Rescata Igor Barreto una entrevista con el mexicano Fabio Morábito, del que hablamos aquí a finales de junio, a propósito del Premio Xavier Villaurrutia que ganó en 2018 con su novela El lector a domicilio (Sexto Piso). Allí, Mónica Maristain, la editora del medio que la publica, le comenta: "Los escritores dicen que quieren ser poetas", y él responde: "Es una frase que no me creo. La primera vez se la oí a Carlos Fuentes. Los novelistas venden muy bien, al contrario del pobre poeta que no vende nada y es un gran malentendido con respecto a la poesía. Se habla siempre muy bien de ella, es muy prestigiosa, los funcionarios culturales nunca olvidan la poesía, pero en el fondo es despreciada, nadie la lee, a nadie le importa, nunca ha habido un verdadero esfuerzo para quitarle a la gente miedo a leer poesía. Es como decía Octavio Paz, una secta secreta. La poesía nos devuelve a cierto estado de anonimato dentro de la literatura. Cuando la literatura no tenía autores, sino obras que pasaban de boca en boca, nos recuerdan que la palabra leída es una palabra compartida. No hay una sustancial diferencia entre las que la escriben y quien la lee. La poesía es una gran maestra de humildad".
En la novela, por cierto, se habla de una poeta que uno, sin saberlo (porque no he leído el libro premiado), descubrió el pasado verano gracias a la revista Palimpsesto, de Fran Cruz, donde Morábito precisamente escribe sobre ella y su obra. Ya he pedido su poesía completa, que editó FCE. Se trata de Isabel Frayre y no comprendo bien que hasta ahora no hubiera reparado en sus versos, de una calidad llamativa. Ahora, además de leerla a ella, tengo que conseguir un ejemplar de El lector a domicilio. Mi fervor por la literatura de Morábito así lo exige.
Nota: La fotografía es de Nazareth Balbás para RT.