoza, en la colección La gruta de las palabras, que dirige Fernando Sanmartín. Por suerte, ya está en camino.

4.6.12

Los ensayos de Montejo














La Biblioteca Sibila - Fundación BBVA de Poesía en Español llega al número 30 de la colección con un libro imprescindible: El taller blanco y otros ensayos, de Eugenio Montejo (Caracas, 1938-Valencia, Venezuela, 2008), uno de los grandes nombres de la poesía hispanoamericana contemporánea. Sí, habíamos reconocido la importancia de su poesía, muy bien divulgada en España, pero no habíamos tenido acceso hasta ahora a la edición del corpus (casi) completo de sus ensayos, al menos a este lado del charco, un hueco que este libro viene a llenar (una obra, cabe precisar, complementario de El cuaderno de Blas Coll, que aquí publicó Pre-Textos). A los textos que componen la versión original del libro (publicada en 1983), el perspicaz editor, Juan Carlos Marset, ha añadido seis ensayos de los últimos años del poeta venezolano.
Tras una breve introducción acerca de la poesía en un tiempo sin poesía, que remata con una cita de Herbert Read: "El poeta tiene todos los privilegios, menos el de mentir", Montejo aborda la poesía del mexicano Pellicer, poeta de la luz del trópico, para seguir después con la de su paisano, el "raro" y "mal leído" Ramos Sucre y la obra "insular, señera y distante" de alguien que la final de su vida dijo: "Leopardi es mi igual". Después, Cavafis, "poetas de la historia" y "de la vejez"; el expresionista Biel; el rumano y silencioso Lucian Blaga, que disputó el Nobel a JRJ; el desconocido (para uno) Simón Rodríguez, poeta tipógrafo; el argentino Raúl Gustavo Aguirre, líder del movimiento Poesía Buenos Aires, allá por los cincuenta; Mairena, el heterónimo machadiano tan presente en su obra; el pintor Reverón (que a uno le descubrió, cómo no, Juan Manuel Bonet) y su "cruda intemperie marina", que le sirve de pretexto para hablar de viajeros ilustres por las costas del litoral venezolano y sus playones solitarios; el sorprendente Alejandro Rossi (cómo olvidar su Manual del distraído); Pepe Bianco, alma de la revista Sur; Lisboa, ciudad al lado de un río donde Montejo vivió, "ciudad oblicua" (como la lluvia de Pessoa) de los calceteiros; Gervasi, uno de sus maestros, diplomático como él; el brasileño Cassiano Ricardo (la poesía es "una isla rodeada de palabras por todas partes"); los "emisarios de la escritura oblicua" (Malte y Rilke, Teste y Valéry, Caeiro y Pessoa, Mairena y Machado, Barnabooth y Larbaud...), escritores "de espejo", de la "disolución del yo" (Bachmann), poetas del "desdoblamiento" y la heteronimia; Borges (los Borges de Borges); el portugués Sá-Carneiro, a quien compara con Sucre (nacieron con días de diferencia), en un ensayo muy bien trabado: elegantes y torturados poetas de espejos y laberintos, suicidas los dos (Sá-Carneiro en París a los 26, Sucre en Ginebra a los 40), políglotas y traductores ambos; el aforista Lichtenberg, fumador de pipa de tabaco de Varinas (de la Barinas venezolana); Lisboa de nuevo, su primera llegada en barco, días antes de la Revolución del 25 de abril; Pedro Lastra y los monosílabos (del que comenta su precioso poema "Ya hablaremos de nuestra juventud"); Gonzalo Rojas, "poeta de la madurez", como Cavafis; Carlos Germán Belli...
No he mencionado dos ensayos capitales del libro. El que le da título, "El taller blanco", donde Montejo explica la importancia que tuvo el horno de pan de su familia para que él fuera poeta (una hermosa y blanca metáfora), y "Fragmentario", donde recoge reflexiones de pura poética. "El poeta moderno es duro", "ya se sabe separado de una pureza inocente" (que le recuerda el "busco un país inocente" de su admirado Ungaretti). "Pasivamente femenina es la creación". "En todas las palabras de un poema ha de leerse siempre su necesidad". "Se ha olvidado que la poesía debe crear una música que nos haga pensar". 
El autor de Alfabeto del mundo (un libro que tengo siempre a mano), quien hizo suyo el comentario de su paisano Rafael Cadenas: la poesía nos hace "más vivo el vivir", convencido de que ella "encarna el lenguaje de la intimidad, el lenguaje con que a solas nos hablamos a nosotros mismos y hablamos a los seres y cosas que más nos atañen", escribió: "El hombre es, pues, fatalmente oscuro. Sólo mediante el relámpago del poema se logra, cuando se logra, atisbar algo de la claridad que es como decir la identidad de quien lo escribe, a la vez que puede servirnos para columbrar la de quien lo lee". Y que lo diga.

(Fotografía de Lisbeth Salas)