Sergio Vila-Sanjuán, barcelonés del 57, confiesa haber tenido "la inmensa suerte de poder dedicarme de forma continuada, desde hace treinta y seis años, al periodismo cultural". Desde 1987, en La Vanguardia, donde dirige el acreditado suplemento Cultura/s, Premio Nacional al Fomento de la Lectura del año 2013.
En Libros de Vanguardia, colección de su periódico, ha aparecido La cultura y la vida, un volumen muy bien editado y con sugerentes ilustraciones en el que el periodista y escritor (Premio Nadal de este año) reúne un conjunto de catorce crónicas. Con él damos un paseo por el Bucarest de Mircea Eliade (el libro no podía empezar mejor); conocemos el primer taller literario del ámbito hispanoparlante, que puso en marcha el novelista chileno José Donoso en Sitges (días evocados con el suicidio de su hija Pilar al fondo); asistimos a la americanización de la cultura española que propició el programa Fulbright; visitamos un paraíso para bibliófilos, "un edificio espiritual" con 160.000 volúmenes: el Museo Bodmer de Ginebra; observamos la creatividad de Ferran Adrià y "su obsesivo interés por documentar su trabajo"; o vemos la pintura realista y sorprendente (que uno desconocía) de los hermanos Santilari.
Ya en Barcelona, su ciudad del alma, ciudad de los libros (qué bonito el texto dedicado a sus librerías) Vila-Sanjuán documenta el proceso que llevó al fusilamiento del pedagogo y activista Ferrer Guardia; la vida cultural de la burguesía barcelonesa de antes de la guerra (al recuperar la insólita figura de Isabel Llorach, fundadora del Conferentia Club, que se reunía en el Ritz) y de la posguerra (a partir de los dietarios del escritor Luis Monreal); rescata la memoria de su tío Pipe, "Conde de Miramar", guionista y productor de La saga de los Rius; rememora el "endemoniado rodaje de la película Tuset Street" y, entre otros asuntos, viajamos con él hasta el boom del diseño (hay una foto memorable con Barceló, Mariscal y otros que da fe de aquel efervescente momento), las revistas modernas (como Diagonal o Sur-Expres), los grupos literarios imposibles (de uno de ellos llegó a formar parte, junto a Marcos Ordóñez, Llàtzer Moix e Ignacio Vidal-Folch, entre otros letraheridos modianescos) y los bares de noche en los felices ochenta, los que preludiaban una nueva ciudad erigida sobre el olimpismo.
Que ha sido y es un testigo de excepción, como suele decirse, lo demuestra, pongo por caso, su retrato de "un señor de Barcelona", Lluis Permanyer, Perma para los amigos.
Ya en Barcelona, su ciudad del alma, ciudad de los libros (qué bonito el texto dedicado a sus librerías) Vila-Sanjuán documenta el proceso que llevó al fusilamiento del pedagogo y activista Ferrer Guardia; la vida cultural de la burguesía barcelonesa de antes de la guerra (al recuperar la insólita figura de Isabel Llorach, fundadora del Conferentia Club, que se reunía en el Ritz) y de la posguerra (a partir de los dietarios del escritor Luis Monreal); rescata la memoria de su tío Pipe, "Conde de Miramar", guionista y productor de La saga de los Rius; rememora el "endemoniado rodaje de la película Tuset Street" y, entre otros asuntos, viajamos con él hasta el boom del diseño (hay una foto memorable con Barceló, Mariscal y otros que da fe de aquel efervescente momento), las revistas modernas (como Diagonal o Sur-Expres), los grupos literarios imposibles (de uno de ellos llegó a formar parte, junto a Marcos Ordóñez, Llàtzer Moix e Ignacio Vidal-Folch, entre otros letraheridos modianescos) y los bares de noche en los felices ochenta, los que preludiaban una nueva ciudad erigida sobre el olimpismo.
Que ha sido y es un testigo de excepción, como suele decirse, lo demuestra, pongo por caso, su retrato de "un señor de Barcelona", Lluis Permanyer, Perma para los amigos.
Todos los textos se acogen a lo que Herrscher denominó "periodismo narrativo", escritos con una estructura semejante a la de cualquier relato. Son mezcla, en equilibrio, "de vivencia personal de una situación y testimonio de los personajes implicados". Nunca dejan de lado a la Historia, carrera que cursó Vila-Sanjuán.
Comenta, en fin, que su colega argentino Leonardo Faccio le decía que sólo podía hacer buenos artículos a partir de obsesiones y añade que no pocas de las suyas están en estas páginas.
Está claro que Sergio Vila-Sanjuán ha hecho de la cultura su vida. Y ésa es una inmensa suerte para sus lectores. Que dure.