24.3.24

Por derecho

DRR (Valencia de Don Juan, 1995) es autor del desechado Paréntesis y de las plaquettes Cancionero en vida de Laura (“veinticinco sonetos neopetrarquistas”) y Que trata de España.
En el prólogo, Jon Juaristi cifra el entusiasmo por esta poesía de filiación borgeana en su “amor a la métrica” y “la desconfianza ante los sentimientos demasiado hinchados”. Alude al entendimiento (“la poesía debe ser pensamiento”) y la memoria (“que tiene que ver con la tradición”). Recuerda la recomendación de Auden: procurarse un Modelo (los maestros) y un Censor (el poeta como crítico).
Una sutil melancolía flota sobre la atmósfera de un libro donde el poeta habla de sí y de los otros.
Se abre con “Poética”: “porque cada jornada lo es de incertidumbre / y el porvenir asusta (…) quiero dejar constancia de lo bello que he visto, / de sentimientos nobles y manos que se abren / con su verdad de ofrenda, sin engaño ni usura”. “Que verdad y belleza no queden sin decirse”.
Lo autobiográfico (el “ego”) está presente en “Poeta menor”, “Helada en sazón” (la juventud), “Síndrome de Estocolmo (la infancia) o “The storage dealer”. Lo civil e histórico (la “otredad”), en “Hombre masa”, “A un soldado de la Generación Perdida”, “20 de marzo de 2003: Ibarrola, kánpora”, “Alfonso X” o “Zeitgeist”.
El amor, en “Prehistoria sentimental”, “Primer amor” y “Rima”. Lo religioso, en “Oración por los que no creen” y “Reinterpretación de cinco pasajes del Génesis”.
Porque ”la claridad es don”, el lenguaje es rico y preciso, propio del clásico que anticipa Juaristi. Porque ha leído, el libro está lleno de referencias y juegos literarios. De lecturas y monólogos dramáticos. En “Tríptico de Astorga” (los Panero), “Fray Luis de León, 1590”, “Cuatro Rubaiyat”, "Quevedo", “13 de febrero de 1837”, las traducciones de Dickinson y Blanco-White... Qué gran comienzo. 

Daniel Rodríguez Rodero
Renacimiento, Sevilla, 2023. 80 páginas, 12 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.

21.3.24

Vocación de permanencia

La coherente trayectoria del granadino Carvajal (Albolote, 1943) es tan larga como fructífera. Nunca ha dejado de ser un genial verso suelto de la poesía española contemporánea. Reconocido con los premios Nacional y de la Crítica, presenta ahora, de la mano de la acharolada colección Letras Hispánicas –¡ya era hora!– y en una solvente edición de Francisco Silvera, un florilegio que pretende dar a conocer lo sustancial de su poesía (330 poemas, algunos inéditos), tanto al lector joven o despistado como al que ha seguido con fervor su compleja obra, siempre nueva.
En una significativa composición titulada “Poética” decía: “Nada más bello, pues, que hacer un buen poema. / Los poemas se hacen, ¿verdad?”. Sí, porque “La palabra es un bien que se trabaja, gema / –me opuse– que me exige precisa orfebrería / para su exacto engaste”. Por eso, para “tan delicada y exquisita tarea”, con el fin de “tallar la idea” y a la busca de la perfección (“pulcrismo”), Carvajal ha optado por la vía barroca, que, en su caso, doctor en Filología y experto en Métrica, se afianza en el profundo conocimiento de la tradición (con la que dialoga) y de sus múltiples recursos retóricos (“técnicas vicarias”, dice), de ahí su inevitable modernidad innovadora. Propia de un clásico. Sus sonetos lo acreditan. De quien aúna forma y contenido, sonido y sentido, aunque algunos se empeñen en destacar su faceta virtuosa.
A su lado, como sombra, la música. Lean sus versos en voz alta. Y la felicidad y la alegría como coadyuvantes del “epicureísmo poético” que caracteriza su exigente manera de “dezir”. Una poesía amistosa y vividera, de humanista conviviente, “donde cabe todo cuanto sea defensa y afirmación de la vida, denuncia y rechazo del mal”. A favor de “lo bien dicho”, como le enseñó su maestro Aleixandre.
 
Nos diferencia el cuerpo
(Antología 1968-2022)
Antonio Carvajal
Edición de Francisco Silvera
Cátedra, Madrid, 2024. 536 páginas. 22 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.

20.3.24

El oficio del espíritu

 

Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) comentaba en una entrevista: “Utilizando una imagen del poeta peruano Eduardo Chirinos, percibo mis libros como planetas solitarios que giran alrededor de su propio eje, pero sometidos todos a unas mismas leyes de movimiento, a un orden cosmológico superior que no es otro que la idea que yo tengo de la poesía. Concibo la creación poética como una especie de diario del espíritu, como una forma de anotar y de poner en relación la vida de uno mismo con el mundo que nos rodea tal y como el poeta consigue percibirlo a lo largo de las diferentes etapas por las que va pasando”. A la pregunta de en qué tradición poética se inscribe, contesta: “Podría ser en la poesía del fervor, como la llamaría el poeta polaco Adam Zagajewski, o en la poesía del entusiasmo, como querría Hölderlin”.
Conviene precisar que la poesía del cacereño se dispone como un continuo, una manera de decir propia que se transmite a través de un lenguaje versicular y rítmico, claro y austero (“Amo la austeridad de los que escriben / como el que excava un pozo”), pero altamente imaginativo, que parece el fruto de la más elevada inspiración (aquella que linda con la mística), alegórico en todo caso, construido con palabras comunes que remiten a conceptos metafóricos y simbólicos complejos y con el uso de versos que podrían pasar por aforismos. Allí lo temporal y lo espacial (aunque aquí quepan más los términos intempestivo e inespacial) se diluyen para conseguir el protagonismo del misterio, una palabra clave para entender esta poética del mito y el enigma.
Sus libros, armonizados con un hombre de talante contemplativo, tienen un “carácter de libro de meditaciones”, de “cuaderno de campo de un naturalista” que ha sido escrito con lentitud (“Amo lo que se hace lentamente”) en soledad (“Siempre supe estar solo”) y silencio (“El silencio es la elegancia absoluta”). A la tradición meditativa se adscribe esta poesía del pensamiento sintiente. Lo que no obsta, como señala su maestro Antonio Colinas, para que tienda “a lo surreal, al irracionalismo”.
Su tono es hímnico. Hay “una celebración tenaz de lo que existe”. Porque, evocando a Claudio Rodríguez, “El mundo se nos revela siempre en un estado / de perfecta ebriedad”. A veces se tiñe de melancolía.
Se distingue por su alta carga humanística. Ya lo dijo Miłosz“la poesía pertenece sin duda a la tradición del humanismo y queda indefensa ante la barbarie común”. Y por su impronta ética, en términos lévinianos: “una forma de asumir (…) la existencia de los otros / como si fuese tuya”. A favor de la humildad: “me dedico a lo poco”. Adopta la franqueza del autorretrato.
Reflexiona sobre el propio quehacer poético y atiende a la frágil figura del poeta. “La poesía no explica ni argumenta. / La poesía sólo llama a las cosas”. Es “el oficio del espíritu”.Escribir un poema es andar sobre las aguas, / confiarnos a lo bueno del mundo”, dice. No es raro que sostenga: “Uno escribe un poema para sentirse vivo”. Y “para que otro descubra que está vivo”.
Médico intensivista en plena pandemia, logra crear en su último libro una atmósfera que no es ajena a esa penosa circunstancia de las “negociaciones con la muerte”. Por ventura, “siempre hay alguien que cuida”.
Defiende la casa –un “arca”, un refugio– y el “fervor de lo vivo” que alienta en su jardín donde dialoga al atardecer con plantas y animales, franciscanamente.
“Pertenezco al linaje de los tímidos”, confiesa, y que “fuera de la poesía es muy difícil, / para un simple poeta, hacerse comprender”.

NOTA: Este texto (ilustrado con un retrato del autor realizado por Maribel Muriel) introduce una amplia selección de poemas de Basilio Sánchez publicada en el número 804 de la revista El Ciervo. Es la tricentésima décima primera entrega de su Pliego de Poesía

15.3.24

Lo que cabe en el poema

Este libro, el segundo que publicó en 2023 el fraile franciscano y profesor de literatura bíblica Víctor Herrero (Salamanca, 1980), es el último de una colección ejemplar que ha dirigido con acreditada solvencia el poeta José Mateos durante una década. No podía clausurarla mejor.
Con el otro, Lo que busca la abeja (Reino de Cordelia), su ópera prima, se alzó con el premio que lleva el nombre de su ciudad natal.
Diré pronto que La balanza me ha sorprendido gratísimamente. Toma su título de una cita de Christian Bobin que lo abre (traduzco aproximadamente): “Escribo con una balanza minúscula como las que utilizan los joyeros. Sobre un platillo deposito la sombra y sobre el otro la luz. Un gramo de luz hace contrapeso a varios kilos de sombra”. 
El adjetivo “franciscana” (que utilicé para hablar de la de Basilio Sánchez) le cuadra muy bien a su poesía. La claridad y la sencillez como claves de una poética sobria y humilde que no tiene nada de simple. Léase “Los matices de las cosas”. La de alguien que afirma que “nada he hecho mejor / que dormir desnudo y confiado”. Centrada en la enfermedad y muerte de su madre, asunto que trata con un amor y una delicadeza dignos de encomio: “Acaricio la nuca de mi madre / en la sala de espera del oncólogo”.
Pero hay mucho más en este libro logrado. Lo dejo en manos del lector. Me niego a hurtarle el placer de descubrir cuanto esconde, y no precisamente por complicado o hermético. “Todo tiene que ver con las palabras”, escribe. Y: “Creo que en lo real está la dicha”. “Celebra todo lo que no posees”. “No ha amado quien no ama para siempre”.
La balanza seguirá cerca de mí. Su relectura y frecuentación es de momento una necesidad. 
 
La balanza
Víctor Herrero
Libros Canto y Cuento, Jerez de la Frontera, 2023. 94 páginas. 15,00

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.


11.3.24

Álex Susanna dixit


No ha dejado nunca de escribir poesía, le comenta Francesc Bombí-Vilaseca a Álex Susanna en una entrevista de La Vanguardia con motivo de la publicación de un nuevo dietario, La dansa dels dies, y de su último libro de poemas, Tot és a tocar. El poeta catalán, que se confiesa enfermo de cáncer, contesta: "La poesía está muy vinculada a experiencias que suponen algún tipo de revelación, de iluminación, de epifanía, y estaremos de acuerdo en que a medida que pasa el tiempo las posibilidades de tener revelaciones son menores y eso explica que el ritmo de escritura poética decaiga. Por otra parte, a diferencia del dietario, que escribo cuando quiero, el poema más bien es él quien llama a la puerta, de modo que, y hace muchos años que lo digo, si al cabo del año he conseguido escribir 4 o 5 poemas, ya me doy por satisfecho. Es que no hace falta más. Frente a autores que caen en una especie de incontinencia, sobre todo hacia el final de sus vidas, yo soy de la opinión que por una parte un exceso de producción puede estropear la voz poética, como dijo Montale, y por otra, como decía Gil de Biedma, por cada cinco o seis poemas que dejes de escribir, quizá escribirás uno bueno. Quiero rehuir esta incontinencia o verborrea en la que grandes poetas han caído. No tengo ningún interés en eso". 
Más adelante, el periodista alude a la acción de "recortar", a propósito de un comentario anterior donde Susanna se preguntaba retóricamente: "Los poetas que más nos gustan, ¿por cuántos poemas nos gustan?". Recortar, "sí, y callar y solo escribir cuando realmente no puedes evitarlo. En eso soy un poco rilkeano, creo que uno de los consejos principales que da en las Cartas a un joven poeta es 'deja de escribir, escribe solo cuando no puedas dejar de escribir'. Entre un poeta y sus lectores tendría que haber un cierto síndrome de abstinencia, porque el caso contrario lo he visto en nombres muy potentes, como el mismo Estellés, Brossa, Miquel Martí i Pol, o incluso el último Margarit. Llega un momento que piensas: 'Tranquilizaos', porque no me hace ninguna ilusión un libro nuevo, si aún estoy digiriendo el anterior, eso no tiene ningún sentido. Ferrater, Gil de Biedma, Larkin o Kavafis, cuatro poetas que han pasado a la historia, escribieron tres libros y un centenar de poemas. Más que suficiente".

NOTA: La fotografía que ilustra esta entrada es de Ana Jiménez, para La Vanguardia.

9.3.24

Cuatro nuevas entregas de "El Pirata"

La colección didáctica El Pirata, de la Editora Regional en colaboración con el Grupo de Investigación de Literatura Infantil y Juvenil de la Universidad de Extremadura, sigue adelante y uno lo celebra. Cuatro nuevas entregas (cada vez mejor diseñadas) llegan a las librerías. Se trata de las antologías de Catalina Clara Ramírez de Guzmán (Llerena, 1618-1684 u 85), Luis Álvarez Lencero (Badajoz, 1923-Mérida, 1983), Carmen Hernández Zurbano (Salamanca, 1976) y Basilio Sánchez (Cáceres, 1958). 
Las dos primeras están ilustradas por Mayte Alvarado y las otras por Leticia Ruifernández

Para muchos, la poesía de la llenerense Ramírez de Guzmán, irónica y burlona, será una sorpresa. Tampoco creo que sea muy conocida la comprometida obra de Lencero, forjador y poeta, que con Jesús Delgado Valhondo y Manuel Pacheco forman el trío más conocido de la poesía extremeña de postguerra (los "cabezones" de la escultura pacense situada en la glorieta que hay bajo la Alcazaba, junto al Guadiana). Más interesantes me parecen los florilegios de Hernández Zurbano y Basilio Sánchez


La primera acota la muestra a los años 2011 y 2021. Por cierto, quiero llamar la atención sobre un libro suyo que acaba de publicar La Moderna (Los libros de Olimpia. Colección de narradoras y ensayistas secretas): Tengo la barriga cuadrada y la cabeza llena de lombrices donde se mezclan el diario, la poesía, el ensayo y la antropología, lo que da como resultado un libro singular que me ha sorprendido muchísimo. Por cómo está escrito (¿será verdad que la mejor prosa la escriben los poetas?) y por la lucidez que arroja cuanto dice. Sobre la enfermedad, su oficio de médico pediatra, la situación de la sanidad pública, la condición femenina, etc. Me extraña, en fin, que la repercusión haya sido tan escasa, más allá de que la editorial que lo publica sea pequeña e independiente. 

Descubrir a estas alturas la poesía de Basilio Sánchez resulta un despropósito, si bien nunca está de más volver sobre ella, sobre todo si, como en los casos anteriores, los poemas vienen acompañados por sugerentes y logradas ilustraciones. 
Ojalá los jóvenes estudiantes, verdaderos destinatarios de la colección, se acerquen a estos libros. Eso sí, me temo que la complicidad de sus profesores será necesaria. Ánimo.

7.3.24

La belleza del viaje

Sobre el azar del mapa
 se articula en torno a la reelaboración de los recuerdos suscitados por dos viajes, uno a Sofía, la capital búlgara, y otro a Grandson y Ginebra en Suiza. Recordar es volver a pasar por el corazón y es justo eso lo que lleva a cabo Álvaro Valverde en los poemas que conforman las dos partes del libro, Cuaderno de Sofía y Cuaderno suizo. Al volver a pasar por el corazón y al transformarse en materia poética la memoria se (re)inventa, manteniendo a la vez la precisión, rasgo determinante de la poesía, como tan acertadamente señalaba Joan Margarit.
Según señala el autor en el epílogo, el hecho que los poemas de ambas partes no tengan título sino que se sucedan numerados "dan a entender que son fragmentos de un poema único". La continuidad apunta a la construcción de un efecto de fluidez, a la elaboración de un lugar mental simétrico al geográfico, un lugar que es a la vez un tiempo (el tiempo interior en el que recreamos o revivimos el tiempo físico de un viaje).
Cuaderno de Sofía da cuenta de un viaje de invierno y eso es importante. En las ciudades del este de Europa la nieve, tan presente aquí, es un elemento decisivo del imaginario urbano y también sentimental: "Cae la nieve/ con esa parsimonia que le es propia/ a este tiempo feliz e intempestivo". La imagen de un árbol deshojado, impresionante en su fragilidad, "deslumbra": "Desde el hotel,/ un árbol deshojado/ sostiene su belleza/ en esas ramas/ dibujadas de blanco/ por la nieve./ Contra los muros grises/ nos deslumbra". La poética del fulgor es fundamental en Sobre el azar del mapa: los recuerdos refulgen como fotografías vívidas, alumbran el fluir vital con su fogonazo en un perpetuo presente. Cabe destacar en este sentido que el tiempo de los poemas es el presente, que se describen las imágenes como se estuvieran contemplando en el mismo momento de su escritura, construyendo así un efecto muy eficaz.     
Al viajar aprendemos "que se hizo la distancia/ para amar lo recóndito", que ciudades lejanas destilan un imaginario afectivo que envuelve nuestra intimidad, un imaginario podemos incorporar a nuestras geografías interiores. Si desde Rimbaud sabemos que Je est un Autre, la vivencia del viaje nos proporciona de manera corporal la sensación de llevar en palimpsesto la propia ciudad al recorrer una distinta y la experiencia y el sueño de ser otro: "Lleva uno a otra ciudad/ su ciudad dentro./ Con ella la compara./ En ella sueña/ ser siquiera unos días/ alguien que es otro". El paisaje urbano es inseparable de la historia colectiva, que juega un papel destacado en Sobre el azar del mapa, especialmente en Cuaderno de Sofía: "Aquí en la periferia,/ que es donde las ciudades se confunden,/ aprecia uno a las claras la fealdad/ de esa arquitectura comunista/ que encontramos también en las afueras/ de Bucarest, de Praga o de Varsovia./ La tosquedad opuesta a la belleza". Una desoladora historia que proyecta sus sombras sobre el presente, cuya luz es "precaria y triste" y construye la melancolía como rasgo definitorio del ambiente: "Sin embargo, es la melancolía/ el verdadero genio del lugar./ El presente proyecta una sombra pesada/ que oscurece la espera de un amable mañana./ No basta con soñar lo que es posible".
Si en Cuaderno de Sofía leemos "Toda vieja ciudad guarda un secreto./ También esta", el secreto es también un núcleo de significación fundamental en Cuaderno suizo: "¿Qué secretos esconden esos cuartos/ donde vive el misterio de la noche?". El secreto es consustancial a la poesía (cabe recordar en este sentido que Joan Margarit hace unas magistrales reflexiones sobre el misterio y la poesía en su ensayo Un mal poema ensucia el mundo). Estamos hechos de tiempo ("una música que es tan enigmática/ como este tiempo del que estamos hechos") y vivimos en la casa de la poesía: "Si la poesía es una casa/ esta es por demás habitable". Incluso los trayectos que no recorrimos se convierten en materia poética: "Añoro ahora el paseo que no di/ por la orilla del lago Nêuchatel". 
Al recorrer Ginebra se reviven las huellas de autores como Borges, Costafreda, Sucre, Zambrano, Valente, Gimferrer o Duque, se toma conciencia en los magníficos versos finales de que se trata de "Tonos de la poesía, delicados,/ y por eso capaces de rendir la derrota". Sobre el azar del mapa es un libro de una belleza sobria y serena, una melancolía vital y luminosa.  

Ioana Gruia

infoLibre. 6 de marzo de 2024 

5.3.24

Fin del expurgo

Un mes después, así está el trastero que alquilé. Casi lleno. Su capacidad: 3,5 metros cuadrados. Se puede decir que he terminado con el expurgo de la biblioteca. Ha sido duro, y no sólo por lo que cuesta desprenderse de libros y revistas. He acarreado muchas cajas. Y cómo pesa el papel impreso. Por eso suele ser lo peor de las mudanzas, bien lo sé, algo que se evita la mayoría de los españoles a tenor de los resultados de los índices de lectura. 
Muchos viajes, sí, hasta el polígono, en un coche transformado en ocasional furgoneta. Otra cosa no, pero al menos maletero...
Ya sólo queda ordenar algunas baldas, reunir las obras de determinados autores que admiro especialmente y, me temo, meter en cajas (gracias, Álvaro; gracias, Paco) algunas cosas más. Revistas, por ejemplo. Y más papeles. El dilema es qué mantener; decisiones que a quien lea le parecerán inanes pero que a uno le han desvelado algunas noches. 
Ah, las novelas expurgadas no han ido a parar al trastero. Van a ser donadas. Tendrán nuevos lectores, y eso me alegra. Me he quedado con muy pocas. Nunca fui un lector habitual de narrativa, a qué negarlo. Y si la biblioteca, como dijo Manguel, es una suerte de autobiografía, quiero que la de uno se parezca, sin trampas, a quien la formó. A estas alturas de la vida...
Algo ha ido a parar a la basura. Al contenedor azul. Poco. Libros, ninguno. Y no ha sido por falta de ganas, que conste. Me alivia saber que ya no están aquí. Es bastante. 
En los últimos años, por aquello de la crítica, ya no decidía uno qué entraba en casa. O no siempre. Por eso, y por tantos años de lectura, esta era ya una biblioteca ingobernable. 
Sigo dándole vueltas a qué hacer con esas cajas y con lo que permanece aquí. Eso que, pomposamente, compone el legado de uno. Además de libros y revistas, fotografías, correspondencia y demás documentos del desordenado archivo. Los lectores de Trapiello tememos ese final que tantas veces ha descrito en las páginas de sus diarios: la liquidación total. En el Rastro o en cualquier otro baratillo. O ni eso. Tampoco me gustaría dejar ese engorro a los míos.
Gonzalo Hidalgo Bayal se ha referido más de una vez a que quienes no nacimos a biblioteca puesta -la inmensa mayoría de los españoles que llegamos al mundo antes de los setenta del siglo pasado- hemos ido acumulado al cabo de los años, apasionadamente, demasiados volúmenes. Aquellas carencias propiciaron, seguramente, estos excesos. No me arrepiento. Nunca me consideré un coleccionista. Ni un bibliófilo. Han sido libros buscados y leídos, salvo las referidas excepciones. Ahora me rodean los que más quiero y hasta es posible que localicé tal o cual, lo que no resultaba nada fácil hasta hace treinta días. Un alivio. La satisfacción supera con creces a la pena. Laus Deo.

4.3.24

El mejor tributo

Hace treinta años que Moreno (Alicante, 1964) publicó su primer libro. Le han seguido quince. Los últimos, Unos días de invierno, Más de mil vidas y Lo inesperado. En Intervalo reunió su poesía y en El viaje de la luz la antologó. También ha publicado prosas: diarios, crítica… Las más recientes, Estar no estando (Un viaje extremeño), El sueño de los vencejos y Visita de año nuevo.
Su poesía confirma, en palabras de Trapiello (uno de sus editores), que “la naturalidad es a menudo la facilidad de lo difícil”. Y no es sencillo hablar del alma (“Porque escribir es eso: oír el alma”). Ni de “lo invisible”. Menos aún hacerlo con humildad (“Hacia esa pequeñez que transfigura / en transparencia todo cuanto existe”) y cercanía. Una gota de agua, por ejemplo, motivo del deslumbrante primer poema. Y la colada, una tormenta o gorriones. Hay que “detenerse a ver bien sin prisa alguna”. Situarse ante “la realidad, que nunca nos espera, / porque siempre amanece extraña, incógnita”. Desde una ventana. “Un ojo es luz / mirándose a sí misma”. “Escuchas, ves, atiendes”. Eres “testigo”. Porque ”quizá la noche exista / sólo para que suene / el eco de ese autillo”. Antes de que desaparezca para siempre “la estela blanca de los años idos”.
Ocupa la segunda parte, un extenso monólogo dividido en dieciséis fragmentos, escrito, diría, en estado de gracia. Se ajusta a la cita de Machado que lo abre: “Converso con el hombre…“. Un Dios, al que habla, sí, pero al que también niega y refuta. Ausencia y presencia: “oírte cerca y nunca darte alcance”. “Cada día converso con mi muerte”, escribe, aunque la “ignoro”. “Mi fe son mis sentidos escuchándote”, revela.
Leemos que con Al Dios sin nombre “su autor concluye la publicación de poemas”. Lástima. Eran su “espejo”.
 
Al Dios sin nombre
Antonio Moreno
Cálamo Ediciones, Palencia, 2023. 64 páginas. 12 €

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.

2.3.24

Conversando sobre Tánger


El hispanista marroquí Najmi Abdelkhalak ha publicado en la editorial Diwan un valioso libro para cuantos sentimos fervor por la ciudad de Tánger. Su título, Conversaciones secretas sobre Tánger. Con españoles tangerinos, cabe precisar. Treinta y uno en total. 
En el prólogo, Carmen Ruiz Bravo-Villasante alude a cómo la llegada a esa "ciudad-puerto" supone para el viajero un auténtico "rito de paso". De "viaje iniciático" habla Gonzalo Fernández Parrilla. Tan cerca, tan lejos. 
En la introducción, el autor la sitúa como una verdadera ciudad literaria (algo que corroboran el 99% de los entrevistados) y enumera algunas obras que confirman esa afirmación. Añade algunas pinceladas útiles acerca de la historia de Tánger, en especial de la más cercana, la que se refiere al periodo del Estatuto Internacional; su edad de oro, digamos. 
"El objetivo principal de este trabajo (...) es enfocar la ciudad protagonista de las obras españolas durante el último cuarto de siglo", concreta.
La nómina de entrevistado es esta: Cristina López Barrio, Iñaki Martínez, María Dueñas, Sergio Barce, Antonio Pau, Javier Valenzuela, Consuelo Hernández, Salvador López Becerra, Farid Othmán Bentría Ramos, Luis Molinos, Nuria Ruiz Fernández, Ramón Buenaventura, Pablo Cerezal, Bernabé López García, Pedro Martínez Montávez, Leopoldo Ceballos, José Luis Barranco Pérez, Alberto Gómez Font, Jesús Alfredo Díaz García, Sonia García Soubriet, Rosa Amor del Olmo, Víctor Pérez Pérez, José María Lizundia, Gonzalo Fernández Parrilla, Lorenzo Silva, Jesús Cabaleiro, Rocío Rojas-Marcos, Encarna Cabello, Isaak Begoña, Alfonso Armada y Verónica Aranda. Escritores, pintores, profesores, abogados... A todos les une el amor a Tánger y todos, o casi, han vivido allí. Algunos, además, nacieron en Tánger.
Hay entrevistas más sustanciales que otras, como es obvio, por lo mismo que hay personajes interesantes y quienes me lo parecen menos. A veces, una cosa y la otra no encajan. Por ejemplo, mis expectativas eran muy altas en lo que respecta a la conversación con Antonio Pau, autor de la estupenda Tánger entonces (Comares), y sin embargo... Demasiado lacónico. Lo mismo me pasó con Lorenzo Silva, que se centra en la guerra del Rif, donde fue soldado su abuelo. 
Sin afán exhaustivo, destacaría lo dicho por el periodista Javier Valenzuela, el de la famosa Tangerina; por la extremeña Consuelo Hernández, hermana, por cierto, de Felipe, profesor y músico, íntimo amigo de Gonzalo Hidalgo Bayal y hervaciano de pro, que aporta mucha y valiosa información acerca de pintores de tema tangerino (Fortuny, Tapiró, Bertuchi, Fuentes, Hernández, Bravo), como ella, así como de su amistad con Chukri; por Ramón Buenaventura, autor de una novela imprescindible: El año que viene en Tánger; por los acreditados arabistas López García y el fallecido Martínez Montávez, un maestro: "Tánger es tanto una realidad múltiple objetiva como una realidad múltiple subjetiva"; por Leopoldo Ceballos, que vivió en el bulevar Anteo y conserva la memoria de un Tánger que me resulta familiar; por Alberto Gómez Font, que sabe del amor fou por la ciudad, una suerte de femme fatale; por Víctor Pérez, que confiesa: "lo que más echaba yo de menos en Tánger era chubakía" (dulce típico), y cuenta que llegó a conocer a Ángel (Antonio) Vázquez, el autor de un libro que planea constantemente por este libro y que no dejan de mencionar unos y otras: La vida perra de Juanita Narboni, una obra que contiene a esa ciudad tan inolvidable como perdida; por Lizundia, un tanto híspido, quien entra en otro asunto clásico tangerino comentado por casi todos: el de Bowles y los Beat que por allí pasaron y distingue entre "hacer literatura de Tánger" y "hacer Tánger", además de defender a Rey Rosa como quien mejor ha recreado a Tánger en forma de libro; por el citado Fernández Parrilla, estudioso de la literatura árabe, que a la reiterada pregunta de si la considera una ciudad literaria, responde: "Tánger es ya, con toda su proliferación textual, una suerte de cronotopo literario"; por Rocío Rojas-Marcos, otra presencia inevitable si de tangerinidad se trata, siquiera sea por su Tánger, la ciudad internacional, una obra imprescindible; por el periodista Alfonso Armada, que también ha tenido y tiene mucho que decir de ese lugar de la realidad y del mito, lo mismo que la poeta Verónica Aranda, de la que prologué su tangerino Café Hafa
En las conclusiones, Najmi Abdelkhalak reitera, entre otras cosas, la condición de ciudad literaria (que avala con la enumeración de numerosos escritores) y subraya que se ha impuesto incluso como moda literaria, siquiera sea por la cantidad de títulos recientes (no todos salvable, según creo), ante todo novelas, que se sitúan allí. Obras narrativas, sí, pero también memorialísticas. Si algo caracteriza a los tangerinos, en especial a los de la diáspora, la inmensa mayoría, es su capacidad para la remembranza. No me extraña, si los que vamos de paso no la olvidamos, que decir de los que han vivido en ella. 
Cierra el volumen una práctica bibliografía de "obras españolas sobre Tánger". De alguna ya he dado buena cuenta, aunque no ha sido fácil encontrarla. 
Vislumbro que habrá nuevas conversaciones sobre Tánger. Secretas o no. Esa ciudad es, por definición, infinita. Y un libro en sí misma. 

18.2.24

Sólo pintura

 


Escribí en una ocasión que no hay nada más concreto que lo abstracto. Tal vez podría darle la vuelta al dístico y decir que no hay nada más abstracto que lo concreto. Puede ser. Me ha venido esta reflexión a la cabeza tras contemplar los cuadros de Felipe Boizas, donde realidad e imaginación, sueño y vigilia, se dan la mano sin sucesión de continuidad. De golpe, además, el color. Los colores, para ser más exactos. Y una impronta: sobre todo en algunos, la herencia de Rothko. O el homenaje.
Me dejo llevar por la intuición: no soy crítico de arte. Ni siquiera un conocedor. Me gusta la pintura, eso sí. Y esta lo es: “Sin títulos, sólo pintura”, que me parece un rótulo magnífico para intentar nombrar lo que no tiene nombre. O para describir sin ambages lo que se busca.
Se deja uno llevar por los tonos, las texturas, las imágenes y cuanto ellas sugieren. No creo que el pintor espere más del perplejo espectador que se para delante de cada una de sus obras. Azules y amarillos le llevan a un paisaje. Aquella pincelada, a un gesto japonés, con aires caligráficos, que viene de muy lejos, en el espacio y en el tiempo. Ciertas líneas a tenues geometrismos.
No faltan ni la sutileza oriental de lo que apenas se revela ni la fuerza que procede de los trazos decididos y las coloraciones oscuras. Aquí atisbamos figuras; allí, una ventana. Con todo, es el color –el rojo, por ejemplo, tan presente– quien orienta los pasos del viajero en este itinerario misterioso. Sólo pintura. Nada más. Nada menos.
 
Plasencia, enero de 2024



16.2.24

Premio




PREMIO DE POESÍA “GABRIEL Y GALÁN”

 

La “CASA-MUSEO GABRIEL Y GALÁN” de Guijo de Granadilla (Cáceres) convoca el XXXIX Certamen regido por las siguientes bases.

1ª Podrán optar al PREMIO DE POESÍA “GABRIEL Y GALÁN” todos los poetas de habla española que lo deseen, con originales inéditos escritos en Lengua Castellana o Dialecto Extremeño.

 

2ª Los premios se distribuirán del modo siguiente:

Primer premio dotado con 600 € y placa conmemorativa.

Segundo premio ó accésit de 450 €.

 

3ª Las composiciones serán de tema libre, extensión máxima de ciento cincuenta versos.

 

4ª No podrán participar en el Certamen los poetas que hubieren obtenido el primer premio hasta que hayan transcurrido cinco convocatorias.

 

5ª Los originales deben presentarse escritos a máquina u ordenador, a doble espacio y por cuadruplicado. 


Se enviarán a la siguiente dirección:

                                  

PATRONATO CASA-MUSEO “GABRIEL Y GALÁN”

Plaza de España, 11 – Tlf. 927 439082.

10665 GUIJO DE GRANADILLA (Cáceres) España.

 

6ª El plazo de admisión de trabajos finalizará el día 26 de abril de 2024.

 

7ª Cada autor podrá presentar un solo trabajo y no serán devueltos los que se reciban ni se mantendrá correspondencia sobre ellos.

 

 8ª Se utilizará, preceptivamente el sistema de “lema” y “plica”.

Serán eliminados los poemas que permitan de alguna forma la identificación del autor.

 

 9ª El fallo del Jurado será inapelable y se dará a conocer en mayo en Guijo de Granadilla, durante los actos que se celebran con motivo de la Fiesta de Exaltación de la Poesía, será el segundo domingo de mayo.

 

 10ª La CASA-MUSEO se reserva el derecho a la publicación de los trabajos presentados.

 

11ª Cualquier duda en la interpretación de estas Bases será resuelta por el Jurado de forma inapelable.

 

12ª El hecho de concurrir a este Premio supone la aceptación de las presentes Bases.

                                           

GUIJO DE GRANADILLA, 5 de febrero de 2024.
CASA-MUSEO “GABRIEL Y GALÁN”

9.2.24

Biblioteca empaquetada

Esta vez va en serio. En un trastero, parte de mi biblioteca empaquetada. Y lo que queda. Esta tarde he bajado ocho cajas más. No sé si el espacio dará de sí todo lo que necesito. Apenas si he iniciado el último expurgo. Qué tarea. Tan grata (cuántos redescubrimientos) como ingrata (me cuesta desprenderme de algunos libros). Seguimos.

5.2.24

Matar al dragón


Anay Sala nos envía a algunos, cada lunes a primerísima hora, un poema. Viene con una cita (la de hoy es suya: "Métete en mis asuntos") y una canción ("It's Raining Men", de The Weather Girls, en este caso). 
La elección de esta mañana, unos inquietantes versos de Amalia Bautista, me ha parecido especialmente feliz. Muy del momento, diría. 

MATAR AL DRAGÓN

Ha llegado la hora de matar al dragón,
de acabar para siempre con el monstruo
de las fauces terribles y los ojos de fuego.
Hay que matar a este dragón y a todos
los que a su alrededor se reproducen.

Al dragón de la culpa y al dragón del espanto,
al del remordimiento estéril, al del odio,
al que devora siempre la esperanza,
al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Hay que matar también al que nos tiene
aplastados de bruces contra el suelo,
inmóviles, cobardes, desarraigados, rotos.

Que la sangre de todos
inunde cada parte de esta casa
hasta que nos alcance la cintura.

Y cuando ese montón de monstruos sea
solo un montón de vísceras y ojos
abiertos al vacío, al fin podremos
trepar y encaramarnos sobre ellos,
llegar a las ventanas, abrirlas o romperlas,
dejar que entren la luz, la lluvia, el viento
y todo lo que estaba retenido
detrás de los cristales.

Ilustración: Un dragón alado (detalle) en un bestiario, 1278-1300, iluminador desconocido, franco-flamenco. Colores al temple, pluma y tinta, pan de oro y pintura dorada sobre pergamino, 9 3/16 × 6 7/16 pulg. Museo J. Paul Getty, Sra. Ludwig XV 4, fol. 94. Imagen digital cortesía del Programa de Contenido Abierto de Getty

Valentí Puig dixit


Iñaki Ellakuría le comenta a Valentí Puig al principio de su entrevista en El Mundo: "En la calle donde vivo, alguien deja, de tanto en tanto, decenas de libros que suelen permanecer allí horas, si no días, sin que ningún transeúnte los coja o les preste la más mínima atención", y el moderantista escritor palmesano responde: "Estamos en una crisis de la palabra. De la palabra escrita como forma de civilización. Hemos pasado el umbral de la crisis y estamos más bien en un punto de mutación, sin que nadie se atreva a dar un diagnóstico sobre a dónde vamos. La aceleración es tan grande desde los años 60, en términos culturales, morales, sociales, que ha provocado una cierta desintegración progresiva que afecta mucho al concepto y uso de la palabra. El lector de libros está desapareciendo, es una secta. Después habría que analizar qué se lee, porque una cosa es la literatura y otra el manual de resistencia, de autoayuda o de entretenimiento".
A continuación, Ellakuría pregunta: "¿Ese proceso de desintegración favorece la polarización, el clima de beligerancia política y social?", y el autor de L'home de l'abric contesta: "Cuando se pierde el significado de las palabras, su propiedad, las sociedades entran en una desorientación a veces destructiva. Pasa hoy en día, cuando es obvio que la palabra diálogo ya no significa nada. Esa obsesión del nuevo periodismo y la política de estar refriéndose a contextos, cuando hay palabras que tienen un significado por sí mismas. Pero hoy estamos contextualizando permanentemente el significado de las cosas, que es una manera de relativizarlas. Esto en política es una cuestión diaria. ¿Sabemos realmente qué significa amnistía? ¿Y diálogo? Hay que hablar, pero sobre todo hay que tener referentes claros sobre el significado de las cosas; y me temo que la aparición de una cierta convulsión política, producida por una emergencia de los extremos, ha contagiado a los partidos que estaban en el consenso central. El caso del PSOE es clarísimo".

NOTA: La fotografía es de Jordi Cotrina, para El Periódico.

4.2.24

Ya eres el final de tu ficción

Los expedientes de la madrugada
Felipe Benítez Reyes
Visor, Madrid, 2023. 76 páginas. 
 
Un jurado de lujo compuesto por los poetas Luis Alberto de Cuenca, Gioconda Belli, Antonio Lucas y Álvaro García, presidido por Fernando Aramburu (que acaba de reunir su poesía completa), donde no faltaba el editor, Jesús García, concedía a este libro el nuevo premio Marpoética, convocado por el Ayuntamiento de Marbella, como, por cierto, el pretérito Juan Carlos I, que cualquiera se atrevía a resucitar.
Más allá de las lógicas secuelas, la edad puede ser un problema para un poeta que ya ha cumplido los sesenta y tiene a sus espaldas una larga y fructífera trayectoria, no sólo poética. Más si, como hace al caso, publica con frecuencia. Las últimas entregas de FBR son Un mentido color, de 2021, y La ocasión y el homenaje, premiado con el Hermanos Machado este mismo año. Inquieta la temible amenaza de la repetición, sobre todo; un peligro que, con sobrado oficio, el de Rota sortea.
A “esas madrugadas que a veces se prolongan todo el día y a veces durante toda la vida” hace referencia el título. Ya allí, los expedientes que el poeta lleva a cabo en forma de poemas. El primero sitúa la escena: “Vuela tú, mi canción, que iré contigo”. No sin antes aceptar “el final del espejismo”, sin asumir que “esta grandeza / lo es precisamente por efímera”. La canción del “sin porqué, / cuando mi vida va más lenta ya que el tiempo”. Un tiempo que le huye (lo suyo también es una huida: “Vas por dentro de ti como quien huye / de lo que va buscando”), obsesión a la que dedica la parte más reflexiva y medular del volumen sin que nunca asome, a pesar de la gravedad del asunto, atisbo alguno de solemnidad: “Aniversario”; “El reloj nuevo”; “El espejo”: “Y cualquier día, / cerraremos los ojos para siempre, / y estaremos también en un espejo, y poco más”; la variación del soneto “Ao tempo” de ¿Sá de Miranda?: “Qué rápido vas, Tiempo, sí, / hasta que llega la desventura”; “In Arcadia”; el borgeano “Las derivas”, etc. “Miras ya el tiempo pasar como si nada”, escribe.
Y porque el tiempo es memoria (“¿Qué recuerda la Memoria, / y el Olvido qué olvida?”): la niñez, por un lado. En “Episodio de infancia” (lo anecdótico elevado a categoría) o en “Infancia” (el temprano peso de la culpa). Por el otro, la muerte: “El tránsito” (“Lo peor de la muerte es conocerla / desde mucho tiempo antes de morir”), “Tanatorio municipal”, el día que murió Jimi Hendrix (él tenía 10 años), “Las muertes sucesivas de John Keats”, “Los ausentes”, etc.
La identidad, esa confederación de almas pessoana a que aludió Tabucchi, es otro tema capital. El diálogo consigo mismo es constante. Pese a que “Tampoco sé muy bien quién soy conmigo”. De ahí el uso del tú cernudiano, que aporta distancia y confidencialidad a la vez: “Estás más en lo adverso / que en la conciliación de los muchos que has sido”. Al fondo, la humanísima voluntad de entender quién se es.
Al Benítez Reyes más ingenioso le debemos poemas como “Divagación acuática”, “Heroica” (intemporal, va de un tirano), “Oda a los empleados madrugadores”, “Fantasmas en el café restaurante Martinho da Arcada” (una larga estancia en Lisboa aporta un tono melancólico al conjunto), “Apuntes para la construcción de un templo”, “Égloga de la biblioteca” (donde aflora el incansable lector), el lunero “Hablar en plata”, etc.
Muy emotivo resulta “Los dos ancianos” (sus padres): “Ellos son la antesala de un tiempo que vendrá: / están anticipándote”.
Si el primer poema servía de prólogo, el último es un perfecto epílogo: “Porque esto se acaba. // Ya no tienes el tiempo de tu parte. // Ya eres el final de tu ficción”.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.