21.10.12

La poesía de Paul Auster

Seix Barral, que puso en marcha la Biblioteca Paul Auster, publica ahora su Poesía Completa en edición de Jordi Doce, que empezó a traducir poemas suyos en 1996, durante su estancia en Sheffield. Fruto de esa labor, Pre-Textos publicó una antología, Desapariciones: poemas (1970-1979), aquel mismo año. 
El libro se abre con un ensayo, a modo de prólogo, "Manos que se abren: la poesía de Paul Auster", donde Jordi Doce resulta iluminador y certero. Cuanto haya que explicar o saber sobre la poesía del afamado novelista, está ahí. Y de una forma clara y sencilla. No como su poesía, que de eso tiene poco. JD sitúa su veta post mallarmeana, de poeta en sintonía con las vanguardias. Francés de formación, podríamos decir, sus versos, aluden a la "escritura como traducción", a lo escrito "desde el malestar y la confusión". Ensayista de primera hora, tanto como poeta, al hablar de la poesía de otros -Celan, por ejemplo, o Laura Riding- se adentra en su propia manera de decir, en su "idea de proceso, lo que está por hacer y se completa con la espera". JD destaca una paradoja: la del "carácter fatal de su escritura; por otro, su imposibilidad". Basada, sobre todo en la mirada (Jaime Siles habló de "una escritura del mirar"), da fe de una lucha titánica entre el sentido y el silencio. Debió sufrir mucho escribiéndola. En una entrevista realizada en 1987 por el crítico norteamericano Joseph Mallia, Paul Auster afirmaba: "Toda mi obra es una unidad y el cambio a la prosa fue el último paso en una lenta evolución natural". Confiesa que dio ese paso tras escribir White Spaces, después de asistir a un espectáculo de ballet. Esas, digamos, prosas poéticas, incluida en este libro, permiten al lector darse cuenta de esa liberación. También facilita la comprensión de su poesía Notas de un cuaderno de ejercicios: una poética. 
Wall (muro) es una palabra recurrente. "Y el muro es la muerte", escribió en Disappearances. Detrás de ese muro se parapetan sus versos, esculpidos a golpe de palabra. No siempre es tan abstracto y frío como los poetas que admira. Con todo, su vocación lírica duró poco: nueve años. Eso sí, fue tan intensa como ese puñado de poemas que casi le obligan, por su elevado nivel de exigencia, a dejar la literatura. Pero no. Tras ese periodo llegó el narrador y su obra no ha dejado de crecer y fortalecerse. Auster no reniega de su poesía, al revés: «Aún siento gran apego por la poesía que escribí... Es probable que sea lo mejor que he escrito.» Conviene recalcar que el autor de La música del azar no fue un poeta ocasional o aficionado, como otros narradores. Sus poemas (y sus ensayos) pertenecen a un periodo de "exploración" necesario para que llegara a ser el novelista que ha sido y es. Sí, es verdad que "en sus versos Auster aborda los mismos temas y obsesiones que desarrolla en sus novelas: el azar y el destino, la distancia entre mundo y lenguaje o la disolución del yo en el discurso", pero de una manera completamente distinta. La que separa, a veces, uno y otro género. En su caso, al menos en lo formal, esa distancia es mucha.