27.2.17

GHB, primer Premio Centrifugados

© Paco Antón
Buenos días. La demostración palpable de que la “plaga lírica” placentina existe, más allá de los numerosos poetas que presuntamente la conforman, es que por tercer año consecutivo se ha celebrado en la Muy, Centrifugados, encuentro de literatura periférica. Por si ya era poca fiesta, a su alma e inventor, José María Cumbreño, se le ocurrió animar aún más el cotarro y creó el Premio Centrifugados, razón por la que nos reunimos, en horario de misa, hoy aquí. A su modo, viene a sustituir a los extintos Premios Extremadura a la Creación, de tan feliz memoria, aquellos que se fueron por culpa de la desidia y los recortes. Recupera, en todo caso, su espíritu: el de premiar al mejor libro de autor extremeño o residente o vinculado a Extremadura (no somos nada nacionalistas) publicado a lo largo del año anterior. En cualquier género, si todavía se pude decir así.
Porque es un premio extremeño y la pobreza nos sigue caracterizando, carece de dotación económica.
Tras numerosas reuniones deliberatorias, tan sesudas como maratonianas, un jurado compuesto por Olga Ayuso, Pilar Galán, Enrique García Fuentes, Carmen Hernández Zurbano, Miguel Ángel Lama, Elías Moro, Miguel Murillo, Basilio Sánchez, Juan Ramón Santos y quien les habla decidió otorgar el galardón a la novela Nemo, de Gonzalo Hidalgo Bayal, publicada por su sello habitual: Tusquets Editores, en su acreditada colección Andanzas. No, no fue nada complicado decidir que el mejor libro de 2016 era el de Bayal. El resultado de la votación es elocuente. Dicho lo cual, me apresuro a afirmar que no eran pocas las obras que podían haber optado, con la dignidad debida, a conseguirlo. De, entre otros (y que uno haya leído), el mencionado Juan Ramón Santos (con dos libros en la final), Alonso Guerrero, Jorge Márquez, Javier Morales, Julio César Galán, Javier Cercas, Teresa Guzmán, Elías Moro, Víctor Peña Dacosta, Marino González Montero, Francisco Rodríguez Criado, Pilar Galán, Jesús María Gómez y Flores o Carmen Hernández Zurbano. Tres, ya se ve, placentinos.
También estaba en la lista de obras votadas el libro sobre el Cementerio Alemán de Yuste, de varios autores, editado por La Rosa Blanca de Salvador Retana. Ah, y aunque no entró en liza (un gesto que le honra), uno de los mejores del 16 fue, sin duda, Contar, de un tal Chema Cumbreño.
Que Gonzalo Hidalgo Bayal sea el primer premiado es la mejor manera de colocar este premio en el sitio que la oportuna iniciativa merece. Quiero decir que en este revuelto, concurrido y hasta indeseable mundo de los premios literarios sigue siendo un buen libro lo único que justifica la razón de ser del mismo. Es el caso. Así, no es Centrifugados ni el antedicho jurado quien da valor a la novela bayaliana, sino esta espléndida novela, que diría Castelo, la que da prestigio a ese tribunal y a Centrifugados. El listón está, desde el principio, en lo más alto. Perfecto.
Que Gonzalo, el autor de Nemo, a punto de cumplir sus primeros treinta años como novelista édito, haya sido proclamado, insisto, flamante ganador de la primera edición me llena de alegría. Y no sólo por lo que atañe a lo personal, digamos. La suya es una justa y limpia victoria, algo que tranquiliza a cualquiera, más en estos tiempos corruptos. Gana la literatura.
Acerca de Nemo escribí: «Antes que la trama, tan sutil como otras veces, lo que aquí prima es el poder absoluto del lenguaje por más que, paradójicamente, sirva para urdir una compleja (no digo complicada) reflexión sobre sus límites y sus excesos, sobre la palabra y el silencio. "La realidad no sólo es terca, también es prosaica y gramatical", leemos. Eso le da un aire ensayístico (donde abundan, entre líneas, los aforismos: "El miedo es una humillación secreta", "La transparencia es el mayor misterio") y le permite a Bayal volver a desplegar sus facultades filológicas, si bien más matizadas o atemperadas, con menos juegos de palabras ("entonces entonteces", "ni tácito ni taciturno", "estatus de estatua", "callardo", "callardía"). Para este fin, ha creado un personaje singular, como todos los suyos, el mencionado Nemo. Nemo neminis ("nadie y de nadie"). Nadie, al modo homérico. Nimú. Un forastero que llega a un lugar remoto del oeste, de, digamos, la Extremadura profunda, para descansar o convalecer (quién sabe de qué dolencias del cuerpo o del alma) y que trae consigo una firme decisión: la de no hablar». Fin de la cita. Nemo es alguien que va a parar, abro de nuevo comillas, a una «aldea innominada de una "región anacorética", un "rincón de alimañas y murgaños", "ocre y oscuro, de verdor agostado y piedras melancólicas", donde encontramos el llano, el anillo, la laguna, el bosque, la fortaleza, la cruz del agua, la funesta tebra... » Lugares adustos parecidos a los natales del autor de El espíritu áspero, por las abruptas tierras de Higuera de Albalat.
Ya casi al final añadí: «Para Nemo, "ser nadie es su destino". "Nemo es el misterio". Diría que también, o sobre todo, Nemo es un resistente». 
Si alguien no ha leído aún esta historia de historias, debería hacerlo. Lejos de mi intención recomendar el libro, algo que Gonzalo me afearía de inmediato. Me limito a transmitir, entre lectores y amigos, una mera opinión. Que más de uno, tiempo al tiempo, habrá de agradecer.
Termino. Que se vaya acostumbrando el premiado a la sala en la que nos encontramos, donde el alcalde de esta ciudad fundada para agradar a Dios y a los hombres, benefactor de este Encuentro, le entregarán dentro de unos meses un San Fulgencio. A eso y a recibir más reconocimientos, como el Tigre Juan otorgado hace poco en Oviedo. Que se vaya acostumbrando a la chaquetina de Daza y a la aginosa corbata; en suma, al "grotesco papelón del literato", en cruda pero certera expresión de su maestro Rafael Sánchez Ferlosio. Como uno, cabe añadir, se va conformando al modesto cargo de acólito, pues no es la primera vez, ni será según creo la última, que se me designa, y lo agradezco, como acompañante del novelista en tan delicados como emotivos trances. Estoy por proponerle que me contrate como representante.
Enhorabuena, en fin, al ganador y larga vida al premio. Chema, Gonzalo, no, no podía empezar mejor. Felicidades.

Nota: Leí estas palabras ayer en la entrega del primer Premio Centrifugados a Gonzalo Hidalgo Bayal por su novela Nemo.