Melchor López (Tenerife, 1965) publicó sus primeros poemas
en la revista Syntaxis y su primer libro, Altos del sol en
la colección Paradiso, vinculada a la revista del mismo nombre,
ambas situadas en el ámbito lírico y magisterial, digamos, del poeta Andrés
Sánchez Robayna. Le siguieron El estilita, Oriental, Fama
del día seguido de Escrito en Arrieta, De la tiniebla (en
colaboración con el artista bosnio Stipo Pranyko), Dos danzas, Según la luz, De
vuelo, Niño y
Cuaderno
de Cabo Verde.
Entre lo más reciente, destaco la edición (junto a Urbano
Bettencourt) de Californias
perdidas. Una muestra de poesía azoriana (Franz)y la
inclusión de sus poemas en la antología Honda
meditación de toda cosa. Poesía canaria del paisaje 1990-2020, de
Francisco León y Jordi Doce, publicada en la secreta colección Voces
sin tiempo de la Fundación Ortega Muñoz.
El subtítulo de esta nueva entrega, dividida en cuatro
partes, reza: “Cuaderno de Lanzarote II. 2012-2019”. En esa isla canaria
reside. Leo que en Lanzarote el lugar llamado Samarín o Samarí es
“un sitio costero, situado al poniente del pueblo de Las Breñas, entre El
Caletón de Rijo y La Punta del Viento, municipio de Yaiza, y en ese mismo lugar
hay una cueva […]: La Cueva de Samarín”. A ese rincón, entre la
realidad y la fantasía, remite el poema “Al lugar llamado Samarín”: “El
lugar, aislado del tiempo y el espacio, ha permanecido al margen de las
profanaciones que asuelan las islas; en
él podrías ―piensas― vivir el resto de tus días, en él ―dices a tus amigos―
podrías esperar sin zozobras la muerte, pero sabes, con tristeza y desánimo,
que solamente podrás regresar allí en improbables sueños”.
Con “El camello hacia el abismo” (un potente poema en prosa,
muy narrativo, de los varios que se incluyen en el conjunto) se abre un libro
(un cuaderno, un diario), digámoslo cuanto antes, que le ha salido a su autor
extremadamente canario y, en consecuencia, por lo que explicó Torga, muy
cosmopolita y universal. Paisaje y paisanaje, historia y memoria (“Noche de
negros y viento en Puerto Naos, circa 1928”). No hay topónimos sólo en el
título, casi en cada poema se nombra este o aquel lugar, lo que a uno se le
antoja como una decisión libre y voluntariamente tomada en función de la idea
general que justifica su escritura. Mozaga, Caleta de Caballo, Arrecife, Tenegüime,
Playa Quemada, etc. Todo libro es un viaje.
En esto, por cierto, se une a un coro de voces, cada cual
con su tono particular, de poetas canarios de su generación (los de la
antología antes citada), y de las anteriores y las posteriores, que toman como
centro de gravedad de sus respectivas poéticas esa sustancial condición de
isleños que tan bien les define. A ellos y a sus obras, tanto da. Geografía,
sí, pero mucho más porque sus versos contienen reminiscencias metafísicas (a
ello alude en un poema de la tercera parte) que elevan la mera contemplación
del paisaje a filosofía de vida.
Basta con comprobar el vocabulario empleado por López para
dar cuenta de sus observaciones (“Nadie ve hoy / lo que yo veo”). La primera
presencia, la de la mar océana. Luego, médanos, rocas, malpaíses, volcanes,
piedras (“Litofonías”), etc. Y siempre el viento, la arena, las estrellas… Y la
luz: “¿O será, sí, la luz, / esa luz que es aquí, sobre todas las cosas, / el
ave más hermosa del lugar?”. La de Fuerteventura, en este caso.
Fundamentales son también aquí los mitos (léase “La ordalía
de la princesa Ico”, en torno a la leyenda lanzaroteña –como la del camello– de
esa mujer mestiza) y la arqueología (léase “Petroglifo”) de sus antepasados
guanches.
En otra dirección cabría incluir el monólogo dramático
dedicado a Alejandro de Humboldt y su viaje a las islas en 1799. O a otros
personajes reales, como don Julián de Muñique, Juan Gopar, John Noyes Kuehn
(que publica un libro en la misma colección)…
No está de más señalar cuánto le sirven los poemas para
establecer conversaciones con sus dedicatarios: “Sino del viento” (dedicado a
Francisco León y Alejandro Krawietz, compañeros de promoción), “Regreso a
Fuerteventura” (a sus amigos majoreros), “Argos en el camino” (a Miguel
Martinón), “Un collar de huesos para Stipo Pranyko”, “Cuitas de Calibán” (a
Ángel Sánchez, coautor del primer libro de Aníbal Núñez) o “La ola y el rayo”
(al mencionado Sánchez Robayna).
Otra línea del libro incluiría aquellos de cariz
autobiográfico, cargados de emotividad; así, “Exequias en el Jable”, “Elegía en
Órzola” (en la muerte de uno de sus tíos), “Soliloquio del parapentista”,
“Interludio junto al océano” (“Cada imagen contiene / en su seno un presagio”),
“Un amigo español sueña con las islas”, “Microrrelato en el «Día de Canarias»”,
“Fluían las imágenes por el cauce”, “Una visita anoche” (emocionante poema
sobre sus muertos)…
La cuarta y última sección del libro está formada por un
poema único, “Más de cien travesías (Epílogo)”, que reafirma, en sus tres
partes, esa canariedad
(perdón por el palabro) a que hice referencia al principio. “Van pasando
las islas / en relevo de azules”, dice en pleno viaje en un barco alrededor de
las suyas, las que dotan de identidad a este libro que calificaría de
sorprendente a pesar de su radical humildad y de su engañosa sencillez de
planteamiento (lo complejo dista de ser complicado). Por eso precisamente. Está
uno cansado de juegos malabares con apariencia de poesía. Basta lo más próximo,
en todos los sentidos, el personal y el paisajístico, para crear poemas
memorables que nos lleven a ella. Como estos. Su música callada, con su bien
medido ritmo magnético, se acerca con sigilo a nuestro oído y nos transmite el mismo
asombro, o muy semejante, de quien los concibió.
Dos que me han gustado especialmente: “A una aulaga” y “Último
acto”. Son paradigmáticos. Bastan y sobran. Chapeau!
El autor, que tendrá antología en una editorial de alcance
el año próximo, ha decidido que este será su último libro de poesía firmado con
su nombre (habrá sido por todo lo alto). Por suerte, eso no impedirá que
sigamos leyendo versos suyos bajo otra denominación heterónima. De un tal Viejo
José Mosegue aparecen unos poemas en el número 24 de la revista Suroeste
que…
Para llegar a Samarín
Melchor López
Instituto de Estudios Canarios (Colección Retama Nueva),
Santa Cruz de Tenerife, 2024. 92 páginas. 10 €
NOTA: Esta reseña se ha publicado en la revista digital EL CUADERNO.