José Manuel Regalado nació en Castillejo de Huebra (Salamanca) en 1941 y fue bautizado en Muñoz. Estudió en Salamanca, donde vive, y ha sido catedrático de Literatura de los Institutos Ramón Olleros de Béjar y Lucía de Medrano de Salamanca. Además de autor obras de ensayo, narrativa y teatro, Regalado es ante todo poeta: Lugar del ábaco, Cuerpo a cuerpo, Penúltima memoria, Poemas al cubo, Los poemas del padre, La aventura del alba, Señal de la ciudad, Del fuego, En la espesura, Apotegmas... Vuelve a sorprendernos con su última, casi secreta entrega, Donde digas adiós, que reúne dos libros: El vaso de nieve y Syllabus. La edición es sobria y digna, tan sólo afeada por algunas erratas evitables. Los poemas se suceden numerados y sin título, tal fragmentos, en series encadenadas, y se caracterizan por ese lenguaje elegante y rotundo que uno tiene, en su sentido más seco y genuino, por castellano. De ahí que entre los ecos que recoge esta voz, personal como pocas, escuche uno, además de la auténtica expresión popular, los de Claudio Rodríguez, Gamoneda, Colinas... Hay también homenajes: a Valente, san Juan de la Cruz, Aníbal Núñez...
Barroco a rachas, destacaría algunas aliteraciones: "al abrigo del ábrego sombrío". Leemos poemas de un solo verso que trasladan al lector sensaciones e ideas que no logran transmitir muchas veces los poemas extensos. Poemas que se refieren a lugares; al natal, sobre todo: "No olvidarás que este libro / es la memoria de otra infancia (nuestra)". Y a la citada capital charra, a Plasencia (donde viven algunos de sus nietos, como Manuel, ilustrador de la cubierta), a Béjar, al Guijo (donde sigue recordando a Galán, otro salmantino de alma extremeña), etc.
Libro de despedidas (de ahí el título), escrito en las postrimerías, donde la muerte y Dios son convocados, como el amor, una constante en su poesía. Por eso, de regusto agridulce, con toques melancólicos y otros festivos. Del dolor y del canto.
Poesía del paisaje de Castilla, tan acorde con esa lengua pura a que antes aludía. Fluvial (del Tormes y del Huebra). Del campo y de una edad ya abandonada, como los pueblos y los oficios de su tierra. Poesía de la necesidad, no del adorno. Que conmueve. Digna, en fin, de ser leída.